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domingo, 12 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 12 NOVIEMBRE 2017



Domingo 32º del Tiempo Ordinario – Ciclo A
Domingo 12 de noviembre de 2017

“Quien espera la llamada de Jesús que no olvide el cargador“



Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (6,12-16):

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

Palabra de Dios

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Salmo

Salmo: 62,2.3-4.5-6.7-8
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas
canto con júbilo. R/.

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Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,13-17):

No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios

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Lectura del santo evangelio según san Mateo (25, 1-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor

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Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 25, 1-13

ENCENDER UNA FE GASTADA

La primera generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el Señor resucitado, volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a poco, los seguidores de Jesús se tuvieron que preparar para una larga espera.

No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.

Diez jóvenes, amigas de la novia, encienden sus lámparas y se preparan para recibir al esposo. Cuando, al caer el sol, llegue el novio a tomar consigo a la esposa, los acompañarán a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo, donde se celebrará el banquete nupcial.

Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo. Entre las jóvenes hay cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo aceite para alimentar sus lámparas a medida que se vaya consumiendo la llama. Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas que se olvidan de tomar aceite, con el riesgo de que se les apaguen las lámparas.

Pronto descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta medianoche. Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan con su aceite la llama de sus lámparas y acompañan al esposo hasta entrar con él en la fiesta. Las necias no saben sino lamentarse: «Que se nos apagan las lámparas». Ocupadas en adquirir aceite, llegan al banquete cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.

Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al símbolo del aceite. ¿Está Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal…? Tal vez es más sencillo recordar su gran deseo: «Yo he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué he de querer sino que se encienda?». ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo con Jesús?

¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos atraídos por su estilo de vida?

Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona. No gastar energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio. Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como Jesús.

sábado, 11 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 11 NOVIEMBRE 2017


Lecturas del Sábado de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Sábado, 11 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (16,3-9.16.22-27):

Saludos a Prisca y Aquila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús; por salvar mi vida expusieron su cabeza, y no soy yo sólo quien les está agradecido, también todas las Iglesias del mundo pagano. Saludad a la Iglesia que reúne en su casa. Saludos a mi querido Epéneto, el primero convertido de Cristo en Asia. Saludos a María, que ha trabajado mucho por vosotros. Saludos a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo. Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor. Saludos a Urbano, colaborador mío en la obra de Cristo y a mi querido Estaquis. Saludaos unos a otros con el beso santo. Todas las iglesias de Cristo os saludan. Yo, Tercio, que escribo la carta, os mando un saludo cristiano. Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús –revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe–, al Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 144

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey

Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.

Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta sus hazañas;
alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R/.

Que todas las criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

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Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (16,9-15):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. 
Jesús les dijo: «Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres, Dios la detesta.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio del sábado, 11 de noviembre de 2017
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf


NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO

(...Continúa desde ayer) 

      No faltará quien piense en su interior, e incluso lo diga abiertamente: ¿Y por qué tengo que compartir lo mío con los otros, con el esfuerzo y los sacrificios que honradamente me ha supuesto, más aún si no se lo merecen, o van a desperdiciarlo, o no se han esforzado por ganárselo honradamente, o no son de nuestro país...?

            Juan Pablo II, en uno de sus viajes a Brasil, dijo que no era admisible un sistema económico que se despreocupa de los más necesitados, que deja sin trabajo a una parte de la población, o les da un trabajo con un salario que no llega a un mínimo indispensable. Y un dirigente empresarial,  respondió diciendo que las palabras del Papa eran muy hermosas, pero irrealizables, porque «las leyes de la economía obligan a preocuparse más del dinero que de las personas».

        La mayoría de las preguntas con que terminábamos ayer no tienen respuesta directa en el Evangelio, ni hay recetas universales. Pero sí hay alguna clave propuesta por Jesús. Por tanto: ¿Qué supone SERVIR AL SEÑOR o SERVIR AL DINERO? ¿Cómo puedo yo saber a quién estoy sirviendo realmente?

       Por una parte podemos fijarnos en el «tiempo» que dedicamos a uno y a otro. Y no me refiero al tiempo que nos pasamos rezando, sino al tiempo y las energías que dedicamos a «los demás» o a nuestros personales intereses.

      En segundo lugar: el dinero (con todos sus discípulos y ropajes) es un señor tremendamente exigente que nos pide grandes sacrificios: a veces es el tiempo que debiéramos dedicar a la familia o a nuestra vida interior; a veces está atacando directamente a nuestra salud: estrés, falta de descanso, un ritmo de vida vertiginoso y superficial, irritabilidad... A veces nos hace romper con familiares y amigos: quién paga tal cosa, cómo se reparte una herencia.  De manera que revisando estas cosas, podemos encontrar pistas muy seguras sobre quién es nuestro «señor».

      Por otra parte, el dinero y la riqueza (ahorros, reservas, acumulación, cuentas bancarias...) cuentan con unos aliados muy poderosos: el consumismo y la publicidad. Se encargan de multiplicar nuestros deseos, siempre insaciables, por mucho que gastemos y compremos y experimentemos... Cada vez «necesitamos» más chismes tecnológicos, y más nuevos, con posibilidades que ni siquiera llegamos a conocer o dominar; más ropa, más metros cuadrados, más viajes y desplazamientos (contaminación, gasolina...), más cosas nuevas simplemente porque son nuevas y nos parece que «lo nuevo» siempre es mejor que lo que tenemos (jejeje, uno se sorprende de esas enormes colas de días que se organizan cuando va a salir al mercado un nuevo, iphone, «ipod», o cualquier cosa que empiece por «i»). Sin embargo, todos reconocemos que «tener» y «comprar» todo eso... no nos hace más felices.  Que la felicidad está en otra parte. Pero gastamos, compramos, coleccionamos, acumulamos, desperdiciamos, derrochamos...

«La Tierra dejó de ser suficiente para el hombre desde 1976, cuando comenzamos a consumir más de lo producido anualmente. Y si se sigue esta tendencia, en 2030 se necesitarían dos planetas para abastecernos. En una parte es debido al crecimiento de la población mundial, pero sobre todo a los estilos de vida y a la dependencia de los combustibles fósiles. En tan solo siete meses, todos los recursos producidos en 2017 se han consumido, según el estudio anual de Global Footprint Network, un instituto de investigación internacional de Oakland (California). El estudio, con datos de la ONU, compara la huella ecológica humana, que mide la explotación de los recursos naturales de la Tierra con la biocapacidad del planeta. Según sus cálculos, el consumo de la humanidad excede el 70% de los recursos disponibles. En otras palabras, se necesita el equivalente de 1,7 planetas para satisfacer las necesidades humanas».

       En cambio, podemos decir que servimos a Dios cuando somos capaces de «darnos cuenta» de las necesidades del prójimo y preocuparnos por echarles una mano porque también son «asunto» nuestro. El consumista» poco a poco se va volviendo insolidario. No por maldad, sino que no «ve» las necesidades y sufrimientos de los otros. Más aún: los otros no me incumben. Y se va cerrando en sí mismo y en unos pocos de los «suyos».  Por eso, el Dios-Amor, el Dios de los pobres que le ayudaría a poner las cosas en su sitio, no tiene sitio en su corazón. En todo caso, convertirá su relación con Dios en otro negocio: «encargar» (nefasta palabra) misas, hacer rezos, acudir al culto para tranquilizar la conciencia, ganar méritos y poseer el cielo. «No podéis servir a Dios y al dinero». No se puede vivir consumiendo egoístamente toda clase de bienes y pretender, al mismo tiempo, ser fieles a un Dios que pide amor y fraternidad. 

      Servimos al Señor cuando las personas son nuestra mayor riqueza: y cuidamos a los amigos, a la familia («si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis, no hacen lo mismo los pecadores?», Lc 6, 32)..., y también a los que se sienten solos, a los que están enfermos, a los que tienen dificultades de cualquier tipo. 

«Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios».

Papa Francisco, I Jornada Mundial de los pobres, 19 de Noviembre 2017

       Así no se multiplicará nuestra cuenta corriente, ni nuestros incontables caprichos y gastos innecesarios... cuanto el número de personas a las que queremos, que nos quieren, o a las que hemos ayudado desinteresadamente, que nos ocupan el tiempo y el corazón... y no pocas veces nos vacían el bolsillo.

      ¿Y cuánto hay que dar? Comentaba el Papa Francisco en una de sus homilías que «nunca ha visto que detrás de un cortejo fúnebre vaya un camión de mudanzas transportando los bienes del difunto. Sólo nos llevamos con nosotros, lo que hayamos dado a los otros».  Y San Agustín: los pobres son, si lo deseamos, nuestros correos y porteadores: nos permiten transferir, desde ahora, nuestros bienes en la morada que se está construyendo para nosotros en el más allá.

      La situación de crisis global que llevamos tiempo padeciendo está mandando al paro a tantos hombres y mujeres, y en no pocos casos sin ninguna tipo de asistencia, nos tiene que obligar a revisar nuestros presupuestos de vida, para ver cómo podemos reducirlos, y solidarizarnos de manera concreta con los más pobres. Este sería el mejor «test» para descubrir si servimos a Dios o a nuestro dinero.

      Siento haberme alargado con este «tema». Pero lo más importante no es reflexionar, analizar, estar o no de acuerdo... sino... Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

viernes, 10 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 10 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Viernes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, viernes, 10 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (15,14-21):

Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y de que os sobra saber para aconsejaros unos a otros. A pesar de eso, para traeros a la memoria lo que ya sabéis, os he escrito, a veces propasándome un poco. Me da pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de Cristo Jesús para con los gentiles: mi accion sacra consiste en anunciar la buena noticia de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios. Como cristiano, pongo mi orgullo en lo que a Dios se refiere. Sería presunción hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por mi medio para que los gentiles respondan a la fe, con mis palabras y acciones, con la fuerza de señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu Santo. Tanto, que en todas direcciones, a partir de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo. Eso sí, para mí es cuestión de amor propio no anunciar el Evangelio más que donde no se ha pronunciado aún el nombre de Cristo; en vez de construir sobre cimiento ajeno, hago lo que dice la Escritura: «Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído hablar comprenderán.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 97

R/. El Señor revela a las naciones su victoria

Cantad al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, 
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/. 

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (16,1-8):

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador." Entonces el administrador se puso a pensar: "¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan." Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: "¿Cuánto le debes a mi amo?" El hombre respondió: "Cien barriles de aceite." El administrador le dijo: "Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta." Luego preguntó al siguiente: "Y tú, ¿cuánto debes?" Éste respondió: "Cien sacos de trigo." El administrador le dijo: "Toma tu recibo y haz otro por ochenta." El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes, 10 de noviembre de 2017
 Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf



DAME CUENTAS DE TU ADMINISTRACIÓN


   El protagonista de la parábola de Jesús suele dejar descolocado a más de uno. Parece que Jesús estaría alabando a un estafador, a un administrador tramposo... Pero, conociendo las costumbres económicas de aquella época, se nos aclara el tema: El contable, administrador o testaferro no tenía una paga determinada: tenía derecho a imponer libremente una comisión en todo aquello que cobraba...y de eso vivía. El «personaje» del Evangelio está renunciando a su comisión, a aquello a lo que tiene derecho... para hacer amigos (aunque pueda ser una amistad interesada: esto no es lo que alaba Jesús, sino su sagacidad). 

        Es decir: Jesús invita a los suyos a utilizar lo que son y lo que tienen en crear lazos. Jesús quisiera que los suyos fuéramos mucho más sagaces con lo que tenemos, más creativos, más atrevidos...

      Esta parábola nos hace levantar la mirada de nuestros asuntos y preocupaciones personales hacia el mundo en el que estamos, donde la riqueza se multiplica y concentra en las manos de unos pocos (cada vez menos), mientras los pobres, marginados y descartados son casi incontables.  Es el dinero que podríamos llamar «injusto». Con palabras del Papa Francisco, escritas para la I Jornada Mundial de los pobres (19 Noviembre 2017):


Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.

Riqueza descarada, acompañada de ilegalidad y explotación ofensiva. No son palabras dulces precisamente. 

      Uno de los temas del que más se ocupa la Escritura, tanto en el AT como en el NT es del uso del dinero y las riquezas. Aunque, curiosamente, no suele formar parte del examen de conciencia de muchos cristianos. Pocas veces nos acusamos del derroche de recursos, de nuestro estilo de vida consumista, del cuidado (descuido más bien) de la casa común que es este Planeta y sus cada vez más escasos recursos, de la poca solidaridad... y menos aún hacemos propósitos de enmienda (me gusta más la palabra «conversión»). 

      Sin embargo, parece que hemos aprendido que es más grave faltar un domingo a misa, o murmurar, o tener envidia, tener deseos sexuales o pensamientos impuros... que ese gran peligro que, con frecuencia, nos esclaviza y endurece el corazón. Dinero y corazón de piedra, e individualismo o egoísmo van juntos. El dinero, a lo largo de toda la Escritura, aparece como uno de los mayores obstáculos para nuestra relación con Dios. Precisamente la Biblia lo pone a enfrentado al Primer Mandamiento. El mayor enemigo de Dios no es el ateísmo, o la falta de fe... sino endiosar las cosas, dejar que las cosas te posean, que sean nuestro Dios.  

      Así, por ejemplo, cuando el Bautista comienza su predicación para preparar el camino al Señor invita y exige: “El que tenga dos túnicas, que dé al que no tiene ninguna”. 

- La primera de las tentaciones de Jesús en el desierto se refiere al dinero y las posesiones.

- El resumen de la Buena Noticia de Jesús: es que Dios prefiere a los pobres para entregarles su Reino (primera bienaventuranza)

- Para ser de discípulos suyos, hay que «dejarlo todo»

- Y advierte: ¡ay de vosotros los ricos!, ¡qué difícil es que entren en el Reino! Más fácil es enhebrar un camello.

- A los misioneros enviados les exige: No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero...

- La conversión de Zaqueo consiste y se resume en que: La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero, se lo restituiré cuatro veces...

O las palabras finales del Evangelio de hoy-mañana: «No se puede servir a Dios y al dinero».  

      Pero ¿quién de nosotros, los que estamos leyendo estas líneas, reconocreía o afirmaría abiertamente que «sirve al dinero», o se consideraría «rico»?  Y entonces parece que estas palabras estarían dichas para otros.  

Debemos partir de nuestra vida cotidiana si queremos cambiar los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana así como luchar contra el hambre sin segundas intenciones. Debenos asumir con mayor decisión el compromiso de modificar los estilos de vida, y tal vez necesitemos menos recursos”. La sobriedad no se opone al desarrollo, más aún, ahora se ve claro que se ha convertido en una condición para el mismo”. (Papa Francisco, 11 Junio 2015) Por no mencionar el contenido de su Laudato Si, que habla abundantemente de este asunto.

       Ojalá nos hayamos quedado al menos un poco inquietos, y nos preguntemos preguntemos siquiera de vez en cuando: ¿Cuánto tendría que compartir para que Dios se sienta satisfecho conmigo? ¿Cuáles de los gastos que tengo son «injustos» o incompatibles con la vida cristiana, o contribuyen a la destrucción del planeta, o son puro despilfarro (de comida, ropa, luz, agua, diesel, papel...?

      La parábola de Jesús ha dejado en el aire una advertencia: ¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración?. Quedémonos de momento con ella... y mañana seguimos, porque es  la continuación de la misma.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 


jueves, 9 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 9 NOVIEMBRE 2017 - DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN


Lecturas de hoy Dedicación de la Basílica de Letrán
Hoy, jueves, 9 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-2.8-9.12):

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante –el templo miraba a levante–. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 45,2-3.5-6.8-9

R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, 
el Altísimo consagra su morada

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,9c-11.16-17):

Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-22):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» 
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy jueves, 9 de noviembre de 2017
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf


LA IGLESIA MADRE DE TODAS LAS IGLESIAS 


      Tengo que reconocer que la fiesta litúrgica de hoy «me cuesta». Me cuesta sintonizar espiritualmente con el hecho de celebrar la existencia de un determinado Templo o Catedral. Se sale de la lista de motivos litúrgicos que van salpicando el año, siempre dedicados a personas, y especialmente al Señor y a su Madre. Y esta falta de sintonía tiene sus razones teológicas y bíblicas. 

      Por una parte, el cristianismo no es una religión de «objetos o cosas sagradas». Nuestro Dios no ha elegido manifestarse en piedras, animales, imágenes o edificios. Sino sobre todo y específicamente en Jesucristo, en su cuerpo, en su persona. Y derivado de aquí directamente, el Cuerpo de Cristo -después de la Resurrección- es la Comunidad cristiana. Somos Templos del Espíritu, como subraya San Pablo. El lugar de la presencia de Dios y de Cristo se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). 

      El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

      Durante los tres primeros siglos de existencia de la Iglesia, los fieles no tuvieron templos para reunirse tal como los conocemos hoy; ellos se reunían en las casas de familia; allí rezaban y compartían la Eucaristía (cfr Hechos de los Apóstoles). La Iglesia-Comunidad que hay que construir  para que los hombres puedan encontrar en ella al Cristo vivo ha de hacerse con los materiales adecuados. Mire cada uno como construye. Por eso ha advertido en diversas ocasiones el Papa Francisco: una Iglesia de los pobres y una Iglesia pobre, en la que quienes quieran "trepar" se pongan unas botas y se vayan a hacer alpinismo…; una Iglesia que está mejor herida que guardada tras las puertas de un templo…

      El propio culto quedó transformado por Jesucristo. Hablando con la Samaritana, le explica que hay que dar culto a Dios en espíritu y verdad, haciendo de la propia vida una entrega a los demás, y no tanto unas celebraciones litúrgicas, unos rituales atados a un lugar determinado. De ahí su enfrentamiento con el Templo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

      No es que Jesús pretenda un culto individual e interior, sin ritos, sin ceremonias, sin participación del cuerpo (=hermanos), sin signos exteriores, porque nuestra naturaleza corporal los necesita. El culto espiritual no se opone a material. El espíritu, en el lenguaje de Juan, no se opone a la materia o a la realidad sensible, sino a la carne, o sea a la criatura cerrada sobre sí misma, en el propio horizonte, y por lo tanto limitada e impotente.

      Por eso el sentido que tendría cualquier Templo no es el de ser "la casa de Dios" sino "la casa de la Iglesia", el hogar de la Comunidad. Una casa sin habitantes no es más que un montón de ladrillos, aunque tenga montones de cuadros, adornos y belleza arquitectónica. Al igual que una familia sin su propia «casa» (iglesia doméstica) es casi imposible que sobreviva. Si esto es así, si entendemos que el Templo es fundamentalmente el lugar de la Comunidad reunida en el nombre, podemos situar con sentido la fiesta de hoy, y resaltar el significado de la Catedral de cualquier diócesis, la iglesia de cualquier parroquia o comunidad cristiana. Hoy concretamente miramos a la Iglesia-madre de San Juan de Letrán.

Recojo ahora unos párrafos de José A. Martínez Puche, O.P.:

Basílica de Letrán, basílica del Salvador, basílica de San Juan de Letrán..., catedral de Roma, «madre de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe»..., son los nombres más significativos de la iglesia más venerable de la cristiandad, dedicada inicialmente a Jesucristo Salvador y posteriormente a San Juan Bautista y a San Juan Evangelista. Consagrada en el año 324, desde el siglo XII toda la Iglesia, unida al papa, celebra el 9 de noviembre la dedicación de la primera catedral de la Iglesia.

En Letrán estuvo inicialmente la Cátedra de Pedro en Roma. Allí se celebraron cinco concilios ecuménicos. A través de los siglos, la vida cristiana de la Urbe —y del Orbe— ha estado unida a la basílica de Letrán. Su construcción apunta al momento en que la Iglesia deja de ser un grupito fuera de la ley y es reconocida por el Estado para realizar en total libertad su acción evangelizadora. 

Los visitantes y peregrinos que llegan a Letrán, pueden leer en el frontispicio de la gran basílica: «Por derecho papal e imperial, se ordenó que yo fuera la madre de todas las iglesias. Cuando se terminó mi construcción, determinaron dedicarme al Divino Salvador, dador del reino celestial. Por nuestra parte, oh Cristo, a ti nos dirigimos con humilde súplica para pedirte que de este templo ilustre hagas tu residencia gloriosa».

       Por tanto, celebrar la dedicación de la iglesia madre de todas las iglesias es una invitación a los cristianos de la Iglesia universal a vivir la unidad de fe y de amor con el Papa, siendo piedras vivas en la construcción de la Iglesia (universal, diocesana, parroquial...), cuyo templo, altar y víctima es Jesucristo, el Cordero Inmaculado, y en la que ofrecemos (con él, por él y en él) nuestra entrega personal como culto agradable a Dios. Por eso, mire cada cual cómo construye, porque es tarea de todos y cada uno de nosotros.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 8 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Miercoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 8 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (13,8-10):

A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 111,1-2.4-5.9

R/. Dichoso el que se apiada y presta

Dichoso quien teme al Señor 
y ama de corazón sus mandatos. 
Su linaje será poderoso en la tierra, 
la descendencia del justo será bendita. R/.

En las tinieblas brilla 
como una luz el que es justo, 
clemente y compasivo. 
Dichoso el que se apiada y presta, 
y administra rectamente sus asuntos. R/.

Reparte limosna a los pobres; 
su caridad es constante, sin falta, 
y alzará la frente con dignidad. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mio. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 
8 de noviembre de 2017
 Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf



DE ACOMPAÑANTES A SEGUIDORES


      Las dos breves parábolas del Evangelio de hoy hacen referencia al hecho de «comenzar», «prepararse» para algo difícil o laborioso, arriesgado incluso, de «deliberar», de «calcular»... Ponen la atención en el «antes».     

        Una gran mayoría de nosotros (me incluyo) comenzamos en esto de la fe sin ser conscientes. Nos bautizaron de pequeños. Algo parecido ocurrió con la Primera Comunión. La Confirmación, que podría haber sido la ocasión de asumir y plantearse en serio esto de seguir a Jesús, se celebró en tiempos adolescentes, cuando está todo a medio-hacer (que eso significa adolescencia: Falta de algo). Si pensamos en otros momentos fuertes, pocas veces se puede decir que alguien sepa conscientemente y asuma todas las consecuencias de una vocación matrimonial, o sacerdotal. Estamos preparados poco «más o menos», pero no solemos plantearnos los futuros y probables momentos de crisis o dificultades. Es decir: que no es nada frecuente lo de calcular, deliberar... para que sea posible levantar la torre de nuestro proyecto de vida, o las batallas que tocará pelear. Sin embargo esto es lo que Jesús plantea. ¿Entonces?      
El propio relato evangélico me sugiere alguna pista. Dice que mucha gente «acompañaba» a Jesús. Es el nivel de tener interés, sentirse atraído, estar a gusto en su compañía. Mucha gente. Quizá también podríamos nosotros enmarcarnos en esa multitud... Pero Jesús plantea un paso más: "Si alguno se viene conmigo... si quiere ser discípulo mío".  Ser discípulo, o seguirle... es bien distinto de acompañarle. Es un reto, una exigencia, un paso radical por si «alguno», como diciendo, esto será para unos pocos. También la advertencia vale para los que ya han aceptado ser discípulos de Jesús (vosotros) probablemente con muy buena voluntad (como cuando nosotros recibimos los sacramentos), pero con opciones que Jesús no les exigió al principio, en el Lago de Galilea, sino ahora, subiendo a Jerusalem.

      Esto supone que el seguimiento de Jesús, el ser discípulo, es un camino progresivo, «cuesta arriba», en el que habrá que ir tomando opciones y haciendo diversas renuncias. Casi no importaría el día de mi bautismo, Confirmación, Profesión Religiosa, Matrimonio, catecumenado o lo que sea... sino el "cada día", el proceso, el camino. Se pasa de ser «acompañantes» de Jesús a ser discípulos cuando se van enfrentando situaciones difíciles. Como un buen profesional va siéndolo no por salir de la Universidad, o terminar un máster... sino resolviendo dificultades, a menudo no previstas, o quizá simplemente «teóricas», pero todavía no reales.

      Calcular los gastos, o las estrategias militares, las fuerzas disponibles... nos invitan a mirar los recursos con los que contamos para tal empresa, como también las condiciones o riesgos de las que advierte Jesús. 

      Según cuentan los especialistas, en el tiempo de Jesús, la situación social y económica llevaba las familias a encerrarse en sí mismas y les impedía cumplir con la ley del rescate (goel), esto es, socorrer a los hermanos de la comunidad que estaban amenazados de perder su tierra o de caer en la esclavitud. Es decir, hay que evitar que las condiciones personales, políticas, religiosas, eclesiales... nos encierren en nosotros mismos, apartándonos de la Comunidad, o que mis intereses personales (hay que renunciar a uno mismo y a los propios bienes) se impongan o antepongan a los intereses del Reino/Jesús . He aquí, pues, un RECURSO esencial para que sea posible el seguimiento. También en este ámbito podríamos hablar de ser «acompañantes» de la Comunidad y de «seguidores» en la Comunidad. Sería un nuevo punto de reflexión del que ahora no nos ocupamos. En todo caso es un seguimiento comunitario y en apertura y disponibilidad para los que están peor. Por eso, aunque las llamadas de Jesús son personales, invitan a formar parte de su Comunidad de discípulos, que le acompaña y le sigue.

Podríamos abundar en otros RECURSOS con los que contamos, y de los que se nos habla por toda la Escritura, pero nos alargaríamos demasiado en la reflexión. Queda para ti esta importante tarea: calcular, deliberar, optar, renunciar... Verbos todos importantes... para conjugarlos en primera persona.



Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

martes, 7 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 7 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Martes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, martes, 7 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,5-16a):

Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado. Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor, Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.

Palabra de Dios

____________

Salmo
Sal 130,1.2.3

R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso, 
ni mis ojos altaneros; 
no pretendo grandezas 
que superan mi capacidad. R/. 

Sino que acallo y modero mis deseos, 
como un niño en brazos de su madre. R/. 

Espere Israel en el Señor 
ahora y por siempre. R/.

_____________

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» 
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy martes, 7 de noviembre de 2017
CARTA DE (Y A) UN HERMANO DE MESA
 (Comunidad)

       

          Hablar del Reino de Dios es hablar de salvación, de felicidad plena, de proyecto verdaderamente humano.

           El Reino de Dios es comparado por Jesús con un banquete, y este banquete tiene resonancias eucarísticas (¡dichosos los invitados a la mesa del Señor!); y la Eucaristía “sabe” a cuerpo de Cristo, a servicio, a hermanos, a unidad y amor, y por lo tanto a COMUNIDAD. ¡Jesús proclama hoy la alegría que viene de la mano de todo esto: el Reino se hace presente cuando hacemos Eucaristía 

           La felicidad se alcanza cuando se edifica la Comunidad con el cimiento de la Palabra, cuando se comparte la vida, cuando cada uno pone al servicio de los demás el carisma que ha recibido de Dios, cuando se acoge al hermano sin murmurar, y mantenemos tenso el amor mutuo, cuando damos explicaciones de nuestra esperanza, cuando ofrecemos nuestra vida como sacrificio espiritual agradable a Dios a través de los hermanos, cuando servimos con la fuerza que Dios nos otorga...

           Por eso mi primera invitación de hoy es a sentir la alegría de tener hermanos que caminan en la fe conmigo, con los que puedo compartir la Palabra, de los que recibo testimonios de Evangelio, que me corrigen y me estimulan a ser mejor, que frenan esta sociedad de consumo con su austeridad, su sobriedad  y su compartir sus bienes, que pronuncian para mí Palabra de Dios, que cuentan con Dios en medio de sus afanes cotidianos... 

           Un hermano de comunidad siempre es un don de Dios. Cada hermano nuevo, y cada hermano que persevera a mi lado, aun en medio de todas sus dudas, dificultades e infidelidades... Yo mismo soy un don de Dios para mis hermanos. ¡Sí, yo, sacerdote! ¡Qué alegría y qué responsabilidad! Cada hermano de Comunidad está poniendo su vida, su proyecto de fe, su felicidad, su ser Cuerpo de Cristo, ¡en mis manos!, como si fuera un trozo de pan.

VENID AL BANQUETE, QUE YA ESTÁ PREPARADO

Son muchos los invitados al Banquete.

Al recibir la invitación, yo me siento encantado, agradecido, sorprendido, halagado... Y recibo esa invitación con orgullo. Pero me también me entran escalofríos al pensar que el Banquete estuviera medio vacío. A veces ocurre: pocos hermanos, cada uno lo más lejos del otro, bisbiseando las contestaciones, sin colaborar de algún modo para que sea común y comunitaria...

No se puede estar a gusto en una fiesta, en un banquete, en una Comunidad, donde falta la gente que quieres, que te importa... O donde queda demasiado espacio vacío.

Tengo que decirte que te necesito tanto, - incluso más- que Quien ha preparado el Banquete, que Quien ha convocado a la Comunidad, que Quien ha pensado en Ti para que seas su discípulo, y por eso mi hermano.

Necesito que mi voz débil y a veces desafinada, se una a la tuya en el coro que canta la alabanza del Señor y reza la oración del Señor, el Padre NUESTRO. Me hace falta escuchar tu voz, elevándose con la mía en la oración. 

Sí: he sentido el paso del Señor por mi vida, y que me ha dado su mano, para que pueda pasar por este mundo haciendo el bien. Pero tengo serias dudas de que pueda mantenerme fiel si tú no estás en pie a mi lado, confirmando mi fe a través de tu propio testimonio, de lo que va haciendo contigo el Señor al pasar por tu corazón y por tu vida.

           Me resulta imprescindible tu cercanía, para darme cuenta que Dios me da los hermanos que necesito, para que mi sí -lleno de incoherencias y traiciones- se renueve con fuerza al sentir que tú pronuncias cada día el tuyo. 

           Y me veo más capaz de dar mejores explicaciones de mi esperanza, si compartes la tuya conmigo.

           Y mi amor es más fuerte al experimentar que tú me quieres , a pesar de mis debilidades.

UNO TRAS OTRO, SE FUERON EXCUSANDO TODOS

           Y por eso me duelen las excusas: El terreno que te has comprado no es más importante que el Reino (Banquete), los líos en que poco a poco te vas metiendo, son importantes ¡cómo voy a decir que no! ¿Pero tienes que ir a ellos, precisamente cuando te espero en la sala del Banquete? Tus bueyes, tus trabajos (o los míos), no pueden apartarte de nosotros. No pueden apartarme de vosotros. ¿Que te acabas de casar? ¡Estupendo! Permíteme compartir tu proyecto conmigo, dejadme que me llegue vuestro amor, hacedme un hueco en vuestras casas. Es lo que quiere de vosotros el Señor.

           ¿Cómo es posible que pongamos excusas para estar donde hemos sido invitados para la alegría? Puede ser que nos parezca que el banquete y lo que en él se come, no merezca la pena. Puede ser, pero estate seguro de que ha sido preparado como el mismísimo cariño que allá, a orillas del Lago de Galilea... No sé si serás capaz de encontrar otro mejor: desde luego que “los bueyes y las tierras” no merecen la pena mucho más. 

           Puede ser que te parezca que el “banquete” te viene demasiado grande, que no pintas mucho en medio de personas de “tanta altura”... A esto no tengo nada que decirte... La invitación al banquete la ha cursado alguien que no soy yo, y yo no decido quiénes se sientan conmigo, o con quién me tengo que sentar yo.

Concluyendo:

- Dichosos los invitados al Banquete, y dichoso por los que comparten conmigo el Banquete

- Te necesito en el Banquete, activo, cercano, en los primeros bancos, con la voz dispuesta, aportando lo que puedas: lecturas, intenciones para orar, reflexiones, comentarios, ayudas de todo tipo...

- Revisando y corrigiendo cuando «otros asuntos importantes» ocupan el lugar que no les corresponde y me alejan del Señor y de los hermanos.

Amén.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
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