lunes, 10 de agosto de 2015

EL CRUCIFIJO DE LOS BESOS


El Crucifijo de los besos
Que Cristo vaya recibiendo las muestras de tu cariño y cuando llegue el momento de la muerte sea la llave que te abra las puertas del cielo


Por: Historias de sacerdotes | Fuente: Catholic.net 




En el maletín de los Santos Óleos, el que utilizo cuando administro el sacramento de la Unción de enfermos en “mi hospital”, tengo un pequeño crucifijo que doy a besar a todos los que reciben esos auxilios espirituales en los momentos de enfermedad, pero sobre todo cuando se encuentran a las puertas de la muerte.

Poco a poco he sido consciente del valor de ese crucifijo, en él están acumulándose los besos, quizá los últimos besos de muchos buenos hombres y mujeres que mueren en cristiano. Las últimas miradas de amor a un Jesús que ha dado la vida por nosotros y desde la cruz nos ofrece la eternidad. Las últimas jaculatorias nacidas del corazón y de una fe profunda que ha movido sus vidas. El último esfuerzo por querer ser todo del Señor.

Puedo aseguraros que es emocionante ver con que cariño besan, miran e incluso aprietan entre sus manos ese pequeño crucifijo, el “crucifijo de los besos”. Estoy convencido, como el buen ladrón, con ese pequeño gesto, muchos han robado el Corazón de Cristo.

Quiero que el crucifijo me acompañe durante mi vida, pero quiero también, si Dios me lo permite, poder tenerlo entre mis manos en la hora de mi muerte, no sólo para unir mis besos, mis miradas, mis jaculatorias a la de tantos hermanos, sino también para aprovecharme de sus méritos y de su intercesión desde el cielo, confiando se acuerden de este sacerdote que les hizo presente al Salvador en el momento final de la existencia terrenal.

Te animo, hermano, hermana, a que tu también tengas tu “Cristo de los besos”, que lo lleves contigo, que lo pongas en tu mesa de trabajo o en tu mesita de noche, para que muchas veces al día y también de la noche puedas mirarlo y sentirte animado a corresponder a tanto amor. Que ese Cristo vaya recibiendo las muestras de tu cariño y cuando llegue el momento de la muerte será la llave que te abra las puertas del cielo. Ese cielo donde la Resurrección de Jesús alcanza toda su dimensión, la dimensión de la Vida Eterna para ti y para mi.

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