viernes, 25 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 25 DE DICIEMBRE - FELIZ NAVIDAD


Y la Palabra se hizo carne
Adviento


Juan 1, 1-18. Solemnidad del Nacimiento de Jesús. Al hacerse hombre, el Hijo de Dios manifiesta su inmenso amor hacia nosotros. 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

Oración introductoria
Gracias, Señor, por esta Navidad. Creo que te hiciste niño para redimirme y mostrarme el amor de Dios Padre. Hoy, como aquellos pastores de Belén, me anuncias la gran noticia: «hoy ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor», ilumina mi oración para saber contemplar este maravilloso misterio de amor.

Petición
Dame la gracia de ir a tu encuentro en esta oración, con las mismas disposiciones que tuvieron los pastores: humildad y apertura

Meditación del Papa Francisco
La Biblia es muy clara: "No había alojamiento para ellos". Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El hijo de Dios entró como un homeless. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo. Imaginemos las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. Y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? A los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos hará bien hacernos también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?
Las preguntas de José siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar.
José era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe. Fue la fe la que le permitió a José poder encontrar luz en ese momento que parecía todo a oscuras; fue la fe la que lo sostuvo en las dificultades de su vida. Por la fe, José supo salir adelante cuando todo parecía detenerse.
Ante situaciones injustas, dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad. Al igual que a José, la fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación. Él está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros. (Homilía de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2015).


Reflexión
Hoy la Iglesia presenta a todo el mundo su grande y único tesoro: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, como un niño indefenso. Todos tenemos urgencia de encontrarnos con Él. Las generaciones lo esperaban con ansia. Grandes signos acompañaban su venida. En torno a su cuna se dan cita las virtudes de la humildad, de la sencillez y de la pureza. La riqueza y la pompa del mundo, sin embargo, no lo descubrieron. Por eso, su nacimiento es una fiesta vivida entre contradicciones.

Al hacerse hombre, el Hijo de Dios manifiesta su inmenso amor hacia nosotros, ¡verdaderamente sus planes son grandiosos! Esa grandiosidad no la puede descubrir el mundo con sus criterios de placeres fáciles, sus sueños de honra y de poder.

Porque todo parece suceder en contra de los cálculos humanos: La virginidad de María, en vez de condenarla a una vida estéril, la hace fecunda. Los auxilios especiales de Dios salvan a José de sus dudas al respecto. Imprevisiblemente María y José se tienen que ir a Belén, ciudad natal de José. A pesar de estas circunstancias tan desagradables, que además no les permiten encontrar lugar en el mesón, se va cumpliendo el plan de Dios - como si nada lo pudiera detener: el Hijo de Dios quiere nacer entre la paja y las bestias del campo; su comité de ingreso lo forman algunos pastores.

Todo ello es una señal inequívoca de que nuestro Dios ama de un modo muy especial a los más desamparados y olvidados, a aquellos cuya única riqueza es Dios. Quería darles la seguridad de su cercanía.

Al hacerse niño, Jesucristo se jugó el todo por el todo. No vino para que otros le sirvieran, sino para enseñarnos desde el primer momento de su vida, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se perdona. Así nos redimió.

Propósito
Con una alegre creatividad, celebrar la Navidad con auténtico espíritu cristiano.

Diálogo con Cristo
Jesús, contemplar el misterio de la Navidad me confirma el gran amor que tienes por cada uno de nosotros. Me doy cuenta de que Tú viniste al mundo para amar y para enseñarme a amar. Ayúdame a vivir como Tú en la entrega generosa y delicada a los demás, que mi actitud sea como la de los pastores, que corra presuroso a procurar el bien en todos y en cada uno de los miembros de mi familia.

FOTOS DEL PAPA FRANCISCO DEL DÍA DE NAVIDAD 2015























¿POR QUÉ CELEBRAMOS LA NAVIDAD EL 25 DE DICIEMBRE?


¿Por qué celebramos la Navidad el 25 de diciembre?
No conocemos la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo, pero es seguro que vino al mundo
Por: P. Pinto



La confusión acerca del origen de la Navidad parte de la dificultad para precisar cuándo comenzó a celebrarse esta fiesta tal como hoy la conocemos.

No conocemos la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo, pero es seguro que vino al mundo entre finales del reinado de Herodes el Grande, rey de Judea, y la muerte de éste, acaecida en lo que hoy designamos el año 4 a.C. Siglos después de la muerte de Jesucristo, diferentes fechas, que van de abril a diciembre, se propusieron para celebrar su nacimiento. El 6 de enero, día en que algunas comunidades creen que Jesucristo fue bautizado, se celebraba como el día de Navidad, y todavía hay grupos cristianos ortodoxos que conmemoran esa fecha.

A mediados del siglo IV, en el Imperio Romano de Occidente se adoptó el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesucristo; esta fecha confirmaba la que hacía dos siglos habían señalado los cristianos romanos como su más solemne celebración.

A finales del siglo IV, los líderes cristianos de Roma determinaron que debía ser observada la Fiesta de Epifanía, un periodo de 12 días desde el 25 de diciembre al 6 de enero.

Con el tiempo, los cristianos de casi todas partes aceptaron el 25 de diciembre como el día de Navidad; esta fecha casi coincide con las celebraciones del solsticio de invierno, el Yule y las Saturnales. También existe un festival judío, la consagración del templo o Hanuka, que se lleva a cabo a mediados de diciembre.



El dies natalis

Al parecer los primeros cristianos no celebraban su cumpleaños (cf., por ej., Orígenes, PG XII, 495), por lo contrario celebraban su dies natalis, el día de su entrada en la patria definitiva (por ej., Martirio de Policarpo 18,3), como participación en la salvación obrada por Jesús al vencer a la muerte con su pasión gloriosa. Recuerdan con precisión el día de la glorificación de Jesús, el 14/15 de Nisán, pero no la fecha de su nacimiento, de la que nada nos dicen los datos evangélicos.

Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre la fecha del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas.

El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.

La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”).

A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.

Una explicación bastante difundida

Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma eldies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año. Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).

Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.

Hay pruebas del Este griego y del Oeste latino donde los cristianos intentaban averiguar la fecha del nacimiento de Cristo mucho antes de que lo empezaran a celebrar de una forma litúrgica, incluso en los siglos II y III.

Otra explicación más plausible

Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).

En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero. La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí.

Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán. El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz. Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento.

“Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).



¿CÓMO SANAR LA TRISTEZA? CINCO RECETAS PARA SUPERAR LA TRISTEZA


¿Cómo sanar la tristeza?. Cinco recetas para superar la tristeza
Es claro que la tristeza nos atañe a todos. Hombres y mujeres, pobres y ricos, viejos y niños. ¡Todos, alguna vez, nos podemos ver inundados por este sentimiento!
Por: Adolfo Güémez 




Es claro que la tristeza nos atañe a todos. Hombres y mujeres, pobres y ricos, viejos y niños. ¡Todos, alguna vez, nos podemos ver inundados por este sentimiento!

La tristeza es un dolor interno causado por la ausencia de un bien. Cuando, por ejemplo, a un niño se le cae la paleta, enseguida llora, porque ha perdido este bien. O si el novio termina a la novia, ésta se sume en la tristeza por haber perdido esta relación que consideraba un bien. Y lo mismo ante una enfermedad, el viaje de un ser querido o, más grave aún, la muerte.

Antes de continuar quiero dejar clara una cosa: estar triste no es sinónimo de estar deprimido. La depresión conlleva tristeza, pero no sólo eso. En la depresión la autoestima de la persona está por los suelos, no siente ilusión por nada, ni por el mismo hecho de superar esta tristeza, y, además, es incapaz de tomar decisiones por sí misma de una manera constante.

Volviendo al tema, lo primero que hay que hacer frente a la tristeza es asumirla.

A veces creemos que no nos merecemos estar tristes. Vemos todo lo que tenemos, lo que somos… y pensamos que no tenemos derecho a entristecernos.



Pero los sentimientos las más de las veces no los escogemos, simplemente se nos vienen. Y si son negativos, el primer paso para superarlos es aceptar que los tengo.  

Lo segundo es aprender a conocernos.

Es muy importante ser capaces de descubrir y de describir lo que sentimos. Si ante la pregunta «¿Cómo estás?», no sabes explicarte, necesitas trabajar en tu introspección.

Y ahora sí, estamos preparados para expresar la tristeza. No temas hacerlo. Callar una emoción no la hará necesariamente desaparecer.

No compartir tu tristeza, es como dejar dentro de tu alma un veneno que poco a poco la va a carcomer hasta llegar a destruirla del todo.

Según Santo Tomás de Aquino, hay cinco recetas para superar la tristeza:

1. Haz algo bueno y que te guste: cuando estés triste, no dejes de consentirte. Toma un chocolate, ve una película, haz ejercicio, sal a una fiesta, escribe tus recuerdos positivos, etc.

2. El llanto: el mismo San Agustín cuenta que cuando se dolía de la muerte de su amigo, sólo en los gemidos y en las lágrimas hallaba algún descanso. Llorar no es malo si la causa que lo suscita es grave. No se trata de un llanto descontrolado, sino proporcional a la causa de la tristeza. No es lo mismo llorar porque perdí un partido, que porque ha muerto un familiar. 

3. La compasión: comparte con tus amigos la tristeza. Ella es como un peso que nos abruma y, por eso, cuando sentimos que hay otros brazos cargándola, su peso se aligera.

Además, cuando alguien me muestra compasión, es porque me ama, y esto hace que la tristeza sea más llevadera.

4. El sueño y el agua: ¡Vaya que es cierto! Cuando estamos tristes, una buena ducha nos reanima. Nos ayuda a retomar energías. A tener más clara la mente para tomar decisiones.

Y el sueño, ¡ni se diga! Como dice San Ambrosio: «el sueño restablece los miembros debilitados para el trabajo, alivia las mentes fatigadas y libera a los angustiados de su pena».

Así que un poco de agua y unas buenas horas para descansar, pueden ser también un remedio que ayude a mitigar la tristeza.

5. El encuentro con Dios en la oración: no hay nadie que nos entienda mejor que Dios. Y por eso el mejor remedio siempre será el encuentro con Él.

Acude al Sagrario, pídele explicaciones –¡sí se vale hacerlo–, no como alguien que exige, sino como un hijo que no entiende. Cuéntale tus penas, y abre los oídos de tu corazón para escuchar lo que Él te quiera decir. 

!SE QUEDÓ SIN NADA!



¡Se quedó sin nada!
Detente un momento ante esa cueva.¿Ves ese niño indefenso? Es Dios, es el único Redentor.
Por: P Mariano de Blas LC 




Quienquiera que seas,
detente un momento ante esa cueva.
¿Ves ese niño indefenso?
Es Dios, es el único Redentor.


Es para ti.
Si te sientes muy pecador…
É1 te dice que tienes perdón.
Si estás muy desesperado…
Él te ofrece la alegría de vivir.
Si eres pobre…
piensa que Él es más pobre que tú
y que es pobre por ti.

Si crees que no hay camino para encontrar la paz…
El es el Camino.
Si crees que todo es farsa y mentira
en la vida y en la sociedad…
Él es la Verdad.
Si crees que la vida no tiene sentido ni valor…
Recuerda que Él es la Vida.

Tú que te has detenido ante muchos palacios,
y tiendas, y salas de fiestas,
sin encontrar lo que buscas…
nada pierdes con intentar
comprar a ese Niño el amor,
la vida y la paz.
Y Él a cambio te pide
una pequeña limosna de amor.

Se quitó los rayos, se quitó la fuerza
y se quedó sólo con el amor.

Si te hacen un pequeño favor,
das las gracias.
Si el favor es muy grande,
sientes la obligación de agradecerlo muchísimo más.

El favor que Dios te hace volviéndose hombre por ti,es mayor que el mar, mayor que el cielo,
mayor que todo.

Pero dime si alguna vez le has dicho ¡gracias!,
como a los que te hacen pequeños favores.

Nadie te ha amado como Él.
Nadie te amará como Él.
Mucho ama el que mucho perdona.
El te ha perdonado lo que nadie te perdonaría.

Pedir una limosna de amor para Él, ¿es mucho pedir?
Vivir la Navidad en paz con Dios,
¿es mucho pedir?

Me atrevería a sugerirte una cosa:
Si tú, como adulto, no sabes amar a ese Niño-Dios,
deja a tus hijos que lo amen,
diles que lo amen por ti,
que disfruten la Navidad por ti.

Se quitó los rayos, se quitó la fuerza
y se quedó sólo con el amor.
Yo me quito la careta de hipocresía,
mi coraza de pecador
y me quedo sólo con la gratitud.

DIME, NIÑO, DE QUIÉN ERES


Dime, Niño, de quién eres…
El misterio santo que hoy celebramos es afirmar que Jesucristo es Dios, es el Verbo hecho carne.
Por: José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián





Alguien dijo que los Evangelios fueron escritos para formular una pregunta e iluminar su respuesta. La pregunta no es otra que la siguiente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (cfr. Mt 16, 15; Mc 8, 29; Lc 9, 20). Mientras que la respuesta se sintetiza en las palabras de San Pedro: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Por su parte, la fe popular, con tanta intuición como belleza, ha situado esta pregunta y esta respuesta, en el mismo momento del nacimiento de Jesús: “Dime, Niño, de quién eres, todo vestidito de blanco… Soy de la Virgen María y del Espíritu Santo”. Esta fe popular expresada en los villancicos, no es sino un eco de la liturgia de Navidad, en la que se ilumina de forma maravillosa el misterio de Jesucristo: “Porque  en el misterio santo que hoy celebramos, Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre nosotros de un modo nuevo: el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra; el eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal para asumir en sí todo lo creado, para reconstruir lo que estaba caído y restaurar de este modo el universo”.

A lo largo de estos dos mil años, la Iglesia ha hecho frente a tres tipos de errores cristológicos, por entender que dan una respuesta equivocada a la pregunta sobre la identidad de Jesucristo: La primera de las herejías cristológicas, conocida como “gnosticismo” o “docetismo”, consistió en negar o minusvalorar la humanidad de Jesús. Jesucristo sería Dios con apariencia humana, pero no verdadero hombre como nosotros. La segunda de las herejías cristológicas, conocida con el nombre de “arrianismo”, negaba —más o menos explícitamente— la divinidad de Jesucristo: Jesús sería considerado Dios solamente en un sentido metafórico, pero no ontológico. Y, finalmente, el tercer tipo de herejía cristológica, conocida como “nestorianismo”, consiste en entender equivocadamente la conjunción de la humanidad y la divinidad de Jesucristo, comprendiendo a Jesús como mitad hombre y mitad dios, como si en él hubiese dos personas: una humana y otra divina.

Una pregunta que procede hacer en este día de Navidad sería la siguiente: ¿cuál de estos errores cristológicos es el que está más presente en nuestros días? O dicho de otro modo, ¿qué aspecto del misterio de Cristo es el que corre el riesgo de quedarse arrinconado, desdibujado, cuando no negado? Sin duda alguna, en el momento presente son más frecuentes las desviaciones ligadas al segundo y al tercero de los errores señalados: la negación o el oscurecimiento de la divinidad de Jesucristo (creer en Jesús como hombre, pero no como Dios); y al mismo tiempo, la incorrecta formulación del misterio de Cristo, refiriéndonos a la humanidad de Jesucristo sin tener en cuenta suficientemente su singularidad. Analicemos algunos indicios de la presencia de estos errores:

En primer lugar, es sintomático el desuso hoy en día, de los títulos cristológicos presentes en la misma Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia: “Cristo”, “Jesucristo”, “Señor”, “Hijo de Dios”, etc.  Corremos el riesgo de sustituir la “Cristología” por una mera “Jesusología”. Incluso, en ocasiones, escuchamos expresiones del tipo “Jesús es un hombre que llegó a ser Dios” o “un hombre en quien Dios habita de una forma especial”, en vez de afirmar explícitamente la divinidad del Señor: Jesucristo es Dios, es el Verbo hecho carne, es el Hijo único del Padre, etc.

Al mismo tiempo, hoy no son infrecuentes las referencias a Jesús como una persona humana, olvidando que en Jesús no hay dos personas (humana y divina), sino una única persona divina. La experiencia nos dice que no debemos prescindir de los términos “persona” y “naturaleza”, utilizados por los concilios cristológicos, so pena de desdibujar nuestra fe en Jesús de Nazaret. Él es una de las personas divinas, la segunda persona de la Santísima Trinidad (el Hijo), y tiene dos naturalezas: divina y humana. Por ello, le confesamos como verdadero Dios y verdadero hombre. Así lo proclama el Credo de la liturgia dominical de la Iglesia. Y no está de más recordar que esta formulación de la fe en Jesucristo nos une tanto a las iglesias protestantes como a las ortodoxas, que están también plenamente adheridas a la fe cristológica de los concilios del primer milenio de la Iglesia.



La conocida “ley del péndulo” tiene también su incidencia en lo que se refiere a la percepción de la figura de Jesucristo. Si en el preconcilio se corría el peligro opuesto de la tendencia “monofisita”, en la que la confesión de la divinidad de Jesucristo anula en la práctica la riqueza de la humanidad de Jesús; posteriormente hemos pasado al riesgo contrario. Cito un párrafo de la conferencia pronunciada en 1995 por Joseph Ratzinger en los Cursos de Verano de El Escorial: “Nuestro peligro actual es el de una cristología unilateral de la separación (nestorianismo), donde la atención centrada en la humanidad de Jesucristo va haciendo desaparecer la divinidad, la unidad de la persona se disgrega y dominan las reconstrucciones de Jesús como mero hombre, que reflejan más las ideas de nuestro tiempo que la verdadero figura de nuestro Señor”.

La superación de esta ley del péndulo, que responde a una falsa dialéctica entre la humanidad y la divinidad, solo la han podido lograr los enamorados del Señor Jesús, es decir, los santos. Estamos celebrando los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, una auténtica enamorada de la humanidad de Jesucristo, que entendió perfectamente que esa humanidad temblorosa que se nos muestra en el pesebre de Belén, es la puerta para penetrar en el misterio trinitario.

¡Os deseo una feliz y santa Pascua de Navidad, y un próspero Año Nuevo!

TAREA DE NAVIDAD


Tarea de Navidad



Jesús aparece en medio de nosotros en Navidad. Quiere sacudir nuestro letargo y ayudarnos a tomar conciencia de las semillas que están dormidas en nuestro corazón. Ellas aguardan que tú les des oportunidad de desplegar su fuerza germinativa y producir abundantes frutos en tu vida. Jesús te visitó con su amor. Él espera que tú lo hagas con los que están a tu lado.

Cuando se termina el canto de los ángeles, cuando se apaga la estrella del firmamento, cuando los reyes vuelven a sus palacios, cuando los pastores se reúnen con sus rebaños, entonces empieza la tarea de Navidad: encontrar al perdido, curar al decaído, alimentar al hambriento, liberar al prisionero, reconstruir las naciones, llevar la paz a los hermanos, hacer música con el corazón.

Si Navidad es amor, la fuerza de esta celebración anual, te motiva y dinamiza para que intentes de nuevo ser, como Jesús, fuente de bondad, consuelo, alegría y paz. Vale la pena volver a intentarlo y permanecer firmes en la tarea asignada. Jesús te acompaña.


Enviado por el P. Natalio

UNA LUZ DE ESPERANZA


Una luz de esperanza




En diciembre de 1914, se acercaba un durísimo día de Navidad, y las tropas británicas y alemanas se enfrentaban a través de un angosto trecho de suelo europeo. Las condiciones imperantes en ambas trincheras eran espantosas, el tronar de los cañones incesante, y el ruido, ensordecedor.

La oficialidad británica había tomado escasas prevenciones para celebrar la Navidad. Tenía órdenes de tratar esa jornada como cualquier otra y seguir peleando. Lo poco que pudieron hacer las cansadas tropas, fue recoger unos restos de ramas secas como patético recordatorio de las festividades que con seguridad, se estarían celebrando en sus lejanos hogares.

Los alemanes estaban mucho mejor organizados. Para elevar la moral de sus tropas, habían hecho enviar canastas con comida y árboles de Navidad a las líneas del frente para estimularlos a pelear mejor.

Pero esta bien planeada estrategia tuvo precisamente un efecto contrario. En lugar de aumentar la agresiva lealtad de los soldados, detuvo por completo las hostilidades. La verdad es que el común de los soldados alemanes no odiaban a sus pares ingleses, y viceversa, y si procuraban matarse unos a otros era pura y exclusivamente por respeto a las órdenes de sus generales.

El espectáculo de todos esos arbolitos afectó muy hondo a los alemanes. Las congeladas tropas británicas escondidas en sus trincheras sintieron alarma y desconcierto ante el repentino y extraño silencio seguido por los acordes de un villancico.

Al asomarse comprobaron asombrados que los soldados alemanes había emergido de sus escondites y ocupaban en actitud pasiva la tierra de nadie. Con cierto temor los ingleses se les sumaron y tuvo lugar una improvisada tregua.

Los villancicos duraron toda la noche, los enemigos cantaron juntos, y a medida que pasaron las horas tuvo lugar un extraordinario intercambio de regalos. Enemigos mortales se estrecharon las manos, e incluso, se abrazaron y mostraron fotografías de sus respectivas familias y durante un breve interludio, la idea de matar se borró de sus mentes.

A la mañana siguiente, día de la Navidad, ocurrió algo aún más insólito. Poniéndose de acuerdo sobre un punto intermedio entre ambas posiciones, ingleses y alemanes protagonizaron lo que debe ser el más raro partido de fútbol en la historia de ese deporte.

IMÁGENES RELIGIOSAS DE FELIZ NAVIDAD

















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