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domingo, 12 de junio de 2022

EL MISTERIO DE LA TRINIDAD - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 12 DE JUNIO DE 2022 - SANTÍSIMA TRINIDAD



El misterio de la Trinidad


Hemos atravesado mucho territorio espiritual desde marzo. Pasamos por nuestros pecados en el principio de la Cuaresma. Encontramos la misericordia de Dios en el final del tiempo. Entonces experimentamos la esperanza de la Resurrección y la gloria de la Ascensión. El domingo pasado completamos la renovación proceso de nuestra salvación con la venida del Espíritu Santo. Ahora, después de más que un cuarto de un año, nos conviene reflexionar sobre el dinamismo que ha impulsado el proceso adelante. Eso es, queremos examinar: ¿quién es Dios? 

Escuchamos a veces a algunos hablando de Dios en términos comunes: “Dios es el hombre arriba”. Esto no puede ser correcto. Dios es ni hombre ni arriba en el sentido que vive en un lugar más allá que las nubes. Ni es Dios “papi” como los predicadores solían contarnos. La investigación del lenguaje ha certificado que “Abba”, la palabra aramea con lo cual Jesús se dirige a Dios, no lleva cariño familiar. Sólo es “Padre” con todo la intimidad y respeto que tiene esta palabra.

Se puede decir con verdad que Dios es misterio, pero ¿qué significa este término? Misterio, en el sentido religioso, no es como una novela policiaca que nos reta a resolver. Ni es un enigma científico que probablemente vamos a entender un día. Dios es misterio porque no tenemos ni las ideas y mucho menos las palabras para describirlo adecuadamente. Es misterio como cuando nos traen nuestro recién nacido. Es todo asombro y maravilla.

En el evangelio de hoy Jesús dice a sus discípulos que el Espíritu Santo vendrá con su partida. Les asegura que él les enseñará todo lo que no pueden entender ahora (que es mucho porque no han experimentado todavía la crucifixión y resurrección). Aún más Jesús promete que el Espíritu les comunicará lo que es de él. Con sus modos comunicados sus discípulos, incluso a nosotros, pueden ser santos como Jesús.

Ahora ¿qué podemos concluir acerca de Dios? En primer lugar, podemos decir que Dios ha existido desde siempre como trinidad de personas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Las tres tienen la misma naturaliza divina y la misma voluntad. Segundo, podemos afirmar que Dios redimió a los seres humanos del mayor amor posible. Era como un padre poniendo a su propio hijo a la prueba más retadora (tal vez caminar toda el Antártica hasta el polo sur) para salvar a sus vecinos de la destrucción. Finalmente, Dios sigue con nosotros iluminando la mente y fortaleciendo el corazón para imitar a Jesús.

Una oración antes de recostarse puede ayudarnos considerar a las tres personas diariamente. A Dios Padre queremos dar gracias por algún beneficio que recibimos durante el día. A Dios Hijo queremos pedir perdón por una falta que hemos manifestado. Y a Dios Espíritu Santo queremos solicitar ayuda por un reto que enfrentaremos mañana. Así no estaríamos resolviendo el misterio que es Dios. Pero sí estaríamos encontrando el dinamismo de nuestro existir.

(Padre Carmelo Mele O.P.) 

PAPA FRANCISCO: SANTÍSIMA TRINIDAD NOS ENSEÑA QUE NO SE PUEDE ESTAR NUNCA SIN EL OTRO



Papa Francisco: Santísima Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

 Foto: Vatican Media


El Papa Francisco indicó este domingo 12 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, que “la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro” por lo que invitó a “testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor”.

“La Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”, señaló el Papa antes del rezo del Ángelus ante numerosos fieles reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Por ello, el Santo Padre invitó a cuestionarnos: “¿Soy un reflejo de la Trinidad en la vida de todos los días? ¿Se queda la señal de la cruz que hago cada día en un mero gesto ocioso o inspira mi manera de hablar, conocer, responder, juzgar, perdonar?”.

En esta línea, el Papa indicó que “celebrar la Santísima Trinidad no es solo un ejercicio teológico, sino una revolución de nuestra manera de vivir” porque “Dios, en quién cada Persona vive para la otra, en continua relación, no para sí misma, nos estimula a vivir con los demás y para los demás”.

Al comentar el pasaje del Evangelio de San Juan que describe a las tres Personas de la Santísima Trinidad, el Pontífice subrayó que “el Espíritu habla, pero no de sí mismo: anuncia a Jesús y revela al Padre. Y vemos que el Padre, que posee todo porque es el origen de todo, le da al Hijo todo lo que posee, no se queda con nada para sí mismo y se dona enteramente al Hijo”.

De este modo, el Santo Padre alentó a pensar “en las cosas de las que hablamos y a lo que poseemos” ya que “cuando hablamos, queremos siempre que se hable bien de nosotros y a menudo hablamos de nosotros y de lo que hacemos”.

“¡Qué diferencia respecto al Espíritu Santo, que habla anunciando a los otros! Y, sobre lo que poseemos, ¡qué celosos somos y cuánto nos cuesta compartirlo con los demás, incluso con los que carecen de lo necesario! De palabra es fácil, pero luego en la práctica es muy difícil”, dijo el Papa.

En este sentido, el Papa animó a interrogarnos “si nuestra vida refleja el Dios en el que creemos: yo, que profeso la fe en Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente que para vivir necesito a los demás, necesito entregarme a los demás, necesito servir a los demás? ¿Lo afirmo de palabra o con la vida?”.

“Dios trino y uno, queridos hermanos y hermanas, hay que mostrarlo así, con los hechos antes que con las palabras. Dios, que es el autor de la vida, se transmite menos a través de los libros y más a través del testimonio de vida”, advirtió.

Finalmente, el Santo Padre rezó para “que la Virgen, hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu, nos ayude a acoger y testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor”. 

IMÁGENES Y GIFS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
























 

domingo, 30 de mayo de 2021

DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO



 Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo


Si nos hemos reunido en una iglesia esta mañana o tarde es porque amamos a Dios. Desde nuestra infancia, hemos aprendido a amar al que nos ha creado. Y sin embargo, si alguien nos pregunta: ¿Quién es Dios?”, experimentamos que no tenemos siempre la misma idea o la misma imagen de él.

Para algunos, Dios es un Padre intransigente y severo. Para otros, es más bien gentil y perdona fácilmente el mal que se ha podido cometer. Algunos lo imaginan al mismo tiempo como un Padre y una Madre. Otros añadirán que es extremadamente justo y poderoso, pero bueno, comprensivo y que ama.

Ante esta diversidad, admiramos la prudencia de los antiguos hebreos que se abstenían de nombrar a Dios por miedo a imponerle nuestros límites. Sabían que ningún ser humano puede saber plenamente quién es Dios.

Jesús lo entendió bien. Sabía que no podía dar a sus discípulos la descripción completa de su Padre. Conocía sus límites y sus fragilidades. Por eso envió al Espíritu Santo para llevarlos “a la verdad completa” (Juan 16, 13). Lo que nos dice Jesús es que podemos crecer en el conocimiento de Dios: un crecimiento que puede durar toda una vida.

¿Cómo crecer así? Seguramente no sólo oyendo hablar de Dios. Pues millones de palabras no bastarían. Y si la teología nos ayuda a captar mejor quién es Dios, sólo la experiencia nos llevará a conocerlo verdaderamente. Creados a su imagen, lo reconoceremos en la generosidad de la que toma tiempo de escucharnos, de que pasa respondiendo a una llamada, o de un niño que se arroja incondicionalmente en sus brazos.

Ya conocemos al Hijo, por así decirlo, como si lo hubiéramos encontrado. Le hablamos en la oración. Lo conocemos por haber oído sus palabras y la narración de todo lo que hizo en Galilea y en Jerusalén.

En cuanto al Espíritu Santo, sabemos que ha sido llamado para quedarse junto a nosotros como un amigo, un defensor, un guía personal. Está encargado de centrarnos en la misión que Jesús nos ha confiado: “Id por todo el mundo, haced discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”


(P. Felipe Santos S.D.B.)

PAPA FRANCISCO ALIENTA A BUSCAR EL AMOR Y LA UNIDAD IMITANDO A LA SANTÍSIMA TRINIDAD



 Papa Francisco alienta a buscar el amor y la unidad imitando a la Santísima Trinidad

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco invitó a buscar el amor y la unidad siguiendo el ejemplo de la Santísima Trinidad porque “la unidad es esencial al cristiano” y es necesario “testimoniar la concordia entre nosotros”. Así lo dijo el Santo Padre antes del rezo del Ángelus este domingo 30 de mayo, Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Al explicar el misterio de la Santísima Trinidad, el Pontífice reconoció que “no es fácil de entender, pero se puede vivir este misterio en todos nosotros, se puede vivir mucho”.

“En esta fiesta celebramos a Dios, el misterio de un único Dios. Y este Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres personas, pero Dios es uno. Pero el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu es Dios, pero no son tres dioses, es un solo Dios y tres personas”, advirtió el Papa.

En esta línea, el Santo Padre recordó que el misterio de la Santísima Trinidad nos fue “revelado por Jesucristo” por lo “hoy nos detenemos para celebrar este misterio porque las personas no son adjetivos de Dios, no, son personas, reales, diversas, diferentes”.

“No son como decía aquel filósofo de Dios ‘emanación de Dios’ no, son personas: está el Padre, a quien yo rezo con el Padre Nuestro; está el Hijo que me ha dado la Redención, la justificación; está el Espíritu Santo que vive en nosotros y da vida a la Iglesia”, añadió.


Dios es amor

Por ello, el Papa indicó que “esto habla a nuestro corazón” y recordó la frase de San Juan “que resume toda la Revelación: Dios es amor”.

“El Padre es amor, el Hijo es amor, el Espíritu Santo es amor. En cuanto amor, Dios, aunque es uno y único, no es soledad sino comunión, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo porque el amor, en efecto, es esencialmente don de sí mismo, y en su realidad originaria e infinita es Padre que se da generando al Hijo, que a su vez se da al Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo, vínculo de su unidad”, explicó el Papa.

En este sentido, el Santo Padre destacó que Jesús “nos hizo conocer el rostro de Dios como Padre misericordioso; se presentó a sí mismo, verdadero hombre, como Hijo de Dios, y Palabra del Padre que da su vida por nosotros y habló del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, Espíritu de la Verdad, Espíritu Paráclito, es decir, nuestro Consolador y Abogado”.

Además, el Papa señaló que “cuando Jesús se apareció a los apóstoles después de la Resurrección, los invitó a evangelizar a todas las personas, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

“La fiesta de hoy, pues, nos hace contemplar este maravilloso misterio de amor y luz del que procedemos y hacia el cual se orienta nuestro camino terrenal”, afirmó.


No se puede prescindir de la unidad

Por último, el Santo Padre subrayó que “en el anuncio del Evangelio y en toda forma de misión cristiana, no se puede prescindir de esta unidad, a la cual llama Jesús, entre nosotros, siguendo la unidad del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. No se puede prescindir de esta unidad”.

“La belleza del Evangelio requiere ser vivida y testimoniada en la concordia entre nosotros, que somos tan diferentes. Y esta unidad, me atrevo a decir, que es esencial al cristiano".

"No es una actitud, un modo de decir, no, es esencial, porque es la unidad que nace del amor, de la misericordia de Dios, de la justificación de Jesucristo y de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones”, confió el Papa.

Por ello, el Santo Padre alentó a rezar a María Santísima que “en su sencillez y humildad, refleja la Belleza de Dios Uno y Trino, porque recibió plenamente a Jesús en su vida”.

“Que ella sostenga nuestra fe; que nos haga adoradores de Dios y servidores de nuestros hermanos”, invitó el Papa.

EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO - SANTÍSIMA TRINIDAD - REFLEXIÓN



EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO



¿Cómo se comunicaba Jesús con Dios?, ¿Qué sentimientos se despertaban en su corazón?, ¿Cómo lo experimentaba día a día? Los relatos evangélicos nos llevan a una doble conclusión: Jesús sentía a Dios como Padre, y lo vivía todo impulsado por su Espíritu.

Jesús se sentía «hijo querido» de Dios. Siempre que se comunica con él lo llama «Padre». No le sale otra palabra. Para él, Dios no es solo el «Santo» del que hablan todos, sino el «Compasivo». No habita en el templo, acogiendo solo a los de corazón limpio y manos inocentes. Jesús lo capta como Padre que no excluye a nadie de su amor compasivo. Cada mañana disfruta porque Dios hace salir su sol sobre buenos y malos.

Ese Padre tiene un gran proyecto en su corazón: hacer de la tierra una casa habitable. Jesús no duda: Dios no descansará hasta ver a sus hijos e hijas disfrutando juntos de una fiesta final. Nadie lo podrá impedir, ni la crueldad de la muerte ni la injusticia de los hombres. Como nadie puede impedir que llegue la primavera y lo llene todo de vida.

Fiel a este Padre y movido por su Espíritu, Jesús solo se dedica a una cosa: hacer un mundo más humano. Todos han de conocer la Buena Noticia, sobre todo los que menos se lo esperan: los pecadores y los despreciados. Dios no da a nadie por perdido. A todos busca, a todos llama. No vive controlando a sus hijos e hijas, sino abriendo a cada uno caminos hacia una vida más humana. Quien escucha hasta el fondo su propio corazón le está escuchando a él.

Ese Espíritu empuja a Jesús hacia los que más sufren. Es normal, pues ve grabados en el corazón de Dios los nombres de los más solos y desgraciados. Los que para nosotros no son nadie, esos son precisamente los predilectos de Dios. Jesús sabe que a ese Dios no le entienden los grandes, sino los pequeños. Su amor lo descubren quienes le buscan, porque no tienen a nadie que enjugue sus lágrimas.

La mejor manera de creer en el Dios trinitario no es tratar de entender las explicaciones de los teólogos, sino seguir los pasos de Jesús, que vivió como Hijo querido de un Dios Padre y que, movido por su Espíritu, se dedicó a hacer un mundo más amable para todos.


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mt (28,16-20)

 

¿QUÉ ES LA SANTÍSIMA TRINIDAD?

 


 Oración a la Santísima Trinidad

La Santísima Trinidad es el misterio de un sólo Dios en tres personas. El hombre debe inclinarse con respeto ante ese misterio sublime y creerlo sin procurar profundizarlo, porque se halla por encima de la luz de su razón.

La Santísima Trinidad es el misterio fundamental de nuestra religión. En su nombre hemos sido bautizados. La señal de la cruz nos la recuerda, y el sacerdote, en el altar, la invoca para terminar todas sus oraciones. En su nombre somos absueltos en el tribunal de la penitencia, y en su nombre, se renueva todos los días, en nuestros altares, el sacrificio del Calvario.

La Santísima Trinidad es, además, prenda de nuestra felicidad eterna: Dios mismo será nuestra recompensa si hemos guardado su ley.

Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de su gloria.

Os adoro, Dios tres veces santo, Padre, que nos habéis creado, Hijo que nos habéis, redimido con vuestra sanare, Espíritu Santo, que nos santificáis con las gracias que nos concedéis todos los días. Haced que guarde en mi alma vuestra semejanza o imagen, a fin de que, un día, me reconozcáis y reine con vos en la eternidad.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Así sea.


Texto de una estampa religiosa de finales del siglo XIX

domingo, 7 de junio de 2020

LA INTIIMDAD DE DIOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY, SANTÍSIMA TRINIDAD



La intimidad de Dios



Si por un imposible la Iglesia dijera un día que Dios no es Trinidad, ¿cambiaría en algo la existencia de muchos creyentes? Probablemente no. Por eso queda uno sorprendido ante esta confesión del P. Varillon: «Pienso que, si Dios no fuera Trinidad, yo sería probablemente ateo […] En cualquier caso, si Dios no es Trinidad, yo no comprendo ya absolutamente nada».

La inmensa mayoría de los cristianos no sabe que al adorar a Dios como Trinidad estamos confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es solo amor, acogida, ternura. Esta es quizá la conversión que más necesitan no pocos cristianos: el paso progresivo de un Dios considerado como Poder a un Dios adorado gozosamente como Amor.

Dios no es un ser «omnipotente y sempiterno» cualquiera. Un ser poderoso puede ser un déspota, un tirano destructor, un dictador arbitrario: una amenaza para nuestra pequeña y débil libertad. ¿Podríamos confiar en un Dios del que solo supiéramos que es omnipotente? Es muy difícil abandonarse a alguien infinitamente poderoso. Parece más fácil desconfiar, ser cautos y salvaguardar nuestra independencia.

Pero Dios es Trinidad, es un misterio de Amor. Y su omnipotencia es la omnipotencia de quien solo es amor, ternura insondable e infinita. Es el amor de Dios el que es omnipotente. Dios no lo puede todo. Dios no puede sino lo que puede el amor infinito. Y siempre que lo olvidamos y nos salimos de la esfera del amor nos fabricamos un Dios falso, una especie de ídolo extraño que no existe.

Cuando no hemos descubierto todavía que Dios es solo Amor, fácilmente nos relacionamos con él desde el interés o el miedo. Un interés que nos mueve a utilizar su omnipotencia para nuestro provecho. O un miedo que nos lleva a buscar toda clase de medios para defendernos de su poder amenazador. Pero esta religión hecha de interés y de miedos está más cerca de la magia que de la verdadera fe cristiana.

Solo cuando uno intuye desde la fe que Dios es solo Amor y descubre fascinado que no puede ser otra cosa sino Amor presente y palpitante en lo más hondo de nuestra vida, comienza a crecer libre en nuestro corazón la confianza en un Dios Trinidad del que lo único que sabemos por Jesús es que no puede sino amarnos.


* Padre José Antonio Pagola

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2020 - SANTÍSIMA TRINIDAD

Lecturas de hoy Santísima Trinidad - Ciclo A
Hoy, domingo, 7 de junio de 2020




Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (34,4b-6.8-9):

En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»

Palabra de Dios


Salmo
Dn 3,52-56

R/. A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R/.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (13,11-13):

Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-18):

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 7 de junio de 2020
Fernando Torres cmf


¡Tanto amó Dios al mundo!

      Este domingo de la Trinidad se puede decir que marca el final de las celebraciones más importantes del año litúrgico. Adviento y Navidad traen consigo la primera pascua: el Nacimiento de Jesús. Cuaresma y Semana Santa nos llevan a la segunda pascua: la Resurrección de Jesús. Y los cincuenta días de Pascua nos guían hacia Pentecostés, la tercera pascua, la venida del Espíritu Santo. Se ha culminado así el proceso de la revelación de Dios, que se nos ha manifestado en Jesús. A través de sus palabras, de sus acciones y de su estilo de vida, nos ha revelado al Padre. Y cuando él desaparece de este mundo, nos envía su Espíritu Santo para que siga alentando en nuestros corazones el mismo fuego que nos dejó su presencia. 

      Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No es cuestión de entrar en discusiones teológicas. Pero sí de dejar que llegue a nuestro corazón un mensaje claro: Dios es amor. Y no es otra cosa. Padre, Hijo y Espíritu Santo son relación de amor entre ellos. Y en ese amor viven en la más perfecta unidad que imaginarse pueda. Tanto que son un solo Dios. 

      Y lo que es más: ese amor se vuelve hacia nosotros. En Jesús se nos revela el amor del Padre y el Espíritu nos ayuda a reconocerlo con nuestra mente y con nuestro corazón. Hay que volver a leer el texto del evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Es decir, se entregó a sí mismo. Se dio totalmente por nosotros. Sin medida. Sin condiciones. ¿Cómo es posible que haya gente que todavía piense que Dios anda persiguiéndonos para castigarnos, para ponernos dificultades y piedras en el camino, para condenarnos incluso? Hay que repetir muchas veces ese texto: “Tanto amó Dios al mundo...” Y dejar que nos llegue adentro ese cariño inmenso de Dios y darnos cuenta de la incongruencia que supone pensar que Dios pueda estar planificando nuestra condenación o que pueda tener pensada la destrucción de este mundo y de sus hijos. Dios, lo dice también el evangelio de hoy, quiere que “el mundo se salve”. 

      Pero, ¿nos dejaremos salvar? Porque también es verdad lo que dice la primera lectura del libro del Éxodo: que somos un pueblo de cerviz dura, que a veces no somos capaces de aceptar la mano que Dios nos tiende para salvarnos. Hoy es tiempo de volver nuestros ojos a lo alto y reconocer que Dios está ahí, siempre deseoso de echarnos una mano, de ayudarnos, de estar a nuestro lado, de acogernos, de enseñarnos a perdonar (generalmente nos cuesta mucho perdonarnos a nosotros mismos y por eso nos cuesta también aceptar el perdón de Dios). Levantemos los ojos y nos daremos cuenta de que el Dios del amor y de la paz está con nosotros (segunda lectura). Para siempre. ¿No es tiempo de darle las gracias?



Para la reflexión

      ¿Pienso a veces que Dios me está castigando o que no me va a perdonar por algo que hecho? ¿Está de acuerdo eso con lo que hoy nos dice el Evangelio? ¿Soy capaz de perdonarme a mí mismo y a mis hermanos como Dios me perdona? Podría aprovechar un momento de silencio para darle gracias por su amor.

HOY DOMINGO 7 DE JUNIO CELEBRAMOS LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el misterio del amor de Dios
Redacción ACI Prensa




La Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres personas un solo Dios verdadero, es la solemnidad litúrgica que la Iglesia Universal celebra hoy.

El Papa Francisco en 2013 al explicar a unos niños las tres personas de la Santísima Trinidad les dijo que “el Padre crea el mundo, Jesús nos salva ¿y el Espíritu Santo qué hace? Nos ama, nos da el amor”.


El misterio de la Trinidad no se puede entender precisamente porque es un misterio, Santa Juana de Arco afirmaba que “Dios es tan grande que supera nuestra ciencia”, por tanto supera el entendimiento humano.

En una oportunidad San Agustín caminaba por la playa cuando observó a un niño que hacía un hoyo en la arena, y el santo le preguntó qué intentaba hacer, el niño le dijo que pensaba meter toda el agua del mar en ese hoyo.

San Agustín, admirado, le dijo: “pero ¡¿no te das cuenta que es imposible?!”, el niño le contestó que “es más posible meter toda el agua del mar en este agujero que intentar meter el misterio de la Trinidad en tu cabeza”.

El santo irlandés, San Patricio, para explicar este misterio lo comparaba con una hoja de trébol. Decía que cada hoja es diferente, pero las tres forman el trébol, y que lo mismo pasa con Dios donde cada persona es Dios y forman la Santísima Trinidad.



Oración a la Santísima Trinidad


La Santísima Trinidad es el misterio de un sólo Dios en tres personas. El hombre debe inclinarse con respeto ante ese misterio sublime y creerlo sin procurar profundizarlo, porque se halla por encima de la luz de su razón.

La Santísima Trinidad es el misterio fundamental de nuestra religión. En su nombre hemos sido bautizados. La señal de la cruz nos la recuerda, y el sacerdote, en el altar, la invoca para terminar todas sus oraciones. En su nombre somos absueltos en el tribunal de la penitencia, y en su nombre, se renueva todos los días, en nuestros altares, el sacrificio del Calvario.

La Santísima Trinidad es, además, prenda de nuestra felicidad eterna: Dios mismo será nuestra recompensa si hemos guardado su ley.
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de su gloria.

Os adoro, Dios tres veces santo, Padre, que nos habéis creado, Hijo que nos habéis, redimido con vuestra sanare, Espíritu Santo, que nos santificáis con las gracias que nos concedéis todos los días. Haced que guarde en mi alma vuestra semejanza o imagen, a fin de que, un día, me reconozcáis y reine con vos en la eternidad.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Así sea.


Texto de una estampa religiosa de finales del siglo XIX
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