martes, 12 de julio de 2016

COMO INCIENSO


Como incienso…



Hoy te presento un responsorio brevísimo pero muy bonito. Es especial para ambientarte al empezar a orar: ayuda a ponerse en la presencia del Señor con sentimientos de profunda fe y devoción. Ante todo revisa su estructura: repetición de la primera frase, engarce de la tercera con la primera. Y la terminación: “Gloria” y primera frase. Es simple.

V. Suba, Señor, a ti mi oración.
R. Suba, Señor, a ti mi oración.

V. Como incienso en tu presencia.
R. A ti mi oración.

V. Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Suba, Señor, a ti mi oración.

Hermoso símbolo de tu oración es el incienso, humo aromático que sube de las resinas esparcidas sobre brasas. De tu corazón ardiente de amor sube tu oración al Dios Altísimo que hace tanto por ti, porque te ama, y está dispuesto a escucharte y enviarte el auxilio oportuno. El aroma de tu oración humilde es agradable al Señor que conoce tu interior.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 12 DE JULIO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Julio 12



Eres creyente, tienes fe; pero es quizá más importante que reflexiones sobre las exigencias de tu fe.

Si eres creyente, eres el hombre del sí a Dios. La fe te exige vivir ese sí plenamente, con todas sus consecuencias, sean éstas personales, sean de orden comunitario.

Para decir que sí a Dios, tienes que dialogar con Él, a fin de darle tu respuesta, ya que la fe es eso precisamente: la respuesta que el hombre da a Dios, a su Palabra revelada.

Tu diálogo con Dios, tu oración personal, es indispensable para tu vida de fe; si no oras, expones tu vida de fe; orar es para ti una necesidad vital, diaria, lo mismo que la respiración.

Primera y maravillosa exigencia de tu fe: ser toda tu vida, con el Pueblo de los creyentes y en la intimidad de tu conciencia, el interlocutor vivo del Dios vivo.

“En el Evangelio se revela la justica de Dios, por la fe y para la fe, conforme a lo que dice la Escritura: “el justo vivirá por la fe” (Rom 1,17). La fe es la condición única para que la justicia de Dios se revele en nosotros.


* P. Alfonso Milagro

CONECTAR CON DIOS


Conectar con Dios
Don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle.


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com 




Fui a un mercado de frutas y verduras: gente por todas partes, como en los aeropuertos. Un buen anciano salió de su puesto y vino a saludarme. Me dio a probar una de sus mandarinas. Me senté a conversar con él, de su vida, su familia, su salud, sus creencias, sus temores e ilusiones. Se interesó por las mías. Eligió con cuidado y cariño una buena variedad de frutas, las puso en una bolsa y me las dio para el camino. Nos abrazamos y nos despedimos. El anciano y yo conectamos, nuestro encuentro fue encuentro humano que no tuve con los cientos de personas con quienes me crucé por los pasillos del mercado.

A Jesucristo le gusta salir al paso de las personas y detenerse con ellas. Se detiene con la mujer samaritana, con el joven rico, con Zaqueo, con Nicodemo, con el ciego de nacimiento, con la hemorroísa, con los dos de Emaús. No se hace de rogar, sino más bien mendiga nuestra atención: "Si alguno oye mi voz y me abre, cenaremos juntos." (Apoc 3,20) y si le damos tiempo, le damos acogida y le ofrecemos nuestro amor, nos conduce a la soledad y nos habla al corazón (cfr. Os 2,16) y se nos revela: "Si alguno me ama, yo le amaré, y me manifestaré a él." (Jn 14,21)

La experiencia de Dios en esos encuentros va más allá del conocimiento intelectual, es un conocimiento de primera mano de orden sobrenatural. Cuando Dios nos concede la gracia de hacer la experiencia de su amor, es su presencia personal la que nos interpela. En palabras del Card. Ratzinger: "somos alcanzados por el dardo de la Belleza". Esto nos permite alcanzar un conocimiento más real y profundo de Él. Experimentamos confianza, seguridad, plenitud, misericordia, que no son simples sentimientos, sino certezas profundas, certezas de fe, experiencia del amor de una Persona; don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle. Pero andamos siempre de prisa... Las prisas, de cuánto nos perdemos por las prisas, especialmente en la oración.

Cuando oramos, de eso se trata: de conectar con Dios. Orar es tomar conciencia de la presencia de Dios, detenernos con él, someternos a su atracción, dejarnos iluminar por él. Cuando oramos percibimos con la fe algo invisible que nos mueve, una fuerza espiritual dentro de nosotros. Es el Espíritu Santo.

A la oración hay que ir abiertos, deseosos de encontrar a Dios, suplicándole con fuerza: "Entra a tu jardín" Señor (Cant 1,5), quiero estar contigo y escucharte: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Sam 3,9), "Muéstrame tu rostro" (Cant 2,14).

Todos los días, de una u otra forma, Dios sale a nuestro encuentro, como el anciano de la frutería. Podemos detenernos con Él y vivir la experiencia de un encuentro de fe y amor. Siempre saldremos de allí reconfortados y con una bolsa llena de provisiones, como Elías a quien Dios le mandó su ángel y le dijo: "Levántate y come porque el camino es demasiado largo para ti" (1 Re, 19,7) y con la fuerza de la gracia de Dios podremos reemprender el camino con ganas de volver a encontrarlo.

FELIZ NOCHE!!


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...