jueves, 6 de febrero de 2014

LOS HIJOS DE VAN


Los hijos se van

Hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa realidad. 

No es que se van... es que la vida se los lleva. 

Ya no eres su centro. 

Ya no eres propietario, eres consejero. 

No diriges, aceptas. No mandas, acompañas.

No proyectas, respetas.

Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.

Ya les crecieron alas y quieren volar.

Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.

Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón.

Ya miraron de frente la vida y sintieron el llamado, para vivirla por su cuenta. 

Ya saben que son capaces de las mayores aventuras, y de la más completa realización. Ya buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.

Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para soltarlas, así, otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía.

Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir. Quieren crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, al sombro del amor y al rendimiento de sus facultades.

Tienen un camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas. Lo importante es el corazón sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.

Que la rienda sea con responsabilidad, y la formación, llena de luz.

Tú quedas adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón. Tu quedas atrás.

En la estela luminosa que deja el barco al partir.

En el beso que les mandas.

En el pañuelo que los despide.

En la oración que los sigue.

¡En la lágrima que los acompaña!

Tú quedas siempre en su interior aunque cambies de lugar.

EL PODER DE LA ORACIÓN


El poder de la oración

Gabriela Louise Redden, una mujer pobremente vestida y con una expresión de derrota en el rostro, entró en una tienda de abarrotes. Se acercó al dueño de la tienda, y de una forma muy humilde le preguntó si podía fiarle algunas cosas.
Hablando suavemente, explicó que su marido estaba muy enfermo y no podía trabajar, que tenían 7 hijos, y que necesitaban comida. John Longhouse, el abarrotero, se mofó de ella y le pidió que saliera de la tienda. Visualizando las necesidades de su familia, la mujer le dijo: "Por favor señor, le traeré el dinero tan pronto como pueda." John le dijo que no podía darle crédito, ya que no tenía cuenta con la tienda.

Junto al mostrador había un cliente que oyó la conversación. El cliente se acercó al mostrador y le dijo al abarrotero que él respondería por lo que necesitara la mujer para su familia. El abarrotero, no muy contento con lo que pasaba, le preguntó de mala gana a la señora si tenía una lista. Louise respondió: "¡Sí señor!". "Está bien," le dijo el tendero, "ponga su lista en la balanza, y lo que pese la lista, eso le daré en mercancía."
Louise pensó un momento con la cabeza baja, y después sacó una hoja de papel de su bolso y escribió algo en ella. Después puso la hoja de papel cuidadosamente sobre la balanza, todo esto con la cabeza baja. Los ojos del tendero se abrieron de asombro, al igual que los del cliente, cuando el plato de la balanza bajó hasta el mostrador y se mantuvo abajo. El tendero, mirando fijamente la balanza, se volvió hacia el cliente y le dijo: "¡No puedo creerlo!". 

El cliente sonrió mientras el abarrotero empezó a poner la mercancía en el otro plato de la balanza. La balanza no se movía, así que siguió llenando el plato hasta que ya no cupo más. El tendero vio lo que había puesto, completamente disgustado. Finalmente, quitó la lista del plato y la vio con mayor asombro.

No era una lista de mercancía. Era una oración que decía: "Señor mío, tú sabes mis necesidades, y las pongo en tus manos".
El tendero le dio las cosas que se habían juntado y se quedó de pie, frente a la balanza, atónito y en silencio. Louise le dio las gracias y salió de la tienda. El cliente le dio a John un billete de 50 dólares y le dijo: "Realmente valió cada centavo" Fue un tiempo después que John Longhouse descubrió que la balanza estaba rota.

En consecuencia, solo Dios sabe cuanto pesa una oración.

EL SENDERO DE LA AMISTAD


EL SENDERO DE LA AMISTAD

La amistad es un sendero del que puedes disfrutar paseos largos y bellos llenos de felicidad. Es un camino tan lindo y adornado sin igual con las flores más bonitas que puedes imaginar.
La amistad es un sendero al que debes implantar el cariño, la alegría sinceridad y bondad.

Y por cosas de la vida aunque sea bueno y demás, tiene sus piedras pequeñas que te hacen tropezar.

La amistad es un sendero por el que hay que caminar con el corazón abierto y sabiendo perdonar.

Siembra tu mejor semilla y así podrás cultivar de las flores, las más bellas y crecerán muchas más. 

La amistad es un sendero que al andarle sin cesar con los años se convierte en una eterna... hermandad.

EL ALTAR, PUERTO DE LLEGADA Y DE PARTIDA



Autor: P. Carlos M. Buela | Fuente: Catholic.net
El altar, puerto de llegada y de partida
Es el lugar donde está el Cuerpo y la Sangre, es navío donde se transportan nuestras intenciones al corazón de Dios.



Hay una criatura que me ha sorbido el seso. 
Es una criatura irracional. 
Más aún, es una criatura inanimada. 

Sin embargo, desde hace muchos años todos los días la beso dos veces. Una, cuando me acerco a ella; otra cuando me alejo y despido. Y lo hago porque así lo manda la Santa Madre Iglesia. A veces, incluso, la incienso. Esa criatura ¡…es el altar…! 

Es el centro del templo. El templo es un pequeño cielo en la tierra, pero lo que en el templo hay de más celestial y divino, es el altar. 

Es el polo más importante de la acción litúrgica por excelencia, la Eucaristía. 

El altar es, una cosa excelsa, elevada, no sólo por el lugar elevado que ocupa, sino por las funciones que sobre él se celebran. 

Es lecho donde reposa el Cuerpo entregado y la Sangre derramada. 

Es atalaya desde donde se divisan los horizontes del mundo, ya que «cuando yo sea levantado de la tierra – dijo Cristo – atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). 

Es navío por donde se transportan nuestras intenciones al corazón de Dios. 

Es faro que ilumina todas las realidades existentes, sin excluir ninguna, en especial las humanas, porque «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado». 

Es pupitre porque en él la Santa Trinidad escribe en nuestras almas las más sublimes palabras de vida eterna. 

Es oasis en el que los cansados del camino renuevan las fuerzas: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11, 28). 

Es base de lanzamiento de donde pasa la Víctima divina junto con nuestros sacrificios espirituales al altar del cielo. 

Es ágora, punto de encuentro y de contacto de todos los hombres y mujeres que fueron, que son y que serán. 

Es puerto de llegada y de partida. 

Es mástil y torreta de navío desde donde debe mirarse el camino a recorrer para no errar el rumbo. 

Es «fuente de la unidad de la Iglesia y de concordia entre hermanos». 

Es cabina de comando desde donde deben tomarse las correctas decisiones para hacer siempre la Voluntad de Dios. 

Es clarín que convoca a los que se violentan a sí mismos: «El Reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo conquistan» (Mt 11, 12). 

Es bandera desplegada porque abiertamente nos manifiesta todo lo que Dios nos ama y, con toda libertad, nos enseña cómo ser auténticamente libres. 

Es ejército en orden de batalla, donde claudican las huestes enemigas. 

Es regazo materno, seguro cobijo para el desamparado. 

Es encrucijada de todas las lenguas, razas, pueblos, culturas, tiempos y geografías, y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad de toda creencia, porque «por todos murió Cristo» (2 Cor 5, 15). 

Es antorcha porque la cruz «mantiene viva la espera … de la resurrección». 

Es trampolín que nos lanza a la vida eterna. 

Es hogar, horno, brasero, donde obra el Espíritu, «el fuego del altar» (Ap 8, 5). 

Es mesa donde se sirve el banquete de los hijos de Dios, por eso se le pone encima mantel. Sobre él, se reitera el milagro de la Última Cena en el Cenáculo de Jerusalén. Se realiza la transubstanciación. 

Es «símbolo de Cristo», que fue el sacerdote, la víctima y el altar de su propio sacrificio, como decían San Epifanio y San Cirilo de Alejandría. 

Es el Altar vivo del Templo celestial. «El altar de la Santa Iglesia es el mismo Cristo». Es el propiciatorio del mundo. «El misterio del altar llega a su plenitud en Cristo». María está junto a Él. 

Es imagen del Cuerpo místico, ya que «Cristo, Cabeza y Maestro, es altar verdadero, también sus miembros y discípulos son altares espirituales, en los que se ofrece a Dios el sacrificio de una vida santa». San Policarpo amonesta a las viudas porque «son el altar de Dios». «¿Qué es el altar de Dios, sino el espíritu de los que viven bien?… Con razón, entonces, el corazón (de los justos) es llamado altar de Dios», enseña San Gregorio Magno. 

Es ara. Sobre todo, es ara. Sobre él se perpetúa, a través de los siglos y hasta el fin del mundo, de manera incruenta, el Único sacrificio de la cruz. 

FONDOS DE PANTALLA DE JESÚS










FONDOS DE PANTALLA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA
















FONDOS DE PANTALLA DE SAN VALENTÍN















EL EVANGELIO DE HOY: 06.02.2014

Autor: Luis Jesús Rodríguez | Fuente: Catholic.net
La misión de los apóstoles
Marcos 6, 7-13. Tiempo Ordinario. Ser cristiano es vivir según los mandamientos de Cristo y además ser misionero para transmitir a todos los hombres su mensaje.
 
La misión de los apóstoles
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13

Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Oración introductoria

Señor, tú has querido llamarme a ser cristiano, no sólo para estar contigo, sino también para enviarme a predicar tu mensaje a los hombres y mujeres con quienes me encuentre. Te pido en esta oración por las familias cristianas para que sean un verdadero testimonio para el mundo.

Petición

Señor, haz que te conozca más profundamente para amarte más y transmitirte mejor.

Meditación del Papa Francisco

No procurarse ni oro ni plata, ni dinero en sus carteras dice Jesús a los apóstoles, enviados a proclamar el Reino de Dios. Un anuncio que el Señor quiere que hagamos con simplicidad. Esa simplicidad que da paso a la fuerza de la Palabra de Dios, porque si los apóstoles no habrían tenido confianza en la Palabra de Dios, tal vez hubieran hecho otra cosa. La palabra clave del encargo dado por Jesús: «Han recibido gratuitamente, denlo gratuitamente». Todo es gracia y cuando lo que queremos es actuar en un modo en que la gracia es dejada un poco de lado, el evangelio no es eficaz: La predicación del evangelio nace de la gratuidad, del asombro de la salvación que viene, y aquello que me dieron de forma gratuita, tengo que darlo de forma gratuita. Y desde el inicio aquello fue así. San Pedro no tenía una cuenta bancaria, y cuando tuvo que pagar impuestos, el Señor lo envió al mar para pescar y encontrar la moneda dentro del pescado, para pagar. Felipe, cuando se encontró con el ministro de Economía de la reina Candace, no pensaba, "Ah, bien, hagamos una organización para sostener el evangelio..." ¡No! Él no hizo un "negocio" con él: sino que le predicó, bautizó y se fue. (S.S. Francisco, 11 de junio de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta).

Reflexión 

La llamada de Cristo a la fe no es una llamada estática, es una llamada a conocerlo cada vez más para transmitirlo mejor. Ser cristiano no significa sólo vivir según los mandamientos de Cristo, significa además ser misionero para transmitir a todos los hombres su mensaje, que es un mensaje de paz. Sin embargo, esta proclamación del mensaje de Cristo debe respetar la libertad de los hombres de acogerlo o no.

Propósito

Ofrecer mis actividades del día por el familiar que vive más alejado de Dios.

Diálogo con Cristo

Jesús, haz que viva mi vocación de cristiano fielmente, no apegado a las cosas materiales, sino buscando en todo tu mayor gloria. Haz que cumpla mi vocación de evangelizador en el lugar donde Tú me has puesto en esta vida. Te pido que mi familia viva cada día más unida a Ti, y así podamos un día todos gozar para siempre de Ti y de tu Madre Santísima.


"La muerte y resurrección de Cristo son el corazón del cristianismo, eje y soporte de nuestra fe y motivo de nuestra alegría" (Benedicto XVI, Audiencia, 19 de mayo de 2010)




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