sábado, 2 de julio de 2011

AMIGOS SIN ROSTRO...

 Amigos sin rostro

              Hay muchos amigos. No sólo aquellos que tienen un rostro y un nombre conocido y querido, sino también aquellos sin rostro, con quienes nos cruzamos a la vuelta de la esquina, por las calles, en el autobús, entre la muchedumbre. El que te pide disculpas por el empujón. El que te da preferencia en la carretera con una sonrisa. El que te cede su asiento, el que te ayuda a empujar el coche que no te arranca, el que te ayuda a levantar un fardo, el que sonríe a tu niño, el que recoge el sombrero que te ha llevado el viento. ¿No son muchos? ¿Demasiados? Quizá.

        Pero sin son pocos, es porque no sabemos descubrirlos, porque vamos entre la gente como torres blindadas y mirando a la gente como si todos fueran enemigos nuestros, hostiles, dispuestos a agredirnos.

        Y sucede precisamente lo contrario: la multitud despide amplias vibraciones de humanidad y ternura: basta un detalle para saberla descubrir. Basta una circunstancia para que pueda apreciarse. Nacen como pequeños relámpagos de complicidad, de comunión. Yo soy una persona humana, tú también lo eres. Tú eres yo y yo soy tú; te reconozco por el mismo gesto amargo y sombrío del rostro, signo de preocupaciones, de tensiones, de dolor. Démonos la mano, rocémonos al menos. Quien sabe si este pequeño gesto no tendrá resonancias profundas y se prolongará como un eco quién sabe donde...

CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA


ORACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


EL CORAZÓN GENEROSO Y TIERNO DE MARÍA

Autor: Oscar Colorado Nates | Fuente: Catholic.net
El Corazón generoso y tierno de María
¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo.
 
El Corazón  generoso y tierno  de María

Santa María no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Una vida y un corazón humanos pero de Jesús. ¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo. Tú y yo tenemos su propio corazón como un escalón a la Puerta Santa que es Jesús. Con el ejemplo de la Santa Madre de Dios, no solo sabemos que podemos amar a Cristo, debemos amarle así porque la tenemos a Ella misma como intercesora.

Corazón generoso y tierno corazón como por naturaleza es el de toda mujer que es madre, el de María nos inspira profundamente. Y podríamos admirar a la Virgen por amar al Niño Dios, de igual manera que admiramos a cualquier madre que sostiene a su pequeño en los brazos. Pero el corazón de María ya era de Dios aún antes de la Anunciación. Había decidido reservar su corazón a Dios sin necesitar algún prodigio. En la Anunciación se consuma la previa entrega que ya se había realizado. ¿Cómo nos extraña entonces que haya podido pronunciar esas palabras que la han subido a la cúspide de la Fe "Hágase en mí según tu palabra"? Pensándolo con mayor hondura el corazón de María, sí es corazón humano, no solo era capaz de eso, sino de mucho más.

El corazón amoroso y entregado es, en su generosidad, un corazón fiel: Un corazón humano al pie de la cruz. Si con facilidad podíamos imaginar la ternura de la escena en el pesebre, con gran dificultad podemos apenas hacer un esbozo en la imaginación de la Santísima Virgen recibiendo de José de Arimatea el cuerpo ensangrentado de su hijo. ¿Cómo imaginar el dolor de una Madre que limpia, con mano trémula, la sangre de su hijo? Remueve en lo más profundo aún a nuestro propio y durísimo corazón el pensar en la mirada de María ante el rostro desfigurado y atrozmente golpeado de Jesucristo. Y su corazón dolido estaba ahí, fiel, al pie de la cruz. ¿Dónde está nuestra corazón? ¿Al pie de la cruz como el de la Santísima Virgen o escondido y alejado como el de los discípulos que abandonaron al Señor?

El corazón de María nos muestra todas las encontradas emociones que un corazón es capaz de sentir. Es el corazón de la Virgen uno tan grande y tan generoso, que es además nuestro propio refugio. Su corazón es, además de ejemplo y con dignidad sobresaliente para ser admirado, el consuelo para la aflicción. ¿Cuánto no comprenderás nuestros humanos dolores ella que enfrentó el dolor más profundo que se pueda experimentar?

Pero el corazón humano de nuestra Madre en Cristo no solo es un ejemplo de ternura amorosa o de abyecto dolor. María en su corazón es la Madre del buen consejo, y quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. Poderoso corazón el de María, que puede convertir nuestro egoísmo y amor propio en caridad y amor a Dios. El corazón entregado de María debería enseñarlos a pedirle confiados a Dios: "Padre, mi corazón puede poco ¡Haz que te ame mas!".


Es a la Madre de Dios a quien hemos de acudir para pedirle que nos enseñe a amar más, a entregar más, a ser más justos, a rogarle que con su corazón dulcísimo nos proteja, nos enseñe, nos guíe.

El corazón humano de María. Humano. Como el tuyo y como el mío.
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