Mostrando entradas con la etiqueta DOMINGO DE RAMOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta DOMINGO DE RAMOS. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de marzo de 2016

EL DOMINGO DE RAMOS... LOS ESTADOS DE ÁNIMO DE JESÚS


El Domingo de Ramos...estado de ánimo de Jesús
La Pasión de Jesús. El primer día de la semana se pone Jesús en marcha hacia Jerusalén.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 




El comienzo
El primer día de la semana se pone Jesús en marcha hacia Jerusalén. "Caminaba delante de ellos" (Lc). Debían ser entre cincuenta y cien personas, contando hombres y mujeres, los que formaban la peregrinación. El primer kilómetro de subida transcurrió en silencio por parte de Jesús y con una progresiva animación de todos. Animados, pero vigilantes. No quieren que se dé un ataque por parte de los enemigos de Jesús. Están dispuestos a defenderle. Jesús calla, pues sabe bien lo que valen esas valentías, y cómo se va a necesitar mucho más en aquella batalla tan distinta de las que suelen suceder entre los hombres.

Al llegar a la cumbre de la pequeña pendiente de Betania hacia Jerusalén ocurre un hecho significativo. Se paran y habla Jesús, "al llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a esa aldea que veis enfrente y encontraréis en seguida un asna atada, con su pollino al lado; desatadlos y traédmelos. Si alguien os dijera algo, respondedle que el Señor los necesita, y al momento los soltará. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta: ´Decid a la hija de Sión: He aquí que viene a tu Rey con mansedumbre, sentado sobre un asno, sobre un borrico, hijo de burra de carga"(Mt).

Los símbolos
Muchas cosas está diciendo Jesús con ese gesto. Diez siglos antes entró en la ciudad construida por David su hijo Salomón montado en un borrico. Las gentes de la ciudad aclamaron al hijo de David con gritos de hossana. Por otra parte la profecía de Zacarías dice que el Rey de Israel va a entrar en la ciudad del monte Sión montado en un pollino como rey de paz. El hecho de que sea un pollino, y no su madre, muestra lo novedad de los tiempos. La borrica simboliza al antiguo Israel, el pueblo de la Antigua Alianza. El pollino aún no montado por nadie es la montura real y mansa del rey de la nueva alianza. El lenguaje de los símbolos es claro para gentes acostumbradas a leer en ellos. Jesús monta y se reanuda lentamente el camino, que ya es descenso hacia Jerusalén.

La comitiva
"Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. Trajeron el asno y el pollino, pusieron sobre ellos los mantos y le hicieron montar encima". La comitiva crece. Era costumbre entre las gentes reunidas para la Pascua recibir con gritos y cánticos a los nuevos grupos que llegaban. Los acompañantes de Jesús también lo hacen. La figura de Jesús destaca en el conjunto. Las gentes se preguntan quién es el recién llegado. Los que le conocen lo dicen. Era conocido de muchos sus milagros en todas partes y su anuncio del reino de Dios. La resurrección de Lázaro ya había corrido de boca en boca. Muchos venían de Galilea o de otros lugares más frecuentados por el Señor. En aquellos momentos residían en Jerusalén unas cincuenta mil personas, a las que se añadía en campamentos alrededor de la ciudad cuatro veces más de peregrinos. El monte de los olivos estaba muy lleno de gente. De pronto, comienza un entusiasmo que va creciendo y "una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino; las multitudes que iban delante y detrás de él, clamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"(Mt). Es posible que en la mente de muchos, también de los discípulos, estuviese la idea de que por fin se decidía a manifestar claramente su mesianidad y su realeza. Se entusiasman, ponen su mantos a los pies del borriquillo, toman ramas agitándolas, y gritan contentos. Con el alboroto se corre más la voz. Y Jesús acepta la alabanza. En otras ocasiones había rechazado los entusiasmos del pueblo; ahora los quiere, es más: da pie a que se den. Está declarándose rey ante el pueblo en la misma Jerusalén.

La alabanza a Jesús como hijo de David se extiende al cielo en alabanza a Dios: "Hossanna en las alturas". Dios ha tenido misericordia del pueblo y les envía un liberador, un rey de paz y de justicia. ¡Alabado sea Dios!

En el camino
Avanza el grupo entre aclamaciones y le siguen muchos, que se arraciman en torno a Jesús. El avance es lento. La ciudad está a la vista. Entre el monte de los olivos y Jerusalén está el torrente de Cedrón. La vista es magnífica. Enfrente la mole grandiosa del Templo; al norte la torre Antonia donde está la guarnición romana dominando la ciudad; al lado opuesto el palacio de Herodes defendido por tres torres casi inexpugnables; en torno la doble muralla, que protegía la ciudad, palacios deslumbrantes en el monte Sión y casas apiñadas con callejas estrechas. El Templo domina todo con sus murallas ciclópeas, (una auténtica maravilla) con sus puertas monumentales, torres y enormes explanadas, y cubierto de plata y mármol, como una montaña de nieve llena de luz aquella mañana de primavera. Un grito de admiración sale de los peregrinos cuando se comienza a ver el Templo.

Jesús llora
Ante este espectáculo Jesús se detiene, fija su vista en la ciudad y en el Templo, y, ante la sorpresa de todos, llora diciendo: "¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que no solo te rodearán tus enemigos con vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho"(Lc). Pocos días antes, había llorado Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro, porque lo amaba. Ahora llora porque ama a la ciudad Santa, ama a los hombres y a la patria donde ha nacido. Pero ve la realidad, ve la ruina que va a caer sobre ella. En el año 70, después de una rebelión promovida por los celotas, los romanos, guiados por Tito, la cercarán, y pondrán precisamente sus fortificaciones en el monte de los olivos. La batalla fue terrible y el Templo será destruido por completo. En el año 135 ante una nueva rebelión encabezada por Bar Kochba, el emperador Claudio mandó la total destrucción de la ciudad hasta los cimientos, y mandó construir en su lugar una ciudad romana que llamó Aelia Capitolina. Jesús sabe que estos hechos serán duros y terribles. Serán un castigo por la dureza de corazón que va a manifestar especialmente estos días, en que no ha sabido reconocer la paz que viene del cielo. Los que le rodean le aclaman, pero Él sabe bien el valor de lo que tiene delante de los ojos.

Los fariseos
En aquellos momentos "Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él les respondió: Os digo que si éstos callan gritarán las piedras"(Lc). Aquellos hombres no pueden aguantar las aclamaciones a Jesús. Quizá, piensan, se produzca ya el movimiento de masas tan temido, y que Jesús pase de su apostolado con pequeños grupos a uno de masas, llegando a arrastrar a toda la población. Sabemos el odio de muchos de ellos a Jesús y la negación de su mesianidad y de su filiación divina. Más adelante dirán entre sí: "Veis que no adelantamos nada. Todo el mundo se va detrás de Él"(Jn). Las aclamaciones siguen en el Templo a la indignación de los fariseos se unen los escribas y los saduceos. Es de notar que en el Templo los hosanna los decían sobre todo los niños, por eso se quejan al Señor: "¿No oyes lo que dicen éstos? Jesús les contestó: Sí. ¿No habéis leído nunca que de la boca de los pequeñitos y de los niños de pecho te has hecho alabar?"(Mt). Lo alaban como Rey descendiente de David, como había sido vaticinado. Aquellos hombres rechazan su testimonio.

Jesús llega a la ciudad, cura a enfermos y enseña
Jesús entró en la ciudad por la puerta Dorada, cerca del Templo. Allí "se le acercaron unos ciegos y cojos y los curó"(Mt). Después de esto "enseñaba a diario en el Templo y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, con los jefes del pueblo, querían matarlo. Pero no veían cómo lo realizarían, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus labios" (Lc). No podían provocar una revuelta. Pero una vez más Jesús tampoco aprovecha su éxito para conseguir una meta política. Habría podido aprovechar las aclamaciones de la multitud y con gentes dispuestas a todo, que las tenía, hacer grupos de activistas, tomar el poder y hacer valer su ley, superando los abusos religiosos y económicos de los poderosos. Pero no lo hace así, sigue con la predicación, deja que se serenen los ánimos, y al caer la tarde, después de examinarlo todo, vuelve a Betania con los Doce y los demás. A los ojos de algunos parece que no explota el éxito de su aclamación como rey, y de hecho, no actúa como un aspirante a un reinado humano.

Llega la hora de la glorificación
Aquella tarde sucedió algo que llenó de entusiasmo a Jesús y nos revela su mente en aquél día. Se trata de unos gentiles que quieren ver a Jesús. "Entre los que subieron a adorar a Dios en la fiesta había algunos griegos; éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ve

r a Jesús. Fue Felipe y se lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron y se lo dijeron a Jesús. Jesús les contestó: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre"(Jn). Se alegra Jesús con los primeros frutos de fe en aquellos que vivían lejos del pueblo elegido. Pero lo central en su pensamiento y su corazón es la cercanía de su muerte y la gloria del Padre. Por eso dice: "En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. Si alguien me sirve que me siga, y donde yo estoy allí estará también mi servidor; si alguien me sirve, el Padre le honrará". Grano de trigo que muere, fecundidad tras el morir, ser el siervo de Yavé que lleva sobre sí los pecados y la muerte, fecundidad unida al sacrificio.

El estado de ánimo de Jesús
¿Y cual era el estado de ánimo de Jesús? Él mismo lo dice: "Ahora mi alma está turbada". Sentimiento de dolor, de angustia, de preocupación, de conciencia de lo que va suceder. Hay lucha en su interior. Pero se crece ante esta turbación de su alma; "y ¿qué diré?: ¿Padre, líbrame de esta hora?". No quiere la liberación del dolor, quiere la liberación del pecado. Sabe que éste es el momento crucial de la entrega y el sentido de su vocación. Sabe que es el mediador único, el sacerdote de la nueva alianza, y añade: "sí; para eso vine a esta hora. ¡Padre, glorifica tu nombre!". Es un grito que sale del alma, es una oración externa de lo que bulle intensamente en su interior. Quiere la gloria del Padre por encima de todo. Y entonces el Padre responde, y "vino una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré"(Jn). La gloria con que había de glorificar al Hijo es su unión total; la gloria que vendrá será la nueva vida resucitada.

El juicio de este mundo
"La multitud que estaba presente, decía: Ha sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. Jesús respondió: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Decía esto señalando de qué muerte iba a morir"(Jn). La cruz se anuncia cada vez más clara en sus palabras: el pecado y el diablo van a ser vencidos del único modo que ellos no pueden deformar: con la humildad y el amor. "La multitud le replicó: Nosotros hemos oído en la Ley que el Cristo permanece para siempre; entonces, ¿cómo dices tú: Es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre? ¿Quién es este Hijo del Hombre?". Muerte y vida parecen inconciliables. El Cristo vive para siempre, pero quiere pasar por la muerte; éste va a ser el hecho central de aquellos momentos. Aceptar esto va ser el centro de la fe; el eje para acceder a la inteligencia de Dios mismo y de su enviado Jesucristo. "Jesús les dijo: Todavía por un poco de tiempo está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que las tinieblas no os sorprendan; pues el que camina en tinieblas no sabe a dónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz. Jesús les dijo estas cosas, se marchó y se ocultó de ellos"(Jn). Las tinieblas lo llenarán todo dentro de poco. No deben confiar sólo en sus propias luces, deben crecer en la fe, entrar en la sabiduría de Dios, en la sabiduría de la cruz. La falta de visión sobrenatural llevará a no entender nada y huir de aquel amor total.

Jesús calla
Acaba el día y Jesús desanda el camino de Jerusalén a Betania. El silencio llena los corazones. Alegría por los hosannas, pero sorpresa por la vuelta silenciosa. Jesús calla. Durante aquella noche seguirá hablándoles del sentido de todo lo que está pasando, para que entiendan. Pero entender no era fácil. Va a ocurrir aquellos días el misterio más grande de la historia, el misterio de un amor de verdad.

PAPA FRANCISCO EN DOMINGO DE RAMOS: RENUNCIEMOS AL EGOÍSMO, AL PODER Y A LA FAMA








Papa Francisco en Domingo de Ramos: Renunciemos al egoísmo, al poder y a la fama
Por Alvaro de Juana



 (ACI).- En la homilía del Domingo de Ramos, el Papa Francisco ofreció un consejo para seguir el camino de Jesús: la humildad y la renunciar al egoísmo, el poder y la fama.

“El camino del servicio, de la donación, del olvido de uno mismo. Podemos aprender este camino deteniéndonos en estos días a mirar el Crucifijo, la ‘catedra de Dios’, para aprender el amor humilde, que salva y da la vida, para renunciar al egoísmo, a la búsqueda del poder y de la fama”.

“Estamos atraídos por las miles vanas ilusiones del aparentar, olvidándonos de que el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene; con su humillación, Jesús nos invita a purificar nuestra vida. Volvamos a él la mirada, pidamos la gracia de entender algo de su anonadación por nosotros; reconozcámoslo Señor de nuestra vida y respondamos a su amor infinito con un poco de amor concreto”, concluyó.


Al inicio de la homilía, el Pontífice afirmó que “hemos hecho nuestro aquel entusiasmo, agitando las palmas y los ramos de olivo hemos expresado la alabanza y el gozo, el deseo de recibir a Jesús que viene a nosotros”.

“Del mismo modo que entró en Jerusalén, desea también entrar en nuestras ciudades y en nuestras vidas. Así como lo ha hecho en el Evangelio, cabalgando sobre un simple pollino, viene a nosotros humildemente, pero viene «’en el nombre del Señor’: con el poder de su amor divino perdona nuestros pecados y nos reconcilia con el Padre y con nosotros mismos”. 

Francisco aseguró que en aquel entonces “nada pudo detener el entusiasmo por la entrada de Jesús” y pidió “que nada nos impida encontrar en él la fuente de nuestra alegría, de la alegría auténtica, que permanece y da paz; porque sólo Jesús nos salva de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tristeza”.

“Sin embargo, la Liturgia de hoy nos enseña que el Señor no nos ha salvado con una entrada triunfal o mediante milagros poderosos”, señaló a continuación.

A su vez, Francisco recordó que “Jesús se despojó de sí mismo: renunció a la gloria de Hijo de Dios y se convirtió en Hijo del hombre, para ser en todo solidario con nosotros pecadores, él que no conoce el pecado”. Pero “no solamente esto: ha vivido entre nosotros en una condición de esclavo”.

Así pues, “nos ha enseñado con el ejemplo que nosotros tenemos necesidad de ser alcanzados por su amor, que se vuelca sobre nosotros; no puede ser de otra manera, no podemos amar sin dejarnos amar antes por él, sin experimentar su sorprendente ternura y sin aceptar que el amor verdadero consiste en el servicio concreto”.

“Humillado en el espíritu con burlas, insultos y salivazos; sufre en el cuerpo violencias atroces, los golpes, los latigazos y la corona de espinas desfiguran su aspecto haciéndolo irreconocible. Sufre también la infamia y la condena inicua de las autoridades, religiosas y políticas: es hecho pecado y reconocido injusto”.

El Obispo de Roma aseguró también que Jesús, “para ser en todo solidario con nosotros, experimenta también en la cruz el misterioso abandono del Padre”.

“Pienso en tanta gente, tantos marginados, tantos refugiados, tantos prófugos… tantos que no quieren asumir la responsabilidad de su destino”, agregó.

“Suspendido en el patíbulo, además del escarnio, afronta también la última tentación: la provocación a bajar de la cruz, a vencer el mal con la fuerza, y a mostrar el rostro de un Dios potente e invencible. Jesús en cambio, precisamente aquí, en el culmen del anonadamiento, revela el rostro auténtico de Dios, que es misericordia”.

Por tanto, “si el misterio del mal es abismal, infinita es la realidad del Amor que lo ha atravesado, llegando hasta el sepulcro y los infiernos, asumiendo todo nuestro dolor para redimirlo, llevando luz donde hay tinieblas, vida donde hay muerte, amor donde hay odio”.

El Santo Padre explicó también que “Él renunció a sí mismo por nosotros” y exclamó: “¡Cuánto nos cuesta a nosotros renunciar a alguna cosa por él y por los otros!”. 

LA ENTRADA TRIUNFAL - DOMINGO DE RAMOS


Una entrada triunfal
Acompañemos a Jesús y ...no lo abandonemos apenas se hagan sentir los vientos de la contrariedad que se avecina. 


Por: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma | Fuente: Catholic.net 




Todos hemos sido testigos (al menos por televisión) de alguna entrada triunfal. No sé. Por ejemplo, en el mundo del deporte, cuando cualquier selección nacional o competidor individual, del deporte que sea, vuelve a casa ostentando algún trofeo significativo.

En ocasiones como esas, los triunfadores se ven recibidos muchas veces por grandes masas que les envuelven en aplausos y ovaciones. Cosa laudable, ciertamente. Es un modo de reconocer y premiar su esfuerzo y el buen papel que han hecho en representación del propio país.

Esto ha ocurrido a lo largo de los siglos y sigue ocurriendo en nuestros días. Y no sólo en el deporte, sino también en el ámbito político y social, en el mundo del espectáculo, en el campo religioso. Grandes líderes, poderosos estadistas o militares y otros personajes famosos han ido prolongando hasta nuestros días la cadena de las entradas triunfales que adorna la historia de la humanidad.

Paradójicamente muchas de esas entradas triunfales esconden y conllevan contradicciones significativas. Cuántos individuos que se encontraban armando un barullo enorme con sus gritos eufóricos de bienvenida y felicitación, a los pocos días están poniendo pinto y mandando poco menos que a la tumba a uno o a varios de esos mismos jugadores, al constatar ahora sus errores en el terreno de juego.

Cuántos, contagiados de nuevo por la masa, se vuelven de repente contra sus líderes o ídolos blandiendo con furia actitudes y sentimientos radicalmente opuestos a aquellos con los que acogieron su entrada gloriosa poco antes.

Esto acaece hoy y acaeció hace 21 siglos. La historia se repite. Sí. Hace dos mil años alguien protagonizó una entrada triunfal imponente. A juzgar por las crónicas fidedignas que conservamos, debió ser algo apoteósico. Fue en Jerusalén. Allí por el año 33 de nuestra era. Jesús de Nazaret, gran profeta en palabras y en obras, montado sobre un pollino, entraba triunfalmente en la gran urbe, en la ciudad santa. Nada menos.

Por lo que cuentan los testigos oculares la algarabía fue mayúscula. Uno de ellos, Mateo, comenta que una gran muchedumbre empezó a rodearlo y a gritar profecías mesiánicas y a extender sus propios mantos y ramaje de los árboles, a modo de alfombra, por donde iba pasando. Y esto era sólo el inicio...

El tumulto engordaba visiblemente segundo tras segundo. Fue corriéndose la voz a un ritmo de vértigo. La gente empezó a enterarse de que llegaba aquel a quien se atribuían milagros y curaciones fuera de serie; aquel que había resucitado muertos, limpiado leprosos, devuelto la vista a ciegos y el habla a mudos; aquel que había dado de comer a miles con unos cuantos panes y dos peces.

Y el revuelo siguió avanzando incontenible como pólvora encendida. Hasta tal punto que, como asegura el mismo Mateo -que estuvo allí-, al entrar a Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Toda, hasta los muros de sus casas y las piedras de sus calles parecían inquietarse como queriendo también ponerse a pegar gritos.

Tal debió ser la conmoción general que algunos fariseos (enemigos del gran Profeta) le instaron a que reprendiese y silenciase a sus seguidores. A lo que el mismo Jesús respondió: os aseguro que si estos callan, gritarán las piedras. Total, que hasta sus mismos enemigos (los del equipo contrario), no pudieron menos que recriminarse unos a otros: ¿veis cómo no adelantáis nada?, todo el mundo se ha ido tras él. Esto último lo cuenta Juan que lo vivió y sin perderse detalle...

Vamos, que la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén parecería haber sido un éxito rotundo y aplastante a más no poder.

Pero la paradójica contradicción que ha acompañado a tantas entradas triunfales, marcó asimismo la Jesús de Nazaret. Sí, a Jesús, verdadero Mesías, le tocó a su vez comprobar que el fervor contagioso que se apoderó de la masa aquel día, no llegó al corazón de muchos; se quedó en la piel y se esfumó como neblina pasajera. Jesús, verdadero Rey, también constató cómo bastantes de los que extendieron sus mantos por aquel camino ante el paso de su cabalgadura, lo hicieron horas después, con igual reverencia, ante el paso de sus efectivos reyes: el dinero o el placer. El, verdadero Hijo de Dios, tuvo que encajar en su ánimo el despiadado golpe de aquellos gritos desaforados ¡crucificale!, ¡crucifícale!, escupidos por las mismas bocas que hace unos días le cubrían de vivas y Hosannas. Amarga paradoja. Sin duda.

Queridos cristianos, estamos por conmemorar, un año más, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén con la celebración del Domingo de Ramos. Nosotros, los que nos decimos cristianos, ¿porqué no hacemos que esa historia no se repita en lo que tiene de contradicción, de incoherencia y de traición por parte de los seguidores de Cristo?

Sí, entremos con El en Jerusalén. Gritemos, con fe y amor sinceros, sonoros "vivas" y "Hosannas" a nuestro Rey y Señor. Renovemos la ilusión y entusiasmo en la vivencia valiente de nuestra pertenencia a su Reino, a su Iglesia.

No lo abandonemos apenas se hagan sentir los vientos de la contrariedad que se avecina. Resistamos fuertes en la confianza y el amor. No lo traicionemos ante la sombra de la condena y de la cruz. Acompañémosle como fieles e incondicionales también el Jueves y el Viernes Santo y lleguemos con Él hasta el Domingo de Resurrección.

En fin, permanezcamos a su lado toda la vida hasta el día glorioso de nuestra propia y definitiva entrada triunfal con Él en el cielo.

CAMINEMOS ESTE DOMINGO DE RAMOS JUNTO A CRISTO Y AL PAPA FRANCISCO


sábado, 19 de marzo de 2016

¿CUÁL ES EL SENTIDO VERDADERO DE LAS PALMAS DE DOMINGO DE RAMOS?

¿Cuál es el sentido verdadero de las palmas de Domingo de Ramos?


 (ACI).- Este domingo millones de católicos alrededor del mundo acuden a las iglesias para iniciar la celebración de la Semana Santa con el Domingo de Ramos, recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cuando fue recibido por sus discípulos y la población con palmas y ramos de olivo.

¿Cuál es el verdadero sentido de estas palmas una vez bendecidas?

Luego de ser bendecidas muchos fieles suelen colocarlas en algún lugar privilegiado del hogar y las utilizan como un sacramental, es decir, como “signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia” (CIC 1667).

“Sin embargo muchas personas acostumbran colocar las palmas benditas detrás de la puerta como amuletos, las utilizan con fines curativos o para mantener alejados a los malos espíritus o a los rateros, lo cual es una superstición”, advierte el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME).

Esta creencia, según esta institución, es errónea debido a que “el verdadero sentido de las palmas en nuestro hogar es tener presente que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar”.

Una vez haya culminado la Semana Santa, se sugiere llevarlas “a la iglesia para que sean quemadas y emplear su ceniza precisamente en el ‘Miércoles de Ceniza’, principio de la próxima Cuaresma”, concluye el SIAME.

Se estima que existen 2600 especies de palmas pero la planta que produce las hojas que se usan el Domingo de Ramos solo puede sobrevivir en climas tropicales o subtropicales.

Antiguamente, por razones geográficas, muchas iglesias no podían conseguirlas así que las sustituían por otra planta local como el olivo o el sauce.

En los lugares donde no se pueden encontrar palmas o están en peligro de extinción, como es el caso de Colombia o Ecuador con las “palmas de cera”, se pueden utilizar ramas de olivo, saúco, abeto o de otros árboles.

En el "Caeremoniale Episcoporum", libro que contiene los ritos y ceremonias latinas de la Iglesia Católica, se sugiere que en estos casos, al menos se le adjunten a las ramas de olivo flores o cruces hechas de palma.



A continuación, una oración para colocar las palmas benditas en casa:

Bendice, Señor, nuestro hogar.

Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
sé Tú, el Rey en nuestro hogar.

Amén.

domingo, 29 de marzo de 2015

REFLEXIÓN PARA EL DOMINGO DE RAMOS


Reflexión para el Domingo de Ramos


Con el Domingo de Ramos iniciamos la Semana Santa, es hora de completar la conversión personal a la que Jesus nos invita en cada Cuaresma.


Por: Hna. Francisca Sierra Gómez | Fuente: Alforjas de Pastoral



No podemos empezar esta reflexión sin dirigirnos directamente a Jesús, y lo vamos a hacer ya: "Jesús, quiero pedirte luz, sentimientos, sensibilidad para comprender lo que pasaste cuando entraste triunfalmente en Jerusalén. Hoy quiero comprender el porqué de lo que hiciste y el porqué de tu llanto. Por eso te pido que sepa estar atenta y no perderme ningún momento de esta escena".

Leamos con muchísima atención, lo que nos narra el Evangelio de Lucas, en el capítulo 19, versículo 29-44, y en el capítulo 13,34-35:

Dicho esto, caminaba delante de ellos subiendo a Jerusalén. Cuando ya estaba cerca de Betfagé y Betania, junto al Monte llamado de los Olivos, envió a dos discípulos diciendo: "Id a la aldea de enfrente. Al entrar, encontraréis un borriquillo atado sobre el que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Si alguno os pregunta por qué lo desatáis, le diréis así: "El Señor lo necesita". Los enviados fueron y lo encontraron tal como les había dicho. Mientras desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron: "¿Por qué desatáis al borriquillo?". Ellos replicaron: "El Señor lo necesita". Y lo llevaron a Jesús. Y echando sus mantos sobre el borriquillo, montaron a Jesús. Mientras Él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todos los prodigios que habían visto, exclamando: "¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!". Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: "¡Maestro, reprende a tus discípulos!". Él respondió: "Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras". Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella diciendo: "Si supieras también tú en este día lo que te lleva a la paz... Pero ahora está oculto a tus ojos, porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de un vallado, te cercarán y te estrecharán por todas partes, y te aplastarán contra el suelo, a ti y a tus hijos que estén dentro de ti. Y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.

Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados... ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como el ave a sus polluelos bajo las alas, y no quisisteis! Pues sabed que vuestra casa va a quedar desierta. Pero os digo que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis "Bendito el que viene en nombre del Señor".

Faltan cinco días para celebrar la Pascua y Jesús, que está en Betania, decide hacer su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén. Prepara toda la comitiva y se dirigen hasta esta ciudad. Y cuando ya ha salido de Betania y se hallan enfrente de Betfagé, entonces ocurre un momento histórico y sorprendente: Jesús le dice a sus discípulos que vayan a la aldea que está enfrente, que cojan allí el pollino que está atado, que lo traigan; y cuando lo han traído ya, Él se monta sobre el pollino y empieza la comitiva hacia Jerusalén. Todo está perfecto. Cuando va entrando, toda la multitud que le ve entrar así, comienza a gritar: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna! ¡Hosanna al hijo de David!". Pero Jesús, al ver la ciudad, al ver todo lo que ha pasado en ella, todo lo que ha hecho en ella, todo el bien que ha hecho, todo lo que ha querido para ella... lloró. Y ese llanto fue como una espada de dolor en su corazón. Los sacerdotes, los escribas que ven toda esta multitud, critican a los discípulos y les reprenden: "¿Por qué hacen eso? ¿Por qué este tumulto?". Pero Jesús, una vez más se da cuenta de que no le reciben, de que no le quieren, y se vuelve otra vez a la aldea de Betania.

¡Qué escena tan sentimental y tan conmovedora! En plena oración con Jesús, vamos a sentir lo que Él sentía en estos momentos... En primer lugar, vemos un Jesús deseoso de ya llegar a su Pasión. Y como todos esperan una entrada triunfal, Él les va a manifestar cómo es su triunfo, cómo es su Reino. Y se monta sobre un pollino. Un pollino: este animal que era usado como el símbolo de la paz, de la mansedumbre, de la humildad. ¡Y qué suerte tuvo este borriquillo! -yo me pregunto muchas veces-, ¡qué suerte tuvo este borriquito que tuvo en él y se montó en él Jesús, y lo tuvo por trono! Me recuerda ese salmo 72 que dice: "Como un borriquito soy yo delante de ti, / pero estaré siempre a tu lado / porque Tú me has tomado de tu diestra". Qué salmo... y qué bonito, ¿no?... ver a Jesús también así. ¡Y qué suerte si yo pudiera llevar a Jesús en mi trono!

Y continuamos y vemos a Jesús que, al divisar la ciudad de Jerusalén, y ver toda esa multitud que realmente sale y le aclama y le dice: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene!" -los niños, con palmas, con todo-, vio la falsedad de toda esta multitud. Qué forma de aclamarle: "¡Hosanna!", cuando a los pocos días: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!". Y me hace pensar muchas veces en mi propia historia, que tan pronto estoy aclamando, como estoy haciendo daño. Y esto le duele a Jesús. Es la historia de mi vida, es la historia de la misericordia de Dios sobre mí. Y cuando Jesús ve y divisa Jerusalén, cuando Jesús divisa mi vida, llora y me dice: "¡Jerusalén, Jerusalén, Jerusalén... cuántas veces he querido recogerte! ¿Cuántas veces te he querido cubrir como el ave o la gallina cubre a sus hijos debajo de sus alas, y tú no has querido?". ¡Cuánta rebeldía, Señor! La historia de mi vida se compone de todo esto... ¡Cuántas veces, Jesús, has pasado por mi vida y te has hecho el encontradizo! ¡Cuántas gracias ordinarias y extraordinarias he tenido en mi vida, y no me he dado cuenta! Y Tú, al verme, lloras y me dices: "Si te dieras cuenta... si tuvieras un corazón sensible... si tuvieras unos ojos abiertos para ver cómo Yo estoy actuando en tu vida...". Pero yo también te digo hoy: "Sé que mi historia, Jesús, es una historia de amor contigo, y que tu misericordia cubre todo..."

Hoy me quedo triste y viendo cómo Jesús llora y se lamenta. Dice el texto del Evangelio que cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró por ella. Y lloró y se lamentó en alta voz. Y vio la desgracia que le ocurría y sollozó: "¡Ay de ti...!". El llanto tuyo, Jesús, me impacta. ¿Llorarás mucho sobre mi vida actual? ¿Llorarás al verme? ¿Te daré tanta pena?... Pero no, Jesús, yo no me quiero quedar ahí. Quiero saber que Tú me quieres, que entro en tu misericordia, que entro en tu amor. Y quiero ser, como decía antes, ese humilde borriquito. Que sólo sirva para eso, nada más: sólo sirva para llevarte. Y que ahí, con esas características, sencillamente, humildemente, pueda tenerte sobre mí.

Todo el texto de hoy, con un empiece de una semana de Pasión, me lleva a verte a ti, a sentirte, a quererte, a comprenderte. ¡Qué grande eres, Señor! Me figuro la escena, y estoy ahí... y veo la multitud que alaba, que grita, con palmas, los niños... Y te veo a ti, triste, acongojado, lamentándote, sollozando y diciendo: "¡Qué pena! Si se dieran cuenta de lo que está pasando en su vida... ¡Qué pena!". Y Tú también me miras a mí y me dices lo mismo: "Si te dieras cuenta de algo..., si te dieras cuenta de todo el amor que te tengo, si te dieras cuenta de cómo estoy trabajando tu vida y de cuántas gracias y de cuántos momentos y de cuántas actitudes estoy dándote y regalándote!".

En este encuentro nos quedamos así, pensando y encontrándonos con la mirada de Jesús: Jesús mira a Jerusalén, Jesús me mira a mí. Y en silencio, ahí, en la profundidad del amor, comprendemos el llanto de Jesús, el amor enorme, y lo que me dice: que me dé cuenta, que me despierte, que no grite "¡Hosanna!" y al rato "¡Crucifícale!". Y que le puedo crucificar continuamente, con mis palabras, con mis gestos, con mis acciones.

Señor, no quiero verte llorar sobre mi vida, y quiero ser humilde, buena, obediente, fiel. Haz, Señor, que mi vida no sea un llanto para ti, sino que sea una continua alabanza de tu amor y una continua alegría. Y que pueda decir "¡Hosanna, Jesús, porque me quieres! ¡Hosanna, porque me perdonas! ¡Hosanna, porque Tú eres mi Rey!". Y yo, como humilde borriquito, te llevaré en mi trono, Señor. Gracias.

LA ENTRADA DE CRISTO A JERUSALÉN

La entrada de Cristo a Jerusalén.
Meditaciones para toda la Cuaresma
Domingo de Ramos. ¿Qué tanto soy capaz de seguir a este Cristo, que como rey, va a ser sacrificado por mí?


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




El día de hoy para acompañar a Cristo en su pasión, su muerte y su resurrección, vamos a centrar nuestra reflexión en la entrada de Cristo a Jerusalén

La entrada Mesiánica de Jesús en Jerusalén, tal como la presenta San Juan, se encuentra centrada en un contexto muy particular. No hay que olvidar que los evangelios son una carga espiritual, teológica, de presencia de Cristo. Por así decirlo, son un retrato descrito.

San Juan ubica la entrada de Cristo en Jerusalén, por una parte, en el contexto de la unción de Betania, en la que se ha vuelto a hablar de la resurrección. Junto con este aspecto de la resurrección aparece, como sombra constante, la determinación de los sumos sacerdotes para deshacerse de Cristo. Y como un segundo trasfondo de la entrada de Cristo en Jerusalén está el contexto del discurso de Jesús sobre el grano de trigo que tiene que caer y morir para dar fruto.
Dice el Evangelio: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto". En el texto del grano de trigo se vuelve a repetir el mismo dinamismo que se encierra en la voz de "lo he glorificado", junto con la conciencia clara de la presencia inminente de la pasión.

A nosotros nos llama mucho la atención que todo el misterio de la entrada de Jesús en Jerusalén quiera estar enmarcado en este contraluz de muerte y resurrección (el grano de trigo que muere para poder dar fruto), pero, independientemente de que pueda ser un poco literario, este contexto nos permite ver lo que es exactamente la entrada de Cristo en Jerusalén.

Por una parte vemos que el pueblo realiza lo que estaba escrito que tenía que realizar: "Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, se dieron cuenta de que esto estaba escrito sobre él, y que era lo que le habían hecho".

Por otra parte, la voz del pueblo es un signo que indica lo que Cristo es verdaderamente: "Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel". Sin embargo, como tantas veces sucede con Cristo, los hombres actúan sin saber que están actuando de una forma profética. El pueblo no sabe lo que hace, pero aclama el triunfo y el éxito maravilloso de un taumaturgo que resucitará. Además, las palabras de la gente tienen un total carácter de proclamación mesiánica, por la que Cristo se presenta como liberador de Israel. Y así, Cristo cumple un gesto mesiánico que Zacarías había profetizado: "No temas, hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna". Cristo se sienta en el asno, aceptando con ello el que se le proclame Rey, realizando así la profecía de Zacarías.

Sin embargo, esto no obscurece su conciencia de que su mesianismo no es de tipo mundano, sino que esta unción como Mesías, esta proclamación, es el camino que lo va a llevar a la cruz. No hay que olvidar que el Mesías es el que resume, en sí mismo, todos los símbolos de Israel: el profeta, el sacerdote, el rey. Y como dijo el mismo Cristo, es el profeta que va a morir en Jerusalén, y es el sacerdote que llega hasta donde está el templo para ofrecer el sacrificio.

Pero, junto con esta visión externa que nos puede ayudar a preguntarnos: ¿qué tanto soy capaz de seguir a este Cristo, que como rey, profeta y sacerdote va a ser sacrificado por mí?, yo les invitaría a contemplar el alma de Cristo, el interior de Cristo en su entrada a Jerusalén.

El alma de Cristo tiene ante sí, con una gran claridad, el plan de Dios sobre Él. Cristo sabe que Dios ha querido unir su glorificación con el misterio de la pasión. Es una gloria que pasa a través de la infamia y del rechazo de los hombres, una gloria que pasa por la paradoja de los planes de Dios, una gloria que quiere pasar por la total donación del Hijo de Dios para la salvación de los hombres.

Cristo tiene claro en su alma este plan de Dios, y con toda libertad y con toda decisión, lo acepta. Él sabe que al ser proclamado Rey, y al entrar en Jerusalén como Mesías, está firmando la sentencia que le lleva al sacrificio, y sin embargo, lo hace. Entonces los fariseos comentaban entre sí: "¿Veis cómo no adelantáis nada?, todo el mundo se ha ido tras él". Él sabe que la exaltación real que a Él se le dará cuando sea levantado, es la de la cruz, la del cuerpo para el sacrificio.

La cruz será su gloria de dominio, será su palabra profética de discernimiento y también será la unción con la que su cuerpo será marcado como sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza. La cruz será su trono de dominio desde el que Él va a atraer a todos los hombres hacia sí mismo: "Y cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". En su alma aparece el deseo de donarse, porque ha llegado la hora para la que había venido al mundo, la hora del designio de amor sobre la humanidad, la hora por la que Dios entre, de modo definitivo, en la vida de los hombres por la gracia de la redención.

Sin embargo, todos los sentimientos se van mezclando en Cristo. Así como es consciente de que ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre, es también consciente de que el grano de trigo tiene que caer en tierra para poder dar fruto: "Pero mi alma se turba, ¿y cómo voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero es para esta hora que yo he venido al mundo."

Podríamos terminar con una reflexión sobre nosotros mismos, sin olvidar que nuestra vocación cristiana también es una perspectiva de la luz que pasa a través de la cruz: Mi vocación es luminosa solamente cuando pasa a través de la cruz. Tiene que pasar por el mismo camino de Cristo: la aceptación generosa de la cruz, la aceptación generosa de los signos que nos llevan a la cruz.

Para Cristo, el signo de la entrada de Jerusalén, es el signo que le lleva a la cruz; para nosotros cristianos, nuestro Bautismo es un signo que nos indica, necesariamente, la presencia de la cruz de Cristo. Se trata de ser seguidor de Cristo, marcado con el signo indeleble de la cruz en el corazón y en la vida. El cristiano ha de ser capaz, como Cristo, de recoger los frutos de vida eterna del árbol fecundo de la cruz, para uno mismo y para sus hermanos.

Para quien juzga según Dios, la abnegación es Sabiduría Divina envuelta en el misterio de Cristo crucificado. No existe otro camino para ser seguidor de Aquél que no ha venido para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.

Toda la vida de Cristo, y particularmente su pasión, tiene un profundo significado de servicio para la gloria del Padre y para la salvación de los hombres. El Primogénito de toda criatura -al cual corresponde el primado sobre todas las cosas que son en el cielo y en la tierra-, el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel, se ha hecho siervo de todos los hombres y dado a muerte en rescate de sus pecados.

Cristo entra en Jerusalén; Cristo nos habla del grano de trigo, nos habla de ser exaltados en la cruz, y nos hace una pregunta que tenemos que responder: "¿Puedes beber del cáliz que yo beberé?."

sábado, 28 de marzo de 2015

ORACIÓN PARA COLOCAR LAS PALMAS BENDITAS EN EL HOGAR


IMÁGENES DE DOMINGO DE RAMOS

















DOMINGO DE RAMOS, FIESTA, 29 DE MARZO DEL 2015


Domingo de Ramos, Fiesta
  Fiesta, 29 de marzo de 2015


Fuente: ACI Prensa




El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Marcos.

En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.

Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías. .

Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.

San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".

Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Viacrucis de los días santos.

Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo.

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.

Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.

viernes, 27 de marzo de 2015

LECTIO DIVINA DOMINGO DE RAMOS CICLO B: !VERDADERAMENTE ÉSTE ES EL HIJO DE DIOS¡


Lectio Divina Domingo de Ramos Ciclo B: ¡Verdaderamente éste es el hijo de Dios!
Guía para estudiar, conversar y orar el evangelio del domingo utilizando el método de la Lectio Divina


Por: Hno Ricardo Grzona, frp



Lectio Divina Dominical de Ramos Ciclo B: ¡Verdaderamente éste es el hijo de Dios!

PRIMERA LECTURA: Isaías 50, 4-7
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 21
SEGUNDA LECTURA: Filipenses 2, 6-11
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
 Amén
TEXTO BIBLICO: Marcos 14,1 – 15,47
 Versión breve:
14,17: Al atardecer llegó con los Doce. 14,18: Se pusieron a la mesa y, mientras comían, dijo Jesús: —Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que come conmigo….
14,22: Mientras cenaban, tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
—Tomen, esto es mi cuerpo.   14,23: Y tomando la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y bebieron todos de ella.   14,24: Les dijo:   —Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. 14,25: Les aseguro que no volveré a beber el fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.   14,26: Cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos…
14,32: Llegados al lugar llamado Getsemaní, dijo a sus discípulos:
—Siéntense aquí mientras yo voy a orar.
14,33: Llevó con él a Pedro, Santiago y Juan y empezó a sentir tristeza y angustia.
14,34: Entonces les dijo:    —Siento una tristeza de muerte; quédense aquí y permanezcan despiertos. 14,35: Se adelantó un poco, se postró en tierra y oraba que, si era posible, se alejase de él aquella hora. 14,36: Decía:    —Abba, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
14,43: Todavía estaba hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos.14,44: El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arréstenlo y llévenlo con cuidado. 14,45: Enseguida, acercándose a Jesús, le dijo:
—¡Maestro!    Y le dio un beso…
15,1: Ni bien amaneció, el Consejo en pleno, sumos sacerdotes, ancianos y letrados se pusieron a deliberar. Ataron a Jesús, lo condujeron y se lo entregaron a Pilato.
15,2: Pilato lo interrogó:    —¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús contestó:    —Tú lo dices.
15,3: Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
15,4: Pilato lo interrogó de nuevo:
—¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
15,5: Pero Jesús no le contestó, con gran admiración de Pilato…
15,9: Pilato les respondió a la multitud:
—¿Quieren que les suelte al rey de los judíos? 15,10: Porque comprendía que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.   15,11: Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran más bien la libertad de Barrabás.
15,12: Pilato respondió otra vez:
—¿Y qué hago con el que llaman rey de los judíos?
15,13: Gritaron:     —¡Crucifícalo!
15,14: Pero Pilato dijo:     —Pero, ¿qué mal ha hecho?
Ellos gritaban más fuerte:     —¡Crucifícalo!
15,15: Pilato, decidido a dejar contenta a la gente, les soltó a Barrabás y a Jesús lo entregó para que lo azotaran y lo crucificaran…
15,20: Terminada la burla, le quitaron la púrpura, lo vistieron con su ropa y lo sacaron para crucificarlo….
15,22: Lo condujeron al Gólgota, que significa Lugar de la Calavera. 15,23: Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo tomó. 15,24: Lo crucificaron y se repartieron su ropa, echando a suertes lo que le tocara a cada uno….
15,25: Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.
15,26: La inscripción que indicaba la causa de la condena decía: El rey de los judíos…

    15,33: Al mediodía se oscureció todo el territorio hasta media tarde. 15,34: A esa hora Jesús gritó con voz potente:  —Eloi, eloi, lema sabactani, que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?…  15,37: Pero Jesús, lanzando un grito, expiró.
15,39: El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo expiró, dijo:
—Realmente este hombre era Hijo de Dios.
BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
En este domingo que llamamos “de Ramos”, que nos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la liturgia pone dos lecturas durante la Eucaristía. Al inicio en la puerta se lee el texto cuando Jesús montado en un burrito, entra a Jerusalén y la gente lo aclama. En el momento del Evangelio se lee toda la Pasión de Cristo que para este domingo ocupa los capítulos 14 y 15 de Marcos. El texto puesto en el ejercicio es la versión más resumida.
Un dato curioso que se quiere presentar en este domingo, con el que inicia la Semana Santa, es que el pueblo lo recibe a Jesús como un rey y también es el pueblo quien decide que muera de la manera más vil y cruenta crucificado en la cruz.
Es parte del relato unido a la Pasión Salvadora de Jesús, unir la Última Cena, con la Institución de la Eucaristía, la Oración de Jesús, La traición por parte de uno de sus Apóstoles, el falso juicio contra Él, la Pasión, la Crucifixión y Muerte de Jesús.
En la primera parte, es bueno remarcar que su Cuerpo se entrega y su Sangre se derrama a favor de todos. El verdadero cordero de Dios. El que ofrecerá el único sacrificio agradable al Padre. Ya no se necesitará otro sacrificio. Sólo éste realizado por Jesús es el único y auténtico.
Ante el momento que viene, Jesús se dedica a orar. “Padre Que se cumpla tu Voluntad y no la mía”. Inmediatamente el traidor llegó con la gente en la noche. Y es importante destacar que es en la hora de las tinieblas donde la gente que no procede bajo la inspiración de la luz de Dios actúa.
El juicio lleno de mentiras contra Jesús, nos recuerda las envidias que se producen cuando a alguien le va mal y quieren poner las culpas en los demás. La Escritura se está cumpliendo, la humillación sobre el cordero de Dios como dice Isaías: “50,6: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que me arrancaban la barba; no me tapé el rostro ante ultrajes y salivazos. 50,7: El Señor me ayuda, por eso no me acobardaba; por eso endurecí el rostro como piedra, sabiendo que no quedaría defraudado.”
En la cruenta tortura, llevan a Jesús afuera de la ciudad. El texto aclara que el lugar es el “Gólgota” que significa lugar de la Calavera. Es importante este dato, pues allí en ese cerro, los judíos veneraban la “tumba de Adán”. Por eso el nombre. En verdad, es el lugar donde todos los seres humanos van a parar: la tumba. Es muy sugestivo que Jesús fuera crucificado sobre la tumba del hombre viejo, en el que todos morimos. Por esa razón, cuando recitamos el Credo donde dice: “descendió a los infiernos”, se está refiriendo que Jesús vino a rescatar a todos los que en “Adán” morimos. Sólo imaginarse el monte, la cruz encima, Jesús ha muerto y desciende, a la tumba de la humanidad, a donde están los huesos secos, a liberar a los justos de la atadura de la muerte eternal.
El texto debe ser leído en el contexto bíblico completo para no hacer pretextos. Jesús es el Hijo de Dios, que se hizo hombre por nosotros y por nuestra salvación asumió en todo, menos en el pecado, la naturaleza humana. Hasta dar su vida para salvar a la humanidad que había caído en la trampa del pecado y su consecuencia la muerte.
Antes de morir Jesús exclama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”Mucho se ha debatido sobre estas palabras, donde Jesús al parecer sentía un abandono de Dios, sin embargo Él representa a todo el pueblo que en tantas oportunidades siente este abandono. Por esa razón, está recitando un Salmo, el 21 (22). Donde comienza con el abandono pero culmina con la Victoria. Jesús está diciendo que aunque los ojos humanos vean la derrota en la cruz, Dios lo liberará y si oramos con el Salmo veremos que él nos escucha siempre.
Un dato muy curioso es que en el relato, quien reconoce que Jesús “verdaderamente es el hijo de Dios” es un pagano, el centurion romano. Algo más que refuerza que la salvación es universal y para todos.
Reconstruimos el texto:
  1. ¿Cómo comienza este relato?
  2. ¿Cómo fue la bendición que Jesús pronunció sobre el pan y el vino?
  3. ¿Dónde fueron después de la cena?
  4. ¿Quién fue el que entregó a Jesús?
  5. ¿Qué le preguntó Pilato a Jesús?
  6. ¿Qué le respondió Jesús?
  7. ¿A quién le preguntó Pilato sobre lo que debía hacer con Jesús?
  8. ¿Qué respondió la multitud cuando Pilato preguntó y quiénes incitaban a esto?
  9. ¿Dónde llevaron a crucificar a Jesús?
  10. ¿Cuál es el significado de este lugar?
  11. ¿Cuál es la antífona del Salmo que recita Jesús antes de morir? ¿Qué significa haber recordado este Salmo?
2.- MEDITACION: ¿Qué me o nos dice el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
  1. Ante este relato, lo primero que debemos hacer es un silencio profundo. Recordar, poner en el corazón nuevamente esta Palabra del Señor. ¿Cómo lo hago?
  2. ¿Reconozco la Eucaristía como el memorial vivo de la presencia de Jesús entre nosotros?
  3. ¿Cómo es mi vida de oración? Mucha gente ora para que Dios le cumpla sus deseos. Sin embargo Jesús pide que no se cumpla su voluntad sino la del Padre. ¿Así también es mi oración?
  4. ¿Busco conocer la Voluntad de Dios? ¿Cómo lo hago? Analiza tu oración, ¿con qué frecuencia te apartas para orar, para meditar, para contemplar?
  5. ¿Puede haber algo en mi vida que soy como ese pueblo que un día recibió a Jesús con alegría y luego por conveniencia pide que lo crucifiquen? ¿Cambio mis opiniones con frecuencia?
  6. Ante el misterio de la Pasión, Crucifixión y Muerte del Señor, para darme vida ¿Cuál es mi actitud? ¿En qué manifiesto mi sentir, mi gratitud, mi esperanza?
  7. ¿Siento que alguna vez el Señor me ha abandonado? ¿Está bien esta actitud?
  8. ¿Cuál es mi relación y mi sentir ante la muerte personal y la de mis seres cercanos? ¿Es cristiana esta actitud?
3.- ORACION: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Vamos a tomar el Salmo 21 (22) que nos pone las palabras de Jesús en la cruz y termina con el triunfo.
22,2: ¡Dios mío, Dios mío!,
¿por qué me has abandonado?,
¿por qué estás ajeno a mi grito,
al rugido de mis palabras?
22,3: Dios mío, te llamo de día y no respondes,
de noche y no hallo descanso;
22,4: aunque tú habitas en el santuario,
gloria de Israel.
22,5: En ti confiaban nuestros padres,
confiaban y los ponías a salvo;
22,6: a ti clamaban y quedaban libres,
en ti confiaban y no los defraudaste.
22,7: Pero yo soy un gusano, no un hombre:
vergüenza de la humanidad, asco del pueblo;
22,8: al verme se burlan de mí,
hacen muecas, menean la cabeza:
22,9: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo,
que lo libre si tanto lo ama.
22,10: Fuiste tú quien me sacó del vientre,
me confiaste a los pechos de mi madre;
22,11: desde el seno me encomendaron a ti
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
22,12: No te quedes lejos,
que el peligro se acerca y nadie me socorre.
22,13: Me acorrala un tropel de novillos,
toros de Basán me cercan;
22,14: abren contra mí sus fauces:
leones que descuartizan y rugen.
22,15: Me derramo como agua,
se me descoyuntan los huesos;
mi corazón, como cera,
se derrite en mi interior;
22,16: mi garganta está seca como una teja,
la lengua pegada al paladar.
¡Me hundes en el polvo de la muerte!
22,17: Unos perros me acorralan,
me cerca una banda de malvados.
Me inmovilizan las manos y los pies,
22,18: puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran triunfantes:
22,19: se reparten mis vestidos,
se sortean mi túnica.
22,20: Pero tú, Señor, no te quedes lejos,
Fuerza mía, ven pronto a socorrerme;
22,21: libra mi vida de la espada,
mi única vida, de las garras del mastín;
22,22: sálvame de las fauces del león,
defiéndeme de los cuernos del búfalo.
22,23: Contaré tu fama a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
22,24: Fieles del Señor, alábenlo,
descendientes de Jacob, glorifíquenlo,
témanlo, descendientes de Israel,
22,25: porque no ha desdeñado ni despreciado
la desgracia del desgraciado,
no le ha escondido su rostro;
cuando pidió auxilio, lo escuchó.
22,26: Te alabaré sin cesar en la gran asamblea:
cumpliré mis votos ante los fieles.
22,27: Comerán los pobres hasta saciarse
y alabarán al Señor los que lo buscan:
¡No pierdan nunca el ánimo!
22,28: Lo recordarán y se volverán al Señor
todos los confines de la tierra,
se postrarán en su presencia
todas las familias de los pueblos;
22,29: porque el Señor es Rey, él gobierna a los pueblos.
22,30: Ante él se postrarán los que duermen en la tierra,
en su presencia se encorvarán los que bajan al polvo.
Mi vida la conservará.
22,31: Mi descendencia le servirá,
hablará de mi Dueño a la generación venidera
22,32: contará su justicia al pueblo por nacer:
Así actuó el Señor.
Amén
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy podemos hacerlo ante una imagen de Cristo crucificado o un Cristo sufriente, para pedirle poder imitarlo.  Añadimos nuestras intenciones de oración.
4.- CONTEMPLACION: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:
«Verdaderamente éste es el Hijo de Dios»
(Versículo 39)
Y así, pidiéndole al Señor ser testigos de la luz para que otros crean, asumimos esta actitud.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Es importante tomar una actitud de asumir el texto sagrado. Debo preguntarme muy seriamente cuál es la actitud que tomaré para mostrar mi cambio. Jesús murió por mi salvación. Voy a realizar alguna actividad en que pueda ser testigo y misionero anunciando este misterio salvador. Voy a buscar a alguien, para dialogar y compartir con ardor y entusiasmo la salvación que Jesús nos ofrece. Gastar el tiempo con alguien que lo necesite de verdad.
En el grupo, aprovechando la Semana Santa, haremos alguna misión. Iremos a algún lugar donde viva gente necesitada, para hablar de Cristo con nuestras actitudes de servicio. Que los demás crean viéndonos serviciales, alegres y felices en el compartir.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...