miércoles, 31 de diciembre de 2014

RECOMENDACIONES DEL PAPA FRANCISCO PARA FIN DE AÑO: AGRADECER Y PEDIR PERDÓN A DIOS


Papa Francisco frente a imagen del Niño Jesús, en la Basílica de San Pedro. 
Foto: L'Osservatore Romano.

“Agradecer y pedir perdón” a Dios al concluir el año, alienta el Papa Francisco



VATICANO, 31 Dic. 14 / 01:07 pm (ACI/EWTN Noticias).- Al presidir la celebración de las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y Te Deum de agradecimiento por el año que culmina, el Papa Francisco alentó a los fieles a “agradecer y pedir perdón” a Dios.

El Santo Padre subrayó que al terminar el año hoy “alabamos al Señor con el himno del Te Deum y al mismo tiempo le pedimos perdón”.

“La actitud de agradecer nos dispone a la humildad, a reconocer y a acoger los dones del Señor”, indicó.

A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco, gracias a la traducción de Radio Vaticano:

La Palabra de Dios nos introduce hoy, de forma especial, en el significado del tiempo, en el comprender que el tiempo no es una realidad extraña a Dios, simplemente por que Él ha querido revelarse y salvarnos en la historia, en el tiempo. El significado del tiempo, la temporalidad, es la atmósfera de la epifanía de Dios, es decir, de la manifestación del misterio de Dios y de su amor concreto. En efecto, el tiempo es el mensajero de Dios, como decía san Pedro Fabro.

La liturgia de hoy nos recuerda la frase del apóstol Juan: «Hijos míos, ha llegado la última hora» (1Jn 2,18), y la de San Pablo, que nos habla de «la plenitud del tiempo» (Ga 4,4). Por lo que el día de hoy nos manifiesta cómo el tiempo que ha sido – por decir así – ‘tocado’ por Cristo, el Hijo de Dios y de María, y ha recibido de Él significados nuevos y sorprendentes: se ha vuelto ‘el tiempo salvífico’, es decir, el tiempo definitivo de salvación y de gracia.

Y todo esto nos invita a pensar en el final del camino de la vida, al final de nuestro camino. Hubo un comienzo y habrá un final, «un tiempo para nacer y un tiempo para morir», (Eclesiastés 3,2).

Con esta verdad, bastante simple y fundamental, así como descuidada y olvidada, la santa madre Iglesia nos enseña a concluir el año y también nuestros días con un examen de conciencia, a través del cual volvemos a recorrer lo que ha ocurrido; damos gracias al Señor por todo el bien que hemos recibido y que hemos podido cumplir y, al mismo tiempo, volvemos a pensar en nuestras faltas y en nuestros pecados: Agradecer y pedir perdón.

Es lo que hacemos también hoy al terminar el año. Alabamos al Señor con el himno del Te Deum y al mismo tiempo le pedimos perdón. La actitud de agradecer nos dispone a la humildad, a reconocer y a acoger los dones del Señor.

El apóstol Pablo resume, en la Lectura de estas Primeras Vísperas, el motivo fundamental de nuestro dar gracias a Dios: Él nos ha hecho hijos suyos, nos ha adoptado como hijos. ¡Este don inmerecido nos llena de una gratitud colmada de estupor!

Alguien podría decir: ‘Pero ¿no somos ya todos hijos suyos, por el hecho mismo de ser hombres?’. Ciertamente, porque Dios es Padre de toda persona que viene al mundo. Pero sin olvidar que somos alejados por Él a causa del pecado original que nos ha separado de nuestro Padre: nuestra relación filial está profundamente herida. Por ello Dios ha enviado a su Hijo a rescatarnos con el precio de su sangre. Y si hay un rescate es porque hay una esclavitud. Nosotros éramos hijos, pero nos volvimos esclavos, siguiendo la voz del Maligno. Nadie nos rescata de aquella esclavitud substancial sino Jesús, que ha asumido nuestra carne de la Virgen María y murió en la cruz para liberarnos, liberarnos de la esclavitud del pecado y devolvernos la condición filial perdida.

La liturgia de hoy recuerda también que «en el principio – antes del tiempo – era la Palabra... y la Palabra se hizo hombre’ y por ello afirma san Ireneo: Éste es el motivo por el cual la Palabra se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con la Palabra y recibiendo así la filiación divina, se volviera hijo de Dios.

Al mismo tiempo, el don mismo por el que agradecemos es también motivo de examen de conciencia, de revisión de la vida personal y comunitaria, del preguntarnos: ¿cómo es nuestra forma de vivir? ¿Vivimos como hijos o vivimos como esclavos? ¿Vivimos como personas bautizadas en Cristo, ungidas por el Espíritu, rescatadas, libres?  O ¿vivimos según la lógica mundana, corrupta, haciendo lo que el diablo nos hace creer que es nuestro interés?

Hay siempre en nuestro camino existencial una tendencia a resistirnos a la liberación; tenemos miedo de la libertad y, paradójicamente, preferimos más o menos inconscientemente la esclavitud.

La libertad nos asusta porque nos pone ante el tiempo y ante nuestra responsabilidad de vivirlo bien. La esclavitud, en cambio, reduce el tiempo a ‘momento’ y así nos sentimos más seguros, es decir, nos hace vivir momentos desligados de su pasado y de nuestro futuro. En otras palabras, la esclavitud nos impide vivir plena y realmente el presente, porque lo vacía del pasado y lo cierra ante el futuro, frente a la eternidad. La esclavitud nos hace creer que no podemos soñar, volar, esperar.

Decía hace algunos días un gran artista italiano que para el Señor fue más fácil quitar a los israelitas de Egipto que a Egipto del corazón de los israelitas. Habían sido liberados ‘materialmente’ de la esclavitud, pero durante el camino en el desierto con varias dificultades y con el hambre, comenzaron entonces a sentir nostalgia de Egipto cuando ‘comían... cebollas y ajo’; pero se olvidaban que comían en la mesa de la esclavitud.

En nuestro corazón se anida la nostalgia de la esclavitud, porque aparentemente nos da más seguridad, más que la libertad, que es muy arriesgada. ¡Cómo nos gusta estar enjaulados por tantos fuegos artificiales, aparentemente muy lindos, pero que en realidad duran sólo pocos instantes! ¡Y Éste es el reino del momento, esto es lo fascinante del momento!

De este examen de conciencia depende también, para nosotros los cristianos, la calidad de nuestro obrar, de nuestro vivir, de nuestra presencia en la ciudad, de nuestro servicio al bien común, de nuestra participación en las instituciones públicas y eclesiales.

Por tal motivo, y siendo Obispo de Roma, quisiera detenerme sobre nuestro vivir en Roma, que representa un gran don, porque significa vivir en la ciudad eterna, significa para un cristiano, sobre todo, formar parte de la Iglesia fundada sobre el testimonio y sobre el martirio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Y por lo tanto, también por ello rendimos gracias al Señor. Pero, al mismo tiempo, representa una responsabilidad. Y Jesús dijo: «Al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más».

Por lo tanto, preguntémonos: en esta ciudad, en esta Comunidad eclesial, ¿somos libres o somos esclavos, somos sal y luz? ¿Somos levadura? O ¿estamos apagados, sosos, hostiles, desalentados, irrelevantes y cansados?

Sin duda, los graves hechos de corrupción, emergidos recientemente, requieren una seria y conciente conversión de los corazones, para un renacer espiritual y moral, así como para un renovado compromiso para construir una ciudad más justa y solidaria, donde los pobres, los débiles y los marginados estén en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras acciones de cada día. ¡Es necesaria una gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener el coraje de proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles!

La enseñanza de un simple diácono romano nos puede ayudar. Cuando le pidieron a San Lorenzo que llevara y mostrara los tesoros de la Iglesia, llevó simplemente a algunos pobres. Cuando en una ciudad se cuida, socorre y ayuda a los pobres y a los débiles a promoverse en la sociedad, ellos revelan el tesoro de la Iglesia y un tesoro en la sociedad.

Pero, cuando una sociedad ignora a los pobres, los persigue, los criminaliza, los obliga a ‘mafiarse’, esa sociedad se empobrece hasta la miseria, pierde la libertad y prefiere ‘el ajo y las cebollas’ de la esclavitud, de la esclavitud de su egoísmo, de la esclavitud de su pusilanimidad y esa sociedad deja de ser cristiana.

Queridos hermanos y hermanas, concluir el año es volver a afirmar que existe una ‘última hora’ y que existe ‘la plenitud del tiempo’. Al concluir este año, al dar gracias y al pedir perdón, nos hará bien pedir la gracia de poder caminar en libertad para poder reparar los tantos daños hechos y poder defendernos de la nostalgia de la esclavitud, y no ‘añorar’  la esclavitud.

Que la Virgen Santa, la Santa Madre de Dios, que está en el corazón del templo de Dios – cuando la Palabra – que era en el principio – se hizo uno de nosotros en el tiempo, Ella que ha dado al mundo al Salvador, nos ayude a acogerlo con el corazón abierto, para ser y vivir verdaderamente libres, como hijos de Dios.

TARJETAS Y GIFS DE FELIZ AÑO NUEVO 2015







































EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 31 DE DICIEMBRE DEL 2014


Y la Palabra se hizo carne
Adviento

Juan 1, 1-18. Dejar que la luz de la cueva de Belén entre en nuestro entendimiento y sobre todo en nuestro corazón. 


Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-8
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado. 


Oración introductoria
Señor Jesús, ante un año más que termina te suplico humildemente que me concedes vivir junto a Ti el nuevo año, que está por comenzar para que sea una nueva oportunidad de mejorar mi servicio a los demás. Ven, Espíritu Santo, y guía esta oración para que sepa encontrar en ella la luz que guíe mi propósito de crecer en el amor.

Petición
Jesús, no quiero pedirte nada, sino darte las gracias por todos tus beneficios, pues sé que todo lo que soy y todo lo que tengo es un don tuyo.

Meditación del Papa Francisco
Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios.
La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. (Papa Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 4)
Reflexión
Hoy nuestros ojos ven la luz para no andar en tinieblas. Cristo niño se nos presenta como la estrella que guiará nuestros pasos en la noche de la vida, pues cuando la noche es más negra es cuando más brillan las estrellas, es cuando más fuerte brilla Cristo en nuestro corazón.

El ambiente de la Navidad es uno de los períodos que más disfrutamos y que más deseamos. Tal vez si nos dieran a elegir por un estado permanente en nuestra vida escogeríamos la Navidad. No sólo por los regalos, fiestas, turrones y música, sino porque en el fondo resuenan palabras de amor, de esperanza, de perdón que nos gustaría escuchar más a menudo.

En este día nuestros ojos contemplan la imagen de un niño que como todo recién nacido, cautiva por su sencillez, por su hermosura, por su debilidad. Experimentamos la necesidad de prestarle nuestra ayuda y nuestra atención. Esto es lo que admiran nuestros ojos materiales: un niño que llora, duerme y sonríe. Pero nuestros ojos espirituales vislumbran por la fe al Verbo hecho carne por amor a nosotros los hombres.

Está de nuestra parte, por tanto, que nosotros aceptemos esa luz que viene a iluminar nuestro corazón, que viene a traernos la alegría y sobre todo la esperanza y el amor, a pesar de que muchos hombres se esfuercen por apretar los ojos para no ver la Luz que es Cristo. Podemos pensar la imagen de Cristo en el portal a través de un prisma en donde todos sus rayos son rayos que reflejan a un padre bueno, no tirano ni cruel, a un amigo con el que siempre podemos contar, a un hermano que nos prestará su apoyo incondicional para realizar nuestras pequeñas o grandes empresas. Así se nos presenta hoy el Verbo encarnado, como un destello de esperanza y de amor. Sólo necesitamos dejar que la luz de la cueva de Belén penetre en nuestro entendimiento y sobre todo en nuestro corazón.

Propósito
Como parte de la celebración del fin de año, leer un pasaje del Evangelio que hable sobre el amor de Dios.

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por darme tu Palabra para conocer el camino que me puede llevar a la santidad. Gracias por tu amor y por todas las gracias que me has concedido. Me duele mucho el haberte fallado tantas veces, te pido perdón por esas ocasiones que no supe amar, confío en tu misericordia. Te suplico que mis actitudes y actos concretos estén siempre impregnados por el amor.

CADENA DE AMOR


Cadena de amor
La vida es algo misterioso
En la medida que hagamos a los demás, ellos harán con nosotros; la vida es un espejo... 


Por: Padre Llucià Pou Sabaté 



Dicen que un joven iba por carretera en coche, cuando vio a una señora de edad avanzada, fuera de un coche parado, al lado de la carretera. Llovía fuerte y oscurecía, y al verla necesitada, detuvo su coche y se acercó. La señora al verle vestido pobremente tuvo miedo, y el joven le dijo: “Estoy aquí para ayudarla, señora, no se preocupe. ¿Por qué no entra en el coche que estará mejor? Me llamo Renato”. Ella tenía una rueda pinchada y Renato la cambió… la mujer le contó que estaba de paso, y que se encontraba perdida en aquel lugar, sin saber qué hacer, y no sabía cómo agradecer la preciosa ayuda; preguntó qué podía pagarle. Renato respondió: “Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, déle a esa persona la ayuda que ella necesite y acuérdese de mí”...

Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un restaurante más bien pobre. La camarera era joven, muy amable, le trajo una toalla limpia para que secase su cabello y le dirigió una dulce sonrisa... estaba con casi ocho meses de embarazo, le notó cierta preocupación en su cara, y quedó curiosa en saber cómo olvidaba sus problemas para tratar tan bien a una extraña, y le dio pena que trabajara hasta tan tarde, en esas condiciones. Entonces se acordó de Renato. Después que terminó su comida, se retiró...

Cuando la camarera volvió notó algo escrito en la servilleta, en la que había 4 billetes de 500 euros... Leyó entre lágrimas lo que decía: - “Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien”. Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, pensaba en el dinero y en lo que la señora dejó escrito... ¿Cómo pudo esa señora saber cuánto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil... Quedó pensando en la bendición que había recibido, y que últimamente estaba enfadada con su situación y que las cosas no iban bien con su marido; cambió su cara y dibujó una gran sonrisa... Agradeció a Dios y besó a su marido con un beso suave y susurró: -“Todo estará bien: ¡te amo... Renato!”

En la película "Cadena de Favores" vemos esta idea: un niño inicia un movimiento que sugiere que alguien haga un favor grande a tres personas; cada una de esas tres personas ayudará a otras tres, y así sucesivamente, hasta llegar a un nivel donde el incremento geométrico de favores y buenas intenciones logren mejorar el lamentable estado en el que está el mundo. El niño entonces procede a ayudar a quienes más cerca están de el, sin darse cuenta de la extensión de las consecuencias que sus actos conllevan. Efectivamente, uno se puede dejar contagiar de la agresividad que nos rodea, o puede sembrar amabilidad. Uno puede ir a la suya, y construir su destino, o bien hacer el bien, y ayudar a todo el que te necesite.

La vida es algo misterioso, y la historia de Renato sería una cursilada si no fuera porque experimentamos que en nuestras vidas muchas veces es realmente así... en la medida que hagamos a los demás, ellos harán con nosotros; la vida es un espejo... ciertas “casualidades” nos hacen ver que todo lo que uno da, ¡vuelve a uno! Es como si hubiera un espejo que funciona con lo que expresamos; si damos odio nos vuelve odio, si lo que damos a los demás es amor, también lo recibimos. ¿Siempre? Porque a veces parece que no recibimos lo que damos: en realidad lo recibimos siempre, pero de otro modo, pues el fruto más importante de nuestras acciones ya ha crecido en nuestro interior, aunque fuera no germine aparentemente; aunque no siempre se ven los resultados, aún así vale la pena.

La gran estafa de la vida, el engaño, es cuestión de verbos, decía S. Tamaro: “Desde el nacimiento nos enseñan que la vida está hecha para construir y en cambio no es cierto. No es cierto porque aquello que se construye tarde o temprano se derrumba, ningún material es tan fuerte como para durar eternamente. La vida no está hecha para construir, sino para sembrar. En el largo trayecto, desde la hendidura del comienza hasta la del final, pasamos y esparcimos la simiente. Acaso jamás la veamos nacer, porque, cuando brote, nosotros ya no estaremos. No tiene ninguna importancia. Importante es dejar tras de sí algo en condiciones de germinar y crecer”.

La regla de oro siempre es la del Evangelio: hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir.

DOCE CAMPANADAS: FRASES PARA LA MEDIA NOCHE DE AÑO NUEVO


DOCE CAMPANADAS 
FRASES PARA LA MEDIANOCHE DE AÑO NUEVO 


Para el nuevo año te ofrecemos doce frases, como doce campanadas:

1.Agradece el pasado como don de Dios.

2.Vive el presente con esperanzas y creatividad.

3.Di "sí" al paso de Dios por tu vida.

4.Confía, Dios te encomienda cosas grandes.

5.Valora lo pequeño, llegarás a lo grande.

6.Mira a la vida con sencillez y amor.

7.Ten buen humor, pase lo que pase.

8.Perdona y pide perdón.

9.Haz algo por el otro y serás feliz.

10.Atento, Dios te habla cada día.

11.Dios cuenta contigo.

12.Ama la vida, ama al mundo, ama a Dios.


MARÍA, MADRE DE DIOS - 1 DE ENERO DEL 2015


¿Cuándo festejamos a María, Madre de Dios?
Dogma Mariano. María Madre de Dios
¿Existe la festividad de María, Madre de Dios? ¿Por qué se celebra? 
Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net



El primero de enero celebramos a María como Madre de Dios.

María fue la elegida para ser Madre de Cristo y aceptó esta misión al decir “sí” a Dios. Festejamos el tener una Madre en el cielo que nos ayuda y auxilia en nuestras necesidades y nos ama.

Historia

Todo año que se inicia es “Año del Señor”. Sólo con Él se construye el puente que nos conduce del tiempo a la eternidad. Este día, como todos los demás días, debemos rezar a Dios con infinita confianza. Nuestra vida espiritual debe crecer cada año que pasa. Por esto hoy, que es el primer día del año, le pedimos a María Santísima que nos ayude a lograrlo.

Este día es día de precepto, hay que ir a misa. La misa está dedicada a honrar a María, Madre de Dios y de la Iglesia.

María Madre de Dios. María era una joven Israelita que vivía en Nazaret de Galilea y, como todos los Israelitas, esperaba que se cumpliera la promesa de Dios de mandar un Salvador al mundo. María no era una mujer como todas, pues desde siempre Dios había pensado en ella y había nacido sin pecado original.

El Papa Juan Pablo II a lo largo de su Pontificado nos ha recordado constantemente la grandeza de María. Nos recuerda que estamos bajo la protección de María que es Madre de Dios y Madre Nuestra. Gracias al “sí” de María, Dios se hizo hombre.

Con su respuesta, María cambió el rumbo de la historia. Dijo “sí” aceptando con alegría la voluntad de Dios, entregándose a sí misma como colaboradora de Dios y de su plan de salvación.

María fue la elegida para ser la Madre de Dios y ella respondió al llamado “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

La Virgen María nos ayuda a vencer la tentación, conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo.

Si elegimos vivir como hijos de María debemos adoptar varias actitudes:

Abrir nuestro corazón a su amor:

Es dejarnos querer, abandonarnos a su cuidado con total confianza. Ella no se desanima a pesar de nuestros caprichos y debilidades.

Mirarla como nuestra Madre:
Hablarle de nuestras alegrías y penas, contarle nuestros problemas y pedirle ayuda para superarlos.

Demostrarle nuestro cariño:
Hacer lo que a Ella le gustaría que hicieras, que es lo que Dios quiere de nosotros. Acudir a Ella a lo largo del día nos puede ayudar grandemente.

Confiar plenamente en ella:
Todas las gracias que Jesús nos da pasan por las manos de María, y ella mejor que nadie intercede ante su Hijo por nuestras necesidades.

Imitar sus virtudes:
Es la mejor manera de demostrarle nuestro amor.
Debemos aprovechar esta fiesta para ofrecerle a la Virgen el año que comienza, para pedirle su ayuda de Madre para vencer las dificultades y agradecerle su presencia y cuidado maternal en cada momento de nuestras vidas. Al acudir a la Eucaristía, donde está Dios vivo, pedirle que nos ayude a permanecer cerca de María todo el año, porque fue Él quien nos la dio como madre desde el pie de la cruz.

Algunas personas dirán que María no es especial, que eso de que fue Virgen es cuento. Recuerda que fue Jesús mismo quien nos la dejó como Madre (Jn 19, 25-27).

Además, honrar a la Madre es siempre dar gusto al Hijo. A Jesús pues, le agrada cuando decimos cosas bonitas de María, como el “Ave María” del Rosario.

HOY ES NOCHE VIEJA


Hoy es Noche Vieja
Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza.
Por: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net



Se fue un año más.

Al final del año es conveniente hacer un balance de los 365 días, para ver qué se hizo con ese año de vida. Conviene también saldar todas las deudas que se tienen con Dios y con los demás.

Quiero asomarme a la ventana de mi casa y mirar hacia atrás, hacia ese largo camino que he recorrido durante todo el año.

Si algo puedo ver, es que cada día de ese año transcurrido estuvo lleno del amor de Dios. Estoy en deuda con Él; por eso mi primera palabra al final del año es: ¡Gracias!.

Pero, al lado de tantas bondades de ese Dios, está la triste historia de la ingratitud y la mediocridad para con ese gran amigo. Por eso la segunda palabra tiene que ser: "¡Perdóname todos los errores, todas las mediocridades!. ¡Yo sé que me perdonas!"

Pero hay una tercera palabra que quiero decir: "Te pido un gran año para hacer con el una gran tarea, ayúdame a que este año que empieza sea mejor, que valga la pena vivir. Conviértelo en un gran año. Que aquello de "próspero año nuevo" no se quede en una ironía, sino en una verdad.

También quiero, al final del año, saldar cuentas con mi prójimo, quiero sacar de mi espíritu, arrancar, tirar todos los rencores, odios, resentimientos hacia mis hermanos. Quiero terminar el año bien con todos. Quiero poder decir que no tengo malos sentimientos hacia ningún ser humano.

Es hora de pedir perdón a todos los que en el camino he herido, molestado, desairado. A los que tenían derecho a esperar una respuesta y no se la di, a los que necesitaban una palabra de aliento y me quedé con ella. A los que encontré tirados en el camino de la vida, desesperados, tristes, vacíos de Dios y de ilusión, y pasé de largo porque tenía mucha prisa. Quiero pedirles perdón.

Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza.

Es importante recordar que este año será lo que cada uno haga con él. ¿Será el mejor o será el peor? ¿Será uno de tantos, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario? De cada uno de nosotros depende.

Dios que te da ese año nuevo es el que más ardientemente te dice: ¡FELIZ AÑO!

Al Dios que me dio la vida, ¡gracias!.
Al Dios de mis días felices, ¡gracias!.
Al Amor de mis amores, ¡gracias!.
Puesto que al final de la vida me examinarán del amor, perdóname por no haber amado lo suficiente, y concédeme morir de amor.

ORACIÓN POR EL AÑO QUE TERMINA


Oración por el año que termina


Gracias Señor, por todo cuanto me diste en el año que termina.

Gracias por los días de sol y los nublados tristes;
por las tardes tranquilas y las noches oscuras.

Gracias por la salud y la enfermedad
por las penas y las alegrías.

Gracias por todo cuanto me prestaste
y luego me pediste.

Gracias Señor por la sonrisa amable y por la mano amiga,
por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce.
Por las flores y las estrellas por la existencia de los niños
y de las almas buenas.

Gracias por la soledad, por el trabajo por las inquietudes,
las dificultades y las lágrimas.
Por todo lo que me acercó a Tí...

Gracias por haberme conservado la vida y por haberme dado
techo, abrigo y sustento...

Que me traerá el año que empieza?
Lo que Tú quieras Señor.

Pero te pido FE para mirarte en todo, esperanza
para no desfallecer y caridad para amarte cada día más
y para hacerte amar de los que me rodean.

Dame paciencia y humildad, desprendimiento y generosidad.

Dame Señor, lo que Tú sabes que me conviene
y yo no se pedir.

Que tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos
y la mente activas y que me halle siempre dispuesto
a hacer tu Santa Voluntad.

Derrama Señor, tus gracias sobre todos los que amo
y concede Tu paz al mundo entero...

Amén.

ORACIÓN POR LA NOCHE DE FIN DE AÑO 2015


Oración por la noche de fin de año


En estos últimos momentos del año que hoy termina,
heme aquí, Señor, en el silencio y en recogimiento
para decirte GRACIAS,
para solicitarte: AYUDA,
para implorarte: PERDÓN.

GRACIAS,
Señor por la paz, por la alegría,
por la unión que los hombres, mis hermanos, me han brindado,
por esos ojos que con ternura y comprensión me miraron.
Por esa mano oportuna que me levanté,
por esos labios cuyas palabras y sonrisa me alentaron,
por esos oídos que me escucharon,
por ese corazón que amistad, cariño y amor me dieron.

Gracias, Señor por el éxito que me estimuló,
por la salud que me sostuvo,
por la comodidad y diversión que me descansaron.

Gracias, señor... me cuesta decírtelo...
por la enfermedad, por el fracaso, por la desilusión,
por el insulto, por el engaño, por la injusticia,
por la soledad, por el fallecimiento del ser querido.

Tu lo sabes, Señor, cuán difícil fue aceptarlo;
quizá estuve al punto de la desesperación,
pero ahora me doy cuenta
que todo esto me acercó más a Ti.

¡Tú sabes lo que hiciste!
Gracias, Señor, sobre todo por la fe
que me has dado en Ti y en los hombres.

Por esa fe que se tambaleó
pero que Tú nunca dejaste de fortalecer
cuando tantas veces encorvado bajo el peso del desánimo
me hizo caminar en el sendero de la verdad
a pesar de la obscuridad.

AYUDA
Te he venido también a implorar
para el año que muy pronto va a comenzar.
Lo que el futuro me deparará, lo desconozco Señor.
Vivir en la incertidumbre, en la duda,
no me gusta, me molesta, me hace sufrir.
Pero sé que Tú siempre me ayudarás.
Yo te puedo dar la espalda. Soy libre.
Tú nunca me la darás. Eres fiel.
Yo sé que me tenderás la mano.
Tu sabes que yo no siempre la tomaré.
Por eso, hoy te pido que me ayudes a ayudarte,
que llenes mi vida de esperanza y generosidad.
No abandones la obra de tus manos. Señor.

PERDÓN
No podría retirarme sin pronunciar
esa palabra que tantas veces,
te debí de haber dicho,
pero que por negligencia y orgullo he callado,
perdón, Señor, por mis negligencias,
descuidos y olvidos, por mi orgullo y vanidad,
por mi necedad y capricho,
por mi silencio y mi excesiva locuacidad.
Perdón, Señor, por prejuzgar a mis hermanos,
por mi falta de alegría y entusiasmo,
por mi falta de fe y confianza en Ti,
por mi cobardía y mi temor en mi compromiso.
Perdón, porque me han perdonado
y no he sabido perdonar.
Perdón por mi hipocresía y mi doblez,
por esa apariencia que con tanto esmero cuido
pero que en el fondo no es más que engaño a mi mismo.
Perdón por esos labios que no sonrieron,
por esa palabra que callé,
por esa mano que no tendí,
por esa mirada que desvié,
por esos oídos que no presté,
por esa verdad que omití,
por ese corazón que no amó
... por ese Yo que se prefirió.

Señor, no te he dicho todo.
Llena con tu amor mi silencio y cobardía.
GRACIAS por todos los que no te dan gracias.
AYUDA a todos los que imploran tu ayuda.
PERDÓN por todos los que no imploran perdón.
Me has escuchado... ahora, Señor, te escucho...
Amen.

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