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sábado, 15 de agosto de 2015

MARÍA EN CUERPO Y ALMA AL CIELO - LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

María en cuerpo y alma al Cielo
Sentada junto al trono de Jesús, María se ve coronada como Reina de Cielo y Tierra, de los ángeles y de los hombres.


Por: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net 




La fiesta de la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo está muy entrañada en el pueblo cristiano. ¡Y cuántos misterios encierra y cuántas realidades nos descubre en nuestra Madre querida!

Se acabó el peregrinar por la tierra, y se ha abierto para siempre la frontera de la Patria.

La espera desde la Ascensión de Jesús ha sido larga, pero al fin ha llegado el momento de ir a dar el abrazo definitivo e irrompible al Hijo adorado.

Ya no queda más que un recuerdo lejano de la espada de Simeón, porque se acabó del todo el sufrimiento, que no volverá a torturar más el alma. Quien se unió como nadie a la pasión y muerte de Jesús, entra ahora a participar, también como nadie, en su gloria inmortal.

Sentada junto al trono de Jesús, María se ve coronada como Reina de Cielo y Tierra, de los ángeles y de los hombres.

La Iglesia, desde aquí abajo, la va a mirar como su imagen y modelo en la peregrinación de la fe. ¡Así, así, igual que la de María, será la consumación de la Iglesia al final de los tiempos!

Ahora María, ya en el Cielo, comprende en su totalidad la misión que Dios le ha confiado. Porque María, como Jesús, no va a estar ociosa mientras goza en plenitud de la gloria de Dios.

Ahora sabe bien lo que es ser la Madre de aquellos hijos que Jesús le confiara desde la cruz.

Madre de la Iglesia, ha de vigilar con ojo atento a los pastores igual que a los fieles, a fin de que la Iglesia realice la obra del Reino de Dios hasta llevarlo a término final.

Madre de todos los hombres, tiene que tener el cuidado de todos y de cada uno, hasta que los vea seguros a todos dentro del Cielo. Allí no puede faltar ninguno de los elegidos.
Para realizar esta su misión de Madre, Dios la constituye Medianera de todas las gracias que nos mereció Jesús con su pasión y muerte redentoras.

María será también una poderosa Abogada nuestra ante Jesucristo el Redentor y ante el Padre.

No fallará María en su misión, porque nos ama con Corazón de Madre, y el corazón de una madre infunde seguridad total.

La Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo, nos hace ver todo esto sin más, de buenas a primeras.

Pero, mirada la Asunción desde un punto de vista más concreto, el Concilio nos la ha centrado en una dimensión eclesial verdaderamente grande y consoladora. ¿Por qué Dios ha resucitado a María con tanta anticipación, que no ha querido esperar al fin del mundo, en la resurrección universal? Dios no obra por capricho, y algún fin habrá tenido en su providencia amorosa.

Y lo primero que vemos es lo más natural de todo: Dios ha querido glorificar a su Madre de una manera plena, sin retardar para Ella lo que hará con los demás redimidos. Ha mirado a su Madre sin más.

Pero el Concilio nos ha señalado el otro fin de Dios al hacer Inmaculada a María y al resucitarla y subirla al Cielo en su Asunción: ha sido para presentar a su Iglesia la imagen de lo que será la misma Iglesia en su consumación final. Mirando a María, sabemos lo que vamos a ser cada uno de nosotros.

Antes que nada, Dios nos devolverá, después de eliminar todo pecado, aquella inocencia primera que tuvieron el hombre y la mujer en el paraíso. La misma inocencia también con que salimos de las aguas bautismales.

Seremos santos e inmaculados, de modo que el amor a Dios será ardiente, totalmente puro, y nuestras almas brillarán con una hermosura sin igual. En María Inmaculada contemplamos ya nuestro propio retrato tal como seremos en el Cielo.

Y en María Asunta al Cielo en cuerpo y alma vemos también el término final que nos espera. Dejemos tranquilamente que nuestros cuerpos mortales se vuelvan polvo en el sepulcro... La última que vencerá no será la muerte, sino la vida. La vida de Jesucristo Resucitado, que ha avanzado ya su victoria final en esta criatura privilegiada como es su Madre, y esto para infundirnos a nosotros una esperanza grande. ¿Vemos lo que es María en el Cielo? Pues esto mismo, y no otra cosa, es lo que seremos nosotros.

Hemos visto antes cómo María no está ociosa en los esplendores de su gloria, sino que se preocupa constantemente de la tierra. Y esto nos lleva a otra consideración muy oportuna. ¿Podemos pensar que María, Madre de todos los hombres, esté contenta de las condiciones de vida en que se desenvuelven muchos hijos suyos?...

¿Puede estar conforme con la pobreza extrema de muchos? No.
¿Puede mirar indiferente las condiciones de muchas cárceles? No.
¿Puede gustarle cómo se mata a tanto niño antes de que pueda nacer? No.
¿Puede contemplar sin conmoverse la situación penosa de jóvenes que cayeron el la droga? No.
¿Puede tolerar la explotación de hijas suyas, compradas como esclavas destinadas al vicio? No.

Cuando nosotros hacemos algo para remediar esos males y muchos más de los hijos e hijas de María, no nos damos cuenta quizá de que somos instrumentos del amor materno de la Virgen, que se preocupa desde el Cielo y cuenta con nosotros para que realicemos una obra de amor salida de su Corazón...

¡Madre María! ¡Madre glorificada en el Cielo! En el día de tu nacimiento a la Gloria te felicitamos de corazón. ¡Qué alegría para nosotros tus hijos el saber que tenemos una Madre tan feliz, tan rebosante de gozo, tan colmada de privilegios, tan preocupada por nosotros, tan impaciente por tenernos a su lado!... Danos una mano, ya que te cuesta tan poquito, y arrástranos, a pesar de nuestras resistencias a veces, hasta donde Tú reinas inmortal....

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA - 15 DE AGOSTO

La Asunción de la Virgen María
Es un dogma de fe que María Santísima fue llevada al cielo en cuerpo y alma, Acontecimiento que celebramos el 15 de agosto


Por: Teresa Vallés | Fuente: Catholic.net 




Explicación de la fiesta

La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.

Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.

También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.

La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.

María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza.
María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.

Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.

Un poco de historia

El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.

La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.

Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.

María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.

María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.

Sugerencias para vivir la fiesta:

Tener una imagen de la Virgen María en el momento de la Asunción y poner junto de ésta un florero para repartir una flor con un letrero de una virtud propia de la Virgen para que cada uno medite en esta virtud y deposite la flor.
Coronar a la virgen María poniéndole una corona y explicando al mismo tiempo por que llegó al Cielo en cuerpo y alma.
Llevar y ofrecer flores a la Virgen.
Rezar el Rosario en familia con mucha devoción.

viernes, 15 de agosto de 2014

IMÁGENES DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS






¿MURIÓ LA VIRGEN MARÍA?


Autor: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: El Teólogo Responde 
¿Murió la Virgen María?
La Virgen murió a causa del ardoroso amor de Dios y del vehemente deseo y contemplación intensísima de las cosas celestiales


Reverendo Padre: la duda que tengo es acerca de la muerte de la Virgen María: ¿fue sólo una dormición?, ¿qué dice la doctrina de la Iglesia? Espero su respuesta. Gracias.


Para responder a su pregunta hay que distinguir entre “muerte” y “corrupción en el sepulcro”. La muerte es la separación del cuerpo y del alma; en cambio la corrupción del sepulcro es la resolución del cuerpo en polvo. Cristo murió, pero no conoció la corrupción del sepulcro, cumpliéndose lo del Salmo 15,10: “No permitirás que tu Santo vea la corrupción”.

¿Murió la Virgen? El primero que parece dudar de esto fue San Epifanio, aunque, como él mismo dice, no se atreve a decir ni que sí ni que no. Ya en el siglo IV existía la tradición según la cual la Virgen no murió sino que subió a los cielos sin morir. Esta tradición ha tenido seguidores en diversos momentos de la historia eclesiástica.

Sin embargo, según G. Alastruey (“Tratado de la Virgen Santísima”, BAC, Madrid 1945, pp. 405 y siguientes), para sólo citar uno de los más relevantes mariólogos, la verdadera doctrina (que debe tenerse “como teológicamente ciertísima”) es que la Virgen María murió verdaderamente.

Esta es la sentencia más firme y que tiene el aval de una segura tradición tanto latina como griega, incluso con autores ortodoxos (San Agustín, San Juan Damasceno, San Andrés de Creta, San Juan de Tesalónica, Nicolás Cabasilas, etc.). En cuanto a San Epifanio, hay que tener en cuenta que no niega la muerte sino que solamente afirma que sobre esto nada dice la Escritura.

Lo mismo dice la tradición litúrgica. En el “Misal Romano” se leía en la Misa de la Asunción: “ya que la Madre de Dios salió de este mundo conforme a la condición de la carne mortal”. En el Misal actual no se menciona la muerte sino sólo la inmunidad de la corrupción en el sepulcro.

La palabra “dormición”, que se usa principalmente en la Iglesia griega no debe llevarnos a confusión pues significa la muerte de la Virgen María.


Las razones teológicas que se dan al respecto son:

1) Convenía que María, para conformarse con su Hijo, padeciera la muerte, y así por la muerte pasara a la gloria, a fin de que no pareciera de mejor condición la Madre que el Hijo.

2) La verdad de la Encarnación se corrobora más por la muerte de María; pues si convenía que Cristo muriera para confirmar la fe de la Encarnación, y así no se dudara de que era hombre verdadero, igualmente convenía que muriera su madre, para que no se pensase que había nacido de mujer inmortal.

3) Además la Virgen fue constituida por Dios cooperadora en la obra de la Redención humana. Mas porque la obra de la redención del género humano se llevó a cabo por la muerte de Cristo, así convenía que la Virgen se asociara a su muerte.

4) Como dice San Pedro Canisio: para consuelo nuestro cuando nos toque el duro trance de la nuestra muerte.


¿De qué género de muerte murió la Virgen Santísima? La Virgen no murió ni por martirio ni por muerte violenta; tampoco de enfermedad o vejez. Los teólogos afirman comúnmente que la Virgen murió a causa del ardoroso amor de Dios y del vehemente deseo y contemplación intensísima de las cosas celestiales. Así sostuvieron San Jerónimo, el abad Guerrico, San Alberto Magno, Dionisio el Cartujano, Santo Tomás de Villanueva, Bossuet, etc.


En cambio, la Virgen María no estuvo sujeta a la corrupción del sepulcro. Esto es tradición unánime de la Iglesia. San Andrés de Creta dice: “Como no se corrompió el útero de la que dio a luz, así ni la carne de la que murió... El parto eludió la corrupción, y el sepulcro no admitió la extrema corrupción de la muerte”. Y Santo Tomás de Villanueva: “No es justo que sufra corrupción aquel cuerpo que no estuvo sujeto a ninguna concupiscencia”.

jueves, 14 de agosto de 2014

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS - VIERNES 15 DE AGOSTO 2014


Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid 
Asunción de Nuestra Señora
"María, levántate, te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda". 
15 de agosto

Asunción de Nuestra Señora
Solemnidad

Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950.
Un ángel se aparecía a la Virgen y le entregaba la palma diciendo: "María, levántate, te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda". María tomó la palma, que brillaba como el lucero matutino, y el ángel desapareció. Esta salutación angélica, eco de la de Nazaret, fue el preludio del gran acontecimiento.

Poco después, los Apóstoles, que sembraban la semilla evangélica por todas las partes del mundo, se sintieron arrastrados por una fuerza misteriosa que les llevaba a Jerusalén en medio del silencio de la noche. Sin saber cómo, se encontraron reunidos en torno de aquel lecho, hecho con efluvios de altar, en que la Madre de su Maestro aguardaba la venida de la muerte. En sus burdas túnicas blanqueaba todavía, como plata desecha, el polvo de los caminos: en sus arrugadas frentes brillaba como un nimbo la gloria del apostolado. Se oyó de repente un trueno fragoroso; al mismo tiempo, la habitación de llenó de perfumes, y Cristo apareció en ella con un cortejo de serafines vestidos de dalmáticas de fuego. 

Arriba, los coros angélicos cantaban dulces melodías; abajo, el Hijo decía a su Madre: "Ven, escogida mía, yo te colocaré sobre un trono resplandeciente, porque he deseado tu belleza". Y María respondió: "Mi alma engrandece al Señor". Al mismo tiempo, su espíritu se desprendía de la tierra y Cristo desaparecía con él entre nubes luminosas, espirales de incienso y misteriosas armonías. El corazón que no sabía de pecado, había cesado de latir; pero un halo divino iluminaba la carne nunca manchada. Por las venas no corría la sangre, sino luz que fulguraba como a través de un cristal.

Después del primer estupor, se levantó Pedro y dijo a sus compañeros: "Obrad, hermanos, con amorosa diligencia; tomad ese cuerpo, más puro que el sol de la madrugada; fuera de la ciudad encontraréis un sepulcro nuevo. Velad junto al monumento hasta que veáis cosas prodigiosas". Se formó un cortejo. Las vírgenes iniciaron el desfile; tras ellas iban los Apóstoles salmodiando con antorchas en las manos, y en medio caminaba san Juan, llevando la palma simbólica. Coros de ángeles agitaban sus alas sobre la comitiva, y del Cielo bajaba una voz que decía: "No te abandonaré, margarita mía, no te abandonaré; porque fuiste templo del Espíritu Santo y habitación del Inefable". Acudieron los judíos con intención de arrebatar los sagrados despojos. Todos quedaron ciegos repentinamente, y uno de ellos, el príncipe de los sacerdotes, recobró la vista al pronunciar estas palabras: "Creo que María es el templo de Dios".

Al tercer día, los Apóstoles que velaban en torno al sepulcro oyeron una voz muy conocida, que repetía las antiguas palabras del Cenáculo: "La paz sea con vosotros". Era Jesús, que venía a llevarse el cuerpo de su Madre. Temblando de amor y de respeto, el Arcángel San Miguel lo arrebató del sepulcro, y, unido al alma para siempre, fue dulcemente colocado en una carroza de luz y transportado a las alturas. En este momento aparece Tomás sudoroso y jadeante. Siempre llega tarde; pero esta vez tiene una buena excusa: viene de la India lejana. Interroga y escudriña; es inútil, en el sepulcro sólo quedan aromas de jazmines y azahares. En los aires una estela luminosa, que se extingue lentamente, y algo que parece moverse y que se acerca lentamente hasta caer junto a los pies del Apóstol. Es el cinturón que le envía la virgen en señal de despedida. 

Esta bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos con soberanas claridades.

Nunca la Iglesia quiso incorporarla a sus libros litúrgicos, pero la dejó correr libremente para edificación de los fieles. Penetró en todos los países, iluminó a los artistas e inspiró a los poetas. Parece que resurgió, una vez más, en el valle de Josafat, allá donde los cruzados encontraron el sepulcro en el que se habían obrado tantas maravillas y sobre el cual suspendieron tantas lámparas. Como la piedad popular quiere saber, pidiendo certezas y realidades, la leyenda dorada aparece con los rasgos con que el oriental sabe tejerlos entre el perfume del incienso y azahares, adornada con estallidos y decorada con ángeles y pompas del Cielo. Se difunde en el siglo V en Oriente con el nombre de un discípulo de San Juan, Melitón de Sardes, Gregorio de Tours la pasa a las Galias, los españoles la leen en el fervor de la reconquista con peregrinos detalles y toda la Cristiandad busca en ella durante la Edad Media alimento de fe y entusiasmo religioso.

Ni fecha, ni lugar. ¿Cómo fue el prodigio? Escudriñando la Tradición hay un velo impenetrable. San Agustín dice que pasó por la muerte, pero no se quedó en ella. Los Orientales gustan de llamarla Dormición con ánimo de afirmar la diferencia. ¿Tránsito? Separación inefable. Ni el Areopagita, ni Epifanio, ni Dante acertaron a describir lo real indescriptible, inefable: el último eslabón de la cadena que se inicia con la Inmaculada Concepción y, despertando secretos armónicos, apostilla la Asunción con la Coronación que el arte de Fra Angélico se atreve a plasmar con pasta conservada en el Louvre. La Iglesia celebra, junto al Resucitado Hijo triunfante, a la Madre, singularmente redimida, Glorificada desde la Traslación.

¿QUÉ ES EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS?


¿QUÉ ES EL DOGMA DE ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS?

Se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. 

Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus, con las siguientes palabras:

"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante: 

"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966). 

La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección. 

Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios. 

En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos. 

El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".

Y el Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:

"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).

"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).

Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97) 

Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.

Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.

El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

IMÁGENES DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS - 15 DE AGOSTO




































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