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jueves, 22 de febrero de 2024

LA REBELDÍA CONTRA DIOS



 La rebeldía contra Dios

Autor: Padre Francisco Baena Calvo


 

Gustaba repetir a Wiesel, uno de los supervivientes del holocausto judío, premio nobel de la paz: “No puedo concebir mi vida sin Dios. Mi relación con Él va desde la confianza más auténtica a la rebeldía más manifiesta. Entiendo la vida contra Dios pero nunca sin Dios”. Wiesel comprendía que su vida sin Dios estaba llamada a la nada y al sin sentido más cruel, al tiempo que se apaga el calor de su rebeldía más certera en ese Dios de sus padres, cada día más vivo y más unido al sufrimiento.

Bien sabemos que el creyente de hoy desea conocer qué respaldo bíblico y teológico puede tener su propia queja ante el sufrimiento del inocente y su rebeldía dentro del proyecto de la salvación, al tiempo que le preocupa cómo enraizar su propia queja en el meollo de nuestra conflictiva existencia abierta a la fe.

No abandones la confianza en Dios si te preocupa el sufrimiento del inocente. Desde Él encontrarás una respuesta profunda al dolor tan cercano en el hombre y mirarlo con fe puede ser la única respuesta que no nos haga anclarnos en nuestra angustia.

domingo, 5 de noviembre de 2023

EL BORDADO DE MAMÁ


 El bordado de mamá

Los planes y pensamientos de Dios son muy distintos de los proyectos humanos. La anécdota de hoy puede ayudarte a confiar más plenamente en los designios de Dios sobre tu vida, porque son frutos de su amor y de su sabiduría infinita. 

Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Siendo yo pequeño, observaba el trabajo de mi mamá desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que solo veía hilos feos. Ella se sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: —Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba.  Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba.  Más tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome: —Hijo, ven y siéntate en mi regazo.  Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver una hermosa flor o un bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo solo veía hilos enredados. Entonces mi mamá me decía: —Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello.

Muchas veces he mirado al Cielo y he dicho: —Padre, ¿Qué estás haciendo?  Él responde: —Estoy bordando tu vida. Entonces yo le replico: —Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes? El Padre parecía decirme: —Mi niño, ocúpate de tu trabajo confiando en mí y un día aquí, sobre mi regazo, verás el plan desde mi posición y entenderás... Que el Señor acreciente tu fe y confianza filial.

(P. Natalio)

 

domingo, 18 de octubre de 2020

LA VIDA SOLO ES PARA DIOS



LA VIDA SOLO ES PARA DIOS



La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.

Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida, amenazada o insegura, para despertar en ellos una vida más plena. Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio. Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.

Como ha subrayado Jon Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada, pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada.

Por eso Jesús se preocupa tanto de la vida concreta de los campesinos de Galilea. Lo primero que necesitan aquellas gentes es vivir, y vivir con dignidad. No es la meta final, pero es ahora mismo lo más urgente. Jesús les invita a confiar en la salvación última del Padre, pero lo hace salvando a la gente de la enfermedad y aliviando dolencias y sufrimientos. Les anuncia la felicidad definitiva en el seno de Dios, pero lo hace introduciendo dignidad, paz y dicha en este mundo.

A veces, los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en la vida eterna. Por eso nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mt (22,15-21)

martes, 17 de marzo de 2020

YO SOY TU DIOS


Yo soy tu Dios



Está alerta porque vendrán tentaciones de desanimación y desesperanza. El enemigo entrará en tu imaginación y levantará en el aire castillos de dificultades insuperables. Déjale al Señor el cuidado de todas tus cosas y verás que todo te irá mejor. Abandónate en él y todo se resolverá con tranquilidad según sus designios. La confianza en Dios es la clave.

Yo soy tu Dios, y pienso en ti desde la eternidad. Tu nombre está escrito de tal modo en mi corazón, que jamás podré olvidarte. Dirijo todas las cosas para tu bien. Si ahora no lo comprendes, un día lo verás claramente. Yo soy tu Dios, y te amo: conozco a la perfección todo lo que te aflige e inquieta. Acéptalo con tranquilidad y en paz. Yo estoy siempre contigo, ¿qué más deseas? Si estás triste, corre a refugiarte en mí. Si sientes la alegría del triunfo, vuela junto a mí. Si estás cansado, échate en mis brazos y se multiplicarán tus fuerzas. El mundo pasa, los hombres desaparecen. Sólo te quedará siempre tu Dios.

En los salmos varias veces se declara feliz al hombre que busca refugio en Dios cuando llegan las tribulaciones y angustias de la vida: “Dichoso el hombre que confía en Dios, porque no quedará defraudado”. Los hombres fallan y desilusionan, Dios no. Que él te conceda coraje y gracia para abandonarte en sus brazos paternales.



* Enviado por el P. Natalio

domingo, 19 de mayo de 2019

LAS SEÑALES DE DIOS


Las Señales de Dios
Pueden ser muy claras en ocasiones y en otras puedes tardar en detectarlas. 


Por: Marlene Yañez Bittner | Fuente: Catholic.Net 




No te da el juego armado ni el tutorial paso a paso que debes seguir para ser feliz. Dios te da “señales” para que disciernas y tomes el camino que responde a su voluntad. A veces las señales son muy claras, pero en otras ocasiones te puedes tardar años en detectarlas. Así como también las señales pueden ser muy evidentes, pero simplemente no las logras ver.

“Yo le pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor? El Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 22,10)

Lo cierto es que nada ocurre al azar en esta vida. Todo lo que sucede desde lo grande a lo pequeño pertenece al Plan perfecto de Dios, quien al darnos libre albedrío, espera que sigamos su voluntad que revela mediante esas señales.

“Reconócelo a él en todos tus caminos y él allanará tus senderos” (proverbios 3,6)

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Juan 10,27)


Pero, ¿cómo logramos verlas? Más complejo aún… ¿Cómo logramos detectar de que esas señales provienen realmente de Dios y no de otras fuentes o simplemente de nuestra imaginación? Es recurrido el comodín: “Dios me lo reveló mediante sueños y visiones”. Tampoco se trata de engañarse y de obedecer a todo que llega a nosotros o a cualquier pensamiento que se nos venga a la mente.

Seguramente hemos escuchado el relato de aquel pescador que tras el naufragio de su bote, se estaba ahogando en el mar; esperaba la ayuda de Dios, pero sólo llegó a él la ayuda de un barco pequeño, uno más grande y un helicóptero. Tras su muerte le pregunta a Dios: ¿Por qué no me salvaste cuando te pedí ayuda? Dios le contesta que aquellos salvavidas fueron enviados por Él, sin embargo el pescador no lo creyó en su momento. Y es que Dios se comunica con cada uno de nosotros sirviéndose de cualquier instrumento.

En la medida que nuestra fe sea más fuerte y mediante una vida de oración constante, podemos ir discerniendo cada vez más la voluntad de Dios. La lectura de la Sagrada Escritura, que es la palabra viva del Señor, es también el instrumento por medio del cual Dios se comunica con nosotros. Y por cierto, podemos recurrir a la intercesión de la Virgen María, pidiendo en oración que nos ayude a ver las señales que Dios va colocando en nuestro camino. Él quiere que nos abandonemos en su voluntad y confiemos en su Plan maravilloso aunque a veces resulte difícil o simplemente inimaginable.

Generalmente se trata bastante este tema en aquellas personas que sienten una inquietud vocacional respecto a la vida consagrada. Podemos recoger muchos testimonios de personas consagradas que jamás imaginaron serlo; que luego de muchas señales que Dios les enviaba pudieron responder con un Sí. Cada caso es único, pues Dios se ha manifestado en ellas de diferentes maneras; lo común de todas esas personas es su grandioso amor, pues en ellas fijó su mirada, las eligió y las llamó para servirles en su Reino. Esas personas viven en paz y con alegría, gozando de este regalo inmenso de Dios.

Sin embargo en nuestra vida cotidiana, siempre se nos presentan inquietudes de todo tipo y en toda materia. Generalmente tenemos más de un camino al que podemos optar y estamos en constante inseguridad de qué opción tomaremos. Los cristianos le pedimos ayuda a Dios y nos aferramos a la oración mientras que otros buscan respuestas en dónde por cierto, no las encontrarán. Y en este punto debemos reflexionar. ¿En dónde esperamos encontrar las señales que debemos seguir? Debemos tener presente que sólo Dios tiene ese Plan perfecto para cada uno de nosotros, un plan único e intransferible, un plan que con toda seguridad nos llevará a encontrar la felicidad. Lo demás, es fantasía, bienestar momentáneo quizás o una opción menos exigente, pero en ningún caso la voluntad de Dios y el camino a la Santidad.

Es el espíritu Santo quien nos guía para caminar en la senda que Dios nos ha preparado desde siempre. Por ello debemos invocarlo en todo momento, pidiendo que nos asista y que nos indique el camino que responde a la voluntad del Padre.

“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”  (Romanos 8,14).

“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5,25)

“El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y camina junto a su carro” (Hechos 8,29)

“El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos, de manera que pudieran avanzar de día y de noche” (Éxodo 13,21)

martes, 14 de mayo de 2019

DIOS CAMINA A NUESTRO LADO


Dios camina con nosotros
Y esto la Iglesia Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son compañeros de camino, hacen la historia con nosotros.


Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net 




"Vamos alegres a la casa del Señor",

El sacramento no es un rito mágico, sino el encuentro con Jesús que nos espera. Jesús nos espera siempre, esta es la humildad de Dios.

En la historia del Pueblo de Dios, hay "buenos momentos que dan alegría", y también momentos malos "de dolor, de martirio, de pecado"

Y sea en los momentos malos, como en los buenos tiempos, una cosa es siempre la misma: ¡el Señor está allí, nunca abandona a su pueblo! Porque el Señor, aquel día del pecado, del primer pecado, ha tomado una decisión, hizo una elección: hacer historia con su pueblo. Y Dios, que no tiene historia, porque es eterno, ha querido hacer historia, caminar cerca de su pueblo. Pero más aún: convertirse en uno de nosotros, y como uno de nosotros, caminar con nosotros, en Jesús. Y esto nos habla de la humildad de Dios.

He aquí, pues, que la grandeza de Dios, es su humildad: Ha querido caminar con su pueblo. Y cuando su pueblo se alejaba de Él por el pecado, con la idolatría", Él estaba allí" esperando. Y también Jesús, viene con esta actitud de humildad. Él quiere caminar con el pueblo de Dios, caminar con los pecadores; incluso caminar con los soberbios. El Señor, dijo, ha hecho mucho para ayudar a estos corazones soberbios de los fariseos.

Dios siempre está listo.

Dios está a nuestro lado.

Dios camina con nosotros, es humilde, siempre nos espera. Jesús siempre nos espera. Esta es la humildad de Dios. Y la Iglesia canta con alegría esta humildad de Dios que nos acompaña, como lo hacemos con el Salmo: Vamos alegres a la casa del Señor

Vamos con alegría porque Él nos acompaña, Él está con nosotros. Y el Señor Jesús, incluso en nuestra vida personal nos acompaña: con los sacramentos. El sacramento no es un ritual de magia: se trata de un encuentro con Jesucristo, nos encontramos con el Señor. Es Él quien está al lado de nosotros y nos acompaña".

Jesús se hace "compañero de camino". También el Espíritu Santo, nos acompaña y nos enseña todo lo que no sabemos, en el corazón y nos recuerda todo lo que Jesús nos enseñó. Y así nos hace sentir la belleza del buen camino.

Y esto la Iglesia Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son compañeros de camino, hacen la historia con nosotros.
lo celebra con gran alegría, incluso en la Eucaristía, donde se canta el amor tan grande de Dios que ha querido ser humilde, que ha querido ser compañero de viaje de todos nosotros, que ha querido también Él hacerse historia con nosotros.

Y si Él entró en nuestra Historia, entremos también nosotros un poco en la historia de Dios, o por lo menos pidámosle la gracia de dejar escribir nuestra historia por Él: que Él escriba nuestra historia. Es algo seguro.

sábado, 9 de marzo de 2019

7 HÁBITOS DE LAS PERSONAS QUE CONFÍAN RADICALMENTE EN DIOS


7 hábitos de las personas que confían radicalmente en Dios
Quienes tienen gran confianza en el Señor comparten aspectos en común de los cuales podemos aprender para nuestro progreso espiritual


Por: Jennifer Fulwiler | Fuente: PildorasDeFe.net 




He leído muchas biografías y memorias sobre personas inspiradoras que depositaron su confianza radicalmente en Dios. Por “radical” no quiero decir de manera imprudente, me refiero a la dificultad, muy contracultural actualmente, de reconocer a Dios absolutamente sobre todas las áreas de nuestras vidas.

En libros como "He Leadeth Me", "God´s Smuggler", "Mother Angelica", "The Heavenly Man" y "The Shadow of His Wings", encontré historias reales sobre religiosos, consagrados y laicos, hombres o mujeres que confiaron plenamente en Dios, y todos ellos tienen claras similitudes en sus enfoques sobre la vida y el Señor.

Encontré fascinante los puntos en común en las vidas de estas increíbles personas, que se encomendaron con tanta confianza en el Señor, y decidí compartirlas para que sirvan de inspiración a otros.

1. Aceptaron el sufrimiento
Una de las cosas más poderosas que leí en esas memorias es la historia del Hermano Yun, en el libro "The Heavenly Man" (El hombre celestial), se cuenta como fue perseguido en China por ser predicador. Luego de haber sido torturado por semanas, incluyendo electrocución, hambruna, golpes y que clavaran agujas debajo de sus uñas, fue arrojado a una caja que tenía un poco más de 1,2 metro de largo y alto y menos de un metro de ancho, en donde se quedaría indefinidamente.

El día después de ser colocado en esta mini celda, se sintió movido a rezar pidiendo por una Biblia, lo cual parecía una idea ridícula considerando que en ese momento mucha gente estaba en prisión por poseer tal contrabando. Inexplicablemente, a la mañana siguiente, los guardias tiraron una Biblia en su celda. Él escribió: 

Me arrodillé y lloré, agradeciendo al Señor por su gran regalo. ¡No podía creer que mi sueño se hiciera realidad! A ningún prisionero se le permitía tener una Biblia o ningún libro de literatura cristiana, sin embargo, extrañamente, ¡Dios me otorgó una Biblia! A través de esta acción el Señor me mostró que independientemente de las maldades que esos hombres planeaban para mí, Él no me había olvidado y estaba en control de mi vida.

Ahora, entre nosotros, alguien menos santo quizá hubiese reaccionado un poco diferente en esa situación. Si yo hubiera sido torturada y arrojada a una celda/ataúd, mi reacción al recibir una Biblia hubiera sido algo más parecido a las siguientes líneas: “Gracias por la Biblia, Señor, pero ¡¿podríamos hacer algo respecto a sacarme de esta caja antes?!

Yo ni siquiera hubiera considerado la Biblia como una respuesta a mis plegarias, empezando porque mi plegaria principal – reducir mi sufrimiento físico – continuaba sin respuesta.

Sin embargo, lo que veo una y otra vez en personas como el Hermano Yun, es que, tienen muy claro que sufrir no es el peor mal de todos: el pecado lo es.

Por supuesto que preferirían no sufrir, pero esto se encuentra mucho más abajo en su lista de prioridades que en la de nosotros – ellos se enfocan mucho más en no pecar que en no sufrir. Están totalmente encaminados en llevarse a sí mismos y a otros al cielo. En el caso del Hermano Yun, vio en la respuesta a esa plegaria que Dios le permitía crecer espiritualmente y predicar a sus captores, así que esas circunstancias de sufrimiento e incomodidad se volvieron casi irrelevantes para él.

2. Aceptan la inevitabilidad de la muerte.
Similar al caso anterior, la gente que deposita total confianza en Dios solo puede hacerlo con una visión del mundo centrada en el cielo. Ellos piensan en términos de eternidad, no en términos de los años del calendario. Su objetivo no es maximizar sus años en la tierra, sino lograr encaminarse a sí mismos y a tanta gente como puedan hacia el cielo. Y si Dios requiere reducir su tiempo de vida para eso, ellos lo aceptan.

El libro "The Shadow of His Wings" (La sombra de sus alas), está lleno de las asombrosas historias de las milagrosas escapadas de la muerte que tuvo el Padre Goldmann durante la Segunda Guerra Mundial, lo que nos deja con la pregunta: “¿Qué sucede con la toda la gente que no escapó de la muerte?”

El Padre Goldmann probablemente respondería diciendo, que el hecho de que Dios lo salvara de la muerte no era la bendición en sí misma – después de todo, cada uno de nosotros morirá eventualmente – la bendición era salvarlo de la muerte para que así pudiera continuar su misión de llevar el Evangelio a los Nazis. Finalmente, él murió mientras construía una iglesia en Japón, y seguramente aceptaría que Dios traería algún bien de su fallecimiento, aunque indudablemente había mucho más trabajo que él querría hacer.

3. Tienen citas diarias con Dios
Nunca he escuchado de una persona que tenga una profunda y calmada confianza en el Señor, que no apartara un tiempo para concentrarse en la oración diaria. Tanto en los libros que leí, como en la vida real, he notado que este tipo de gente siempre pasa al menos algunos momentos – y hasta una a dos horas si las circunstancias lo permiten – centrados solamente en orar, todos los días.

También, tiende a ser la primera cosa que hacen en las mañanas, concentrándose en Cristo antes de hacer cualquier otra cosa que pueda traer el día.

4. Durante la oración, escuchan más de lo que hablan
Anteriormente he escrito sobre el asombro que me genera que la gente más confiada en Dios parece recibir más respuesta a sus plegarias que la mayoría de nosotros. He escuchado historias de gente que pide por algo realmente específico y luego lo reciben; entonces comienzo a preguntarme si ellos son psíquicos o si le agradan a Dios un poco más que el resto de nosotros.

Pero, la verdad es que he notado que no piden cualquier cosa, sino que sus ideas sobre cuáles cosas debían pedir, provenían directamente del Espíritu Santo, ya que pasan mucho tiempo a diario buscando la voluntad de Dios en sus vidas.

Tomaré como ejemplo la historia publicada en la biografía de la famosa Madre Angélica del canal católico EWTN. Un día tocó a su puerta un empleado de la compañía de satélite solicitando el pago de $600.000, de no hacerlo tendría que devolver la antena parabólica y esto arruinaría los planes de la nueva estación. Ella corrió a la capilla a rezar y, de repente, un hombre desconocido llamó al azar ofreciendo donar $ 600.000. Su oración no tuvo rápida respuesta por su interés personal en el canal o porque fuese algo que ella realmente quería, sino que funcionó porque supo distinguir correctamente el plan de Dios en el cual ella iba tendría que iniciar una estación de televisión.

5. Limitan las distracciones
De todas las extraordinarios historias en el libro "God´s Smuggler" (El contrabandista de Dios), una de las líneas que más me impactó estaba en el epílogo, cuando el autor habla sobre como el trabajo del Hermano Andrew continuaba en el siglo XXI:

“Ni siquiera consideraré instalar una de esas monstruosidades de llamada en espera, interrumpen una conversación telefónica para anunciar otra.” La tecnología, decía Andrew, nos hace demasiado accesibles a las demandas y premuras del momento. “Nuestra prioridad número uno debería ser escuchar con paciencia y silencio la voz de Dios.”

“Demasiado accesibles a las demandas y premuras del momento”, esa línea me ha seguido desde el momento en el que la leí.

Amo la tecnología, pero ella trae consigo la gran tentación de sentir un aumento en la urgencia de nuestras vidas: ¡Necesito responder a ese e-mail!, ¡Responder a ese comentario en Facebook!, ¡Retwittear ese Tweet!, ¡Leer ese mensaje directo!, ¡Escuchar ese mensaje de voz!

Aquí en la era de la conexión, nos encontramos constantemente bombardeados con demandas que requieren – o parecen requerir – nuestra atención constante. Periodos de silencio donde podemos cultivar la quietud interior y esperar por los susurros del Espíritu Santo a nuestra vida, son cada vez más raros.

Una de las cosas que todas estas personas comparten es la poca presión por todas estas falsas urgencias. Es difícil de imaginar al Padre Ciszeck dar con los impresionantes puntos de vista que comparte sobre Dios en su libro "He Leadeth Me" (Él me guía), mientras su iPhone vibra cada pocos minutos, o al Hermano Yun observando la sutil belleza del plan de Dios en el medio de una persecución mientras mantiene su Twitter actualizado minuto a minuto.

6. Someten su discernimiento espiritual a otros
Las personas que tienen experiencia observando la manera como Dios trabaja en sus vidas, notan que a menudo Él habla a través de amigos de fe, miembros de su familia y el clero. 

Si ellos disciernen que Dios les está llamando a algo, especialmente si se trata de algo grande, piden a otros cristianos de su confianza que oren respecto al asunto para ver si ellos también disciernen el mismo llamado del Señor.

Y cuando otros les advierten sobre no seguir ciertos caminos – en especial si se trata de su cónyuge, confesor o director espiritual –toman esos consejos muy seriamente.

7. Ofrecen completa e incondicional obediencia al Señor
Una de mis partes favoritas del libro "God´s Smuggler", es cuando el Hermano Andrew recibe la visita de un hombre llamado Karl de Graaf, quien formaba parte de un grupo de oración en el cual las personas oraban durante mucho tiempo, pero más que nada escuchaban en silencio:

- Me acerqué al porche delantero, allí estaba Karl de Graaf, “Hola” dije sorprendido.
- -“Hola Andy. ¿Sabes conducir?”
- -“¿Conducir?”
- -“Un automóvil. “
- -“No” dije desconcertado. “No sé hacerlo”
- -“Anoche durante la oración recibimos una palabra del Señor sobre ti, es importante que aprendas a manejar.”
- “¿Por qué razón?” dije. “Seguro nunca tendré un vehículo propio”
- “Andrew” el Sr. De Graaf habló pacientemente, como si se dirigiera a alguien con dificultades de aprendizaje, “no estoy argumentando sobre la lógica del caso, solo te estoy transmitiendo el mensaje.”

A pesar de su inicial indecisión el Hermano Andrew logró distinguir el llamado del Señor en ese mensaje, así que aprendió a conducir. Parecía una completa pérdida de tiempo, un malgasto ilógico de sus recursos, pero él fue obediente ante el llamado del Señor. Después de recibir recibió su licencia de conducir, saber hacerlo resultó ser crucial para el futuro de su misión, la cual eventualmente llevó la palabra del Evangelio a miles de personas en el Bloque Comunista Europeo.

Me gusta pensar en la respuesta que el Sr. De Graaf le dio al Hermano Andrew cuando este se preguntaba sobre el significado del extraño mensaje del Señor: “Esa es la emoción de la obediencia,” le dijo, “descubrir luego cual era el plan en la mente de Dios.”

Obviamente no podemos crecer más cerca de Dios imitando las acciones de otros, pero podemos encontrar ejemplos como estos, que nos ayuden a reflexionar sobre nuestro progreso espiritual. Espero que les hayan servido tanto como a mí.

jueves, 10 de enero de 2019

EL CONSUELO DIVINO


El consuelo divino
El dolor llega de muchas maneras a la propia vida. En esos momentos, sentimos necesidad del consuelo de un amigo.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




El dolor llega de muchas maneras a la propia vida. A veces por circunstancias y situaciones externas: una crisis económica, un terremoto, un accidente de tráfico, una epidemia. Otras veces, a través de personas concretas: un “amigo” que nos traiciona, un consejero que nos engaña, un prestamista que nos ahoga con su extorsión, un enemigo que consigue destruir nuestra fama...

También hay dolores que nacen desde uno mismo. Porque descubrimos nuestra miseria, porque fuimos infieles a una promesa, porque no supimos ayudar al amigo cuando lo necesitaba, porque cedimos a una tentación mezquina, porque nos encerramos en el egoísmo, porque no aprendimos a ser humildes, porque dejamos que el odio aprisionase el propio corazón...

En esos momentos, sentimos necesidad del consuelo de un amigo, de un familiar, de una persona honesta. Pero no será nunca suficiente. Porque ciertos males pueden ser curados sólo con una Mano capaz de llegar dentro, a lo más íntimo, a lo más profundo, a lo más misterioso de uno mismo.

Dios nos ofrece, en tantos modos, esa Mano amiga. En la confesión, cuando acoge nuestro gesto humilde y nos repite, como en tantas páginas del Evangelio, “Yo te perdono”. En la Eucaristía, cuando participamos dignamente del Sacrificio de la Pascua, cuando tocamos al Cordero que sigue en medio de su Pueblo. En los ratos de lectura del Evangelio, que nos traen ecos del Maestro, que nos susurran al oído enseñanzas de consuelo.

Dios permite que la vida nos hiera de mil modos. Pero siempre encontraremos en Su Amor un consuelo capaz de vendar la herida, de curar con su mano las penas del alma (cf. Jb 5,18 y Sal 147,3). Al mismo tiempo, ese Amor nos invitará a convertirnos, los unos para con los nosotros, en consuelo mutuo. “Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús” (Rm 15,5).

Sí: Dios es un Dios de consuelo, es un Dios cariñoso, es un Dios que conserva y que mima a cada uno de sus hijos. Quizá ahora no comprendemos el porqué de una prueba, de una enfermedad, de la muerte de un ser querido. Pero si acogemos Su misericordia, si vivimos confiados en su Amor, ya aquí gozaremos de la paz de Cristo. Y un día lo veremos, sin misterios, como Amor divino, como Consuelo eterno y verdadero.

domingo, 9 de diciembre de 2018

CONFIAR EN DIOS


Confiar en Dios




Confiar en Dios que nos ama, es fundamental para aceptar, con ánimo sereno, los contratiempos y dificultades de cada día. Nunca tendrás pruebas superiores a tus fuerzas. El Señor correrá a darte una mano cuando te parezca hundirte. Basta que lo invoques con fe y todo redundará para tu mayor bien. Aquí tienes una oración para interiorizar este sentimiento.

- Para mí lo bueno es estar junto a Dios.
- Para mí lo bueno es estar junto a Dios.

- Hacer del Señor mi refugio.
- Estar junto a Dios.

- Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
- Para mí lo bueno es estar junto a Dios (Salmo 72)

En los salmos varias veces se declara feliz al hombre que busca refugio en Dios cuando llegan las tribulaciones y angustias de la vida: “Dichoso el hombre que confía en Dios, porque no quedará defraudado”. Los hombres fallan y desilusionan, Dios no. Que él te conceda coraje y gracia para abandonarte en sus brazos paternales.



* Enviado por el P. Natalio

jueves, 29 de noviembre de 2018

MIENTRAS MÁS DIFÍCIL, MÁS CONFÍA EN DIOS


Mientras más difícil, más confía en Dios
Pruebas difíciles que Dios y el tiempo se encargó de remediar


Por: Sr. Peter Franklin y Sra. Julie Best | Fuente: Catholic.net 




Tenemos muchos años de casados . En todos este tiempo hemos sido bendecidos con ratos felices y con ratos difíciles. Los momentos felices han sido muchos, pero los más felices, para los dos, han sido los nacimientos de nuestros siete hijos. Desde un inicio nosotros nos comprometimos a dejar que Dios planificara nuestro matrimonio (nunca nos imaginamos que lo fuera a hacer del modo que lo hizo, ya lo verá). Durante los dos primeros años, nos sentimos fracasados al ver que pasaban los meses y no venían los niños, incluso empezamos a considerar la posibilidad de adoptar uno. Ahora que miramos para atrás, eso nos parece simpático, al mismo tiempo que agradecemos a Dios nuestros siete hijos. El nacimiento de cada uno de ellos ha sido diferente y cada uno de ellos con su única personalidad, han traído muchas bendiciones para nuestra familia.

Algunos de los momentos de mayor paz y gozo son cuando vamos a misa y vemos a nuestras ya hijas casadas o a nuestros hijos adolescentes participar en la liturgia, o simplemente cuando rezamos juntos en familia, o festejamos algún logro de nuestros hijos.

Durante nuestro matrimonio hemos disfrutado muchos ratos de felicidad como pareja. No hemos tenido la oportunidad de irnos a unas largas vacaciones o de viajar en yate, aunque sí nos hubiera gustado. Sin embargo, hemos considerado muy importante el salir juntos una vez a la semana. A veces, salimos sólo salido a beber una Coca-Cola o a tomar un helado. No hemos sido fieles siempre al respecto pero es un propósito extremadamente útil cuando sube la tensión y el estrés.

En nuestro matrimonio también hemos sufrido muchas pruebas. Cada una de ellas nos ha provocado usar la fe en Dios y en cada uno. A veces, al crecer nuestra fe, parecía aumentar también la severidad de las pruebas.

Nuestra primera prueba fue poco después de nuestro tercer aniversario. Mi marido se puso enfermo en octubre de 1970. Hospitalizado por más de seis semanas, no sabíamos aún qué clase de enfermedad tenía. Estuvimos sin recibir su sueldo y él tenía que recibir tratamiento médico a 130 Kms. de donde trabajábamos y vivíamos. Tuve que abandonar la casa que habíamos alquilado y me fui a vivir con mis papás para ahorrar dinero y obtener ayuda para nuestra hija de cuatro meses. La semana antes de Navidad, un examen reveló que mi marido no tenía cáncer, cosa que habíamos temido. Tenía en una condición llamada “sarcoidosis”, la cual era tratable y se podía curar.

Durante los años siguientes vinieron, lo que podríamos llamar, “pruebas matrimoniales”. Nacieron otro hijo y otra hija. También tuvimos nuestros discrepancias y pleitos, unos más graves que otros, y algunos pusieron nuestro matrimonio a prueba de fuego. Durante este período experimentamos un profundo crecimiento espiritual, seguido por la decisión, en mi caso, de dedicarme más al hogar.
En 1982 tuve un aborto natural. En marzo, me di cuenta de que estaba embarazada con nuestro cuarto hijo. En abril lo perdí, un hecho dolorosísimo para mi marido y para mí. Esto probó nuestra fe en la Providencia de Dios para con nuestras necesidades. Al preguntarle a Dios, su respuesta fue simplemente: “Confía en mí”.

En junio, el socio de negocios de mi marido canceló el seguro de salud de la compañía, debido a problemas financieros. Antes de que pudiéramos obtener otro seguro, me di cuenta de que estaba embarazada una vez más. Un día mientras rezaba a Dios acerca de nuestros problemas con los gastos médicos, oí que Dios me susurraba al corazón: “Yo soy el dueño del ganado de mil colinas; confía en Mí, yo me encargo”. En septiembre, saltamos de gozo al saber que íbamos a tener gemelos. Pareció como si Dios hubiera restituido la vida que creíamos haber perdido. Cuando di a luz a los gemelos en marzo de 1983, un bienhechor anónimo pagó la factura médica y hubo suficiente dinero para pagar toda la factura del hospital. Para nuestro consuelo, además eran dos hijos muy sanos.

El año 1984 nos encontró esperando nuestro sexto hijo, otra vez sin seguro, y con pruebas adicionales. En agosto de 1983 a mi marido y su socio les encomendaron un contrato fuera del estado para renovar una iglesia bastante grande. Yo cuidé de nuestros tres hijos mayores y de los gemelos de tres meses sin mi marido, pues solía irse los lunes por la mañana hasta la tarde del viernes, todas las semanas desde agosto del ‘83 hasta enero del ‘84. Al comenzar el nuevo año, mi marido y su socio fueron al consejo de la parroquia para pedirles más tiempo y más dinero debido a varios problemas con el trabajo y a la inflación que en aquel entonces aquejaba a toda la nación. El consejo rechazó su petición y les llevaron a juicio, por lo que la compañía quebró. Empezamos febrero del ‘84 sin sueldo y con el jaleo de encontrar un abogado de finanzas para cerrar el negocio. En marzo, de nuevo embarazada. Mi marido se pasó el resto del año en paro. Y, como siempre, Dios fue fiel, y cuando nuestro hijo nació en noviembre, una vez más apareció el dinero para pagar al doctor y al hospital. Mi marido encontró un trabajo el mes siguiente.

Sin embargo, lo que parecía el comienzo, lleno de esperanza, de un nuevo año –1985- , terminó siendo una prueba mayor, muy dura, para los dos. El nuevo trabajo de mi marido consistía en vender diversos productos en una zona que comprendía varios estados. Después de cinco meses de duro trabajo y mucho esfuerzo, se dio cuenta de que con ese nuevo puesto no podía mantener a la familia y regresó a trabajar en el campo de la enseñanza. Yo sabía que él había hecho esta decisión en la oración, pero de todas maneras yo la recibí con un gran dolor en mi corazón. Dándome cuenta del sueldo que íbamos a recibir, temí que yo también tendría que dedicarme a enseñar otra vez. Durante los dos meses siguientes recé, con lágrimas en los ojos, al seguir escuchando un mensaje al que me rebelaba. Finalmente, una tarde fui con el Señor con un corazón agobiado, y oré por cuatro horas, pidiéndole que me mostrara sus caminos. Por medio de unos pasajes de la Sagrada Escritura me guió, me habló amablemente pero al mismo tiempo firmemente, y ya no dudé más de Su Voluntad.

La decisión que mi esposo y yo escuchamos en nuestra oración fue dolorosa, pero después vino otro sufrimiento mucho más grande, que opacó por completo esa decisión. Pasado un mes, al comenzar el nuevo año escolar, nos enteramos que nuestra hija mayor –una joven de quince años, muy guapa e inteligente, estudiante con matrícula de honor, a punto de comenzar su segundo año de Secundaria- estaba embarazada. Nuestro mundo y el suyo quedaron de pies a cabeza.

En los meses siguientes parecía que aquella situación nos aplastaba más de lo que podíamos aguantar: el reajuste al tener que volver al trabajo, un salario mínimo, aprietos económicos, y una hija embarazada… Pero Dios usa todo para el bien, tal y como Él nos prometió.

Rezamos juntos para pedir fortaleza y luz, para descubrir el lado positivo de todos estos “dolores de cabeza”. Dios respondió fielmente.

En la clase de nuestra hija otra joven quedó embarazada. Ella era una estudiante muy famosa y muy activa. Algunas de sus amigas más cercanas propusieron llevarla a una clínica para abortar a otra ciudad, a unas dos horas de distancia. Como nuestra hija también estaba embarazada, el grupo le confió su plan. Nuestra hija llevó desde nuestra casa unas revistas y folletos ‘pro-vida’, para compartirlas con sus amigas de la escuela. Al final, cambiaron de parecer cinco de las seis chicas que habían organizado el viaje, salvando así la vida del niño (y tal vez de los que pudieran venir en el futuro).

Llegó el momento, y dimos la bienvenida a nuestra nieta, y orientamos lo mejor que pudimos a nuestra hija en medio de sus luchas, en su doble papel de estudiante y de mamá, bajo nuestro techo y guía. Nosotros le ofrecimos nuestro apoyo y nuestra compresión en sus problemas, pues su novio, desbordado por el embarazo y la paternidad, prefirió dedicarse a otros intereses. Festejamos la graduación de nuestra hija, la tercera en una clase de 150, y además fue aceptada en una universidad vecina con una beca completa. En su último año de universidad, empezó a salir otra vez con el padre de su hija, quien había recapacitado sobre la jerarquía de sus intereses y afectos. Se casaron justo antes de su graduación de la universidad, y ahora tienen otra hija, una niña preciosa.

Unos meses después del nacimiento de nuestra nieta, nos dimos cuenta de que íbamos a tener nuestro séptimo hijo. Con su nacimiento en noviembre del ’87, teníamos ya cinco hijos en casa por debajo de los 5 años de edad. En menos de cinco años, Dios había bendecido nuestro hogar con una nueva vida cada 18 ó 19 meses. No es que los ocho niños llegaran a casa en el tiempo más oportuno o más fácil. Ésta ha sido la mayor lección de fe que Dios nos ha enseñado: entregarle nuestras vidas y confiar en Su plan sobre nosotros.

Nuestros bebés y nuestra nieta trajeron enorme gozo y esperanza a la familia en medio de todas las tormentas que tuvimos que aplacar. Nuestros muchos hijos han sido una bendición para nosotros. Nos hemos alegrado tanto en los pequeños éxitos como en los grandes. Por ejemplo, dos de nuestras hijas obtuvieron matrícula de honor en preparatoria y en la universidad. Algunos de nuestros hijos parecen seguir su mismo ejemplo aunque no todos…; pero incluso esto, nos ha enseñado a saber descubrir en ellos otros talentos y cualidades que Dios les ha regalado. El hecho de tener una familia numerosa ha sido como un llamado a esforzarnos para hacer de nuestro hogar una comunidad cristiana, amándonos, compartiéndolo todo, interesándonos los unos por los otros, perdonándonos.

Dios nos ha proveído en nuestras necesidades a lo largo de todos estos años, algunas veces de forma milagrosa. Todo esto ha enseñado a nuestros hijos la importancia de la fe en Él.

Durante estos últimos años hemos vivido muchas alegrías junto a nuestros hijos. Pero también hemos tenido más preocupaciones. Nuestras niñas ya han crecido y ya son unas mujeres. Ambas terminaron universidad y ahora están ya casadas. Sin embargo, nuestros cinco hijos, con siete años de diferencia entre el mayor y el más joven, es otro cantar. Es decir, van entrando uno detrás del otro en esos años difíciles de la adolescencia. Nuevas pruebas les llegan a diario y nosotros les estamos cercanos en esta edad, donde necesitan tanto coraje para mantenerse firmes ante tantos peligros del mundo de hoy. La misión de guiarles que como padres tenemos es un nuevo reto cada día. Es una responsabilidad “genial”. Dios nos ha demostrado una y otra vez su amor y su fidelidad. Y sabemos que Él es la fuente de nuestra fuerza.

No es todo. Además, nuestras problemas financieros se han prolongado a lo largo de todos estos años. Recientemente, mi marido empezó un nuevo negocio y ha reducido nuestras entradas y afectado nuestras deudas. Pero es un negocio en el que nuestros hijos han podido colaborar y han podido aprender a trabajar con ética y con responsabilidad. Dios, quien ha sido tan fiel dándonos nuestro “pan de cada día”, seguirá siendo fiel, también en esta situación.

Durante estos 30 años, hemos tenido reproches mutuos como pareja. Diferencias personales de estilo de vida, del trabajo y de gustos personales a menudo nos tentaron a seguir nuestros caminos egoístas. Hemos experimentado fuertes divergencias, y tenido diferentes puntos de vista. Llegamos incluso a considerar la separación o el divorcio. Sin embargo, ambos hemos creído y creemos firmemente en los votos que hicimos delante de Dios hace 30 años –ese compromiso de mantenernos unidos, uno junto al otro, en la prosperidad y en la adversidad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe…-. Durante cada prueba, gracias de Dios, siempre hemos encontrado el modo de reconciliarnos; claro que no ha sido fácil.

En un mundo “mentalidado por el microhondas”, donde todos quieren “¡todo, ya, ahora mismo!”, la fidelidad a los votos matrimoniales es a veces muy duro, requiere mucho tiempo. Es doloroso afrontar cada prueba. No obstante, ambos creemos que los votos que hicimos delante de Dios son sagrados y Él nos llama a LUCHAR para mantener unido nuestro matrimonio. Esto requiere ser creativos, dedicar tiempo para estar juntos, buscar y encontrar nuevas soluciones.

Una última cosa. Nos hicimos promesa: “nunca irnos a dormir en camas separadas, no importa cuán enfadados estemos el uno con el otro”. La hemos mantenido fielmente. Hoy creemos que el “no haber dormido en camas separadas aunque estuviéramos enfadados” nos ha ayudado a “no haber dormido en otras camas” cuando sentíamos la tentación…

Gracias solamente a la ayuda de Dios y a su poder, podemos celebrar estos 30 años de matrimonio juntos.


Reflexión:

“En el reino del amor –decía Fulton F. Sheen- no hay llanura que valga; siempre se sube o se baja”. Y subiendo y bajando… esta formidable pareja ha pasado estos 30 años, pero siempre “en el reino del amor”. Abundantes dificultades, discusiones, aprietos económicos, enredos familiares, reproches mutuos, preocupaciones, trabas, luchas, súplicas, pruebas en la fe,… pero, ¡siempre en la misma cama! ¡Qué hermoso!
Me ha gustado uno de sus trucos: salir juntos. Es verdad que no siempre es posible por 999 razones (los niños, el trabajo, la enfermedad, la lluvia, etc.). Pero tampoco es imposible encontrar 1 entre 1000 para salir juntos al campo, salir juntos al cine, salir juntos a cenar, salir juntos, dándose la mano. Pascal acertó: “El corazón tiene razones que la razón no conoce”.
“El roce provoca el amor”, ¿te acuerdas? No basta amar a alguien, hay que demostrárselo. No dejes pasar un sólo día sin haber plantado una semilla de amor. No pasará mucho tiempo, y te verás rodeado de un paraíso terrenal.
Pero recuerda que en todo jardín siempre hay una serpiente: el egoísmo…

lunes, 12 de noviembre de 2018

LO QUE DIOS NOS PREGUNTARÁ...


LO QUE DIOS TE PREGUNTARÁ




1. Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas...  te preguntará a cuánta gente llevaste.

2. Dios no te preguntará los metros cuadrados de tu casa... te preguntará a cuánta gente recibiste en ella. 

3. Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario... te preguntará a cuántos ayudaste a vestirse. 

4. Dios no te preguntará cuán alto era tu sueldo... te preguntará si vendiste tu conciencia para  obtenerlo. 

5. Dios no te preguntará cuál era tu título... te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad. 

6. Dios no te preguntará cuántos amigos tenías... te preguntará cuánta gente te consideraba su amigo. 

7. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías... te preguntará cómo tratabas a tus vecinos. 

8. Dios no te preguntará el color de tu piel... te preguntará por la pureza de tu interior. 

9. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación... te llevará con amor a su casa en el Cielo y no a  las puertas del Infierno. 

10. Dios no te preguntará a cuántas personas enviaste este mensaje... te preguntará si te dio vergüenza hacerlo. 

No sabemos cuándo moriremos ni cómo, pero sí sabemos que algún día nos presentaremos cara a cara ante Dios para ser examinados. En ese momento, estaremos más satisfechos de haber amado y perdonado que haber odiado y vengado, más satisfechos de haber ido a Misa que haber perdido el tiempo con simples distracciones. Ese día de nada servirá haber tenido un precioso automóvil, haber vestido ropa de marca elegante, o haber ido al gimnasio para moldear nuestro cuerpo. Lo importante será haber cumplido en la tierra la voluntad de Dios. Esforcémonos en ser buenos cristianos y evitaremos que la muerte sea el final para nosotros. De esta forma, la muerte no será más que el felicísimo tránsito a la vida eterna.

domingo, 11 de noviembre de 2018

ESCUCHAS A DIOS CON OÍDO ATENTO?



¿Escuchas a Dios con oído atento?



Ojalá tuvieras un oído atento y un corazón sensible para escuchar al Señor. Él, en la Sagrada Escritura, llama a una vida más plena y envía a hacer presente a Jesús en medio del mundo. Pero cuesta desarrollar un corazón atento a los llamados de Dios. Pídelo con humildad y confianza, y tu vida se enriquecerá en una nueva dimensión.

No hay cristianos de primera y cristianos de segunda. Todo cristiano es elegido, llamado y enviado por Jesús, para ser protagonista activo en la construcción de una sociedad más humana y cristiana. Cada uno en los sectores que le son propios: la vida familiar, las instituciones civiles, el mundo de los que sufren, enfermos, ancianos, encarcelados. También en los esfuerzos políticos para construir una patria de hermanos; en las periferias pobres de las ciudades; en las fábricas, las oficinas, y las organizaciones sindicales, barriales y deportivas; en el mundo empresarial y financiero; en la educación y la cultura, en las artes y los medios de comunicación.

Si estás enamorado de Jesús, con sinceras convicciones y coherencia de vida, puedes y debes ser evangelizador y misionero, un enviado y profeta… aunque te sientas poco preparado. También a ti como a Amós, aquel sencillo pastor de bueyes y cultivador de higos, Dios te dice al corazón: “Anda y profetiza a mi pueblo”. (APC).



* Enviado por el P. Natalio

jueves, 25 de octubre de 2018

QUÉ NOS GRITA DIOS EN SUS SILENCIOS?


¿Qué nos grita Dios en sus silencios?
Tengo que aprender a creer en Él, incluso cuando calla


Por: Silvia Ordoñez | Fuente: Catholic-link.com 




A lo largo de la historia de la humanidad y en muchos relatos de la Biblia, el hombre ha pasado por duras batallas y largas caminatas por desiertos aparentemente interminables. Es decir, el sufrimiento y la sensación de pérdida siempre han estado presentes. En la vida de cada uno de nosotros también se nos manifiestan, en alguna etapa con mayor intensidad, estas tempestades en las que sentimos que nos ahogamos o nos perdemos sin escapatoria.

Me gusta este video porque nos hace ver que no somos los únicos que pasamos por estos momentos difíciles en los que nos sentimos atrapados dentro de un laberinto sin salida en el que muchas veces nos golpeamos contra las paredes en intentos fallidos por salir con nuestras propias fuerzas. Pero, la pregunta es: ¿qué podemos hacer ante esta situación?



1. Aceptar lo que nos está sucediendo   
El primer paso para superar estas situaciones complejas por las que pasamos es aceptarlo y buscar ayuda en Dios y en los demás. Pensemos que muchas personas (incluyendo la chica del video y yo) hemos pasado por estas adversidades. Es por eso que Jesús, al hacerse partícipe de nuestra condición humana, pudo entender mejor nuestros sufrimientos y tuvo que pasar por lo mismo que nosotros: decepciones, traiciones, blasfemias, e incluso la muerte en la Cruz.

2. Hablar con Dios     
Es bueno que le expresemos a Dios cómo nos estamos sintiendo, que le expliquemos que estamos abrumados y no encontramos su presencia. El mismo Jesús llegó a sentirse de esa manera y en la oración en el Huerto de los Olivos expresó su miedo diciendo: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22, 42) y cerca de la hora de su muerte exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 45-46). Pero su arma más poderosa para el combate de estas tribulaciones fue la oración, así que, siguiendo su ejemplo, oremos mucho, hablemos con Él y contémosle lo que pensamos y cómo nos sentimos.


3. Escuchar a Dios
Así como hablamos con Dios y le pedimos cosas, quizás sea un buen momento para empezar a preguntarnos: ¿qué es lo que Él quiere de mí? A veces sentimos que lo único que viene de Dios son silencios y que no nos ayuda a encontrar respuestas, le rogamos señales y nos quejamos; pero seguramente somos nosotros quienes, al estar tan enfocados en lo que queremos, tapamos nuestros oídos ante los pedidos de Dios y la misión que se nos ha confiado. A través de esa misión, Jesús busca que seamos felices, pero solamente lo lograremos amando también nuestra Cruz.    

4. Vivir con esperanza y humildad
Para poder llevar a cabo aquello que Dios nos pide debemos cultivar dos virtudes principales: la esperanza y la humildad. Se debe ser humildes para aceptar los pedidos del Señor y no perder la esperanza, que como la define el Papa Francisco: «Es tener la certeza de que yo estoy en camino hacia algo que es y no lo que yo quiero que sea». Esa espera «significa e implica un corazón humilde, pobre».  Solo manteniéndonos en la esperanza y perseverando con humildad, será más fácil ampliar nuestros horizontes y volver a soñar.     

5. Tener verdadera confianza en Él
Cuando nos sentimos abandonados por todos, sin esperanza de encontrar algo mejor, es cuando más difícil se nos hace creer y entender qué es lo que Dios quiere para nosotros o qué espera que hagamos.  En este punto, San Josemaría Escrivá, nos propone vivir un camino que él llama “infancia espiritual”, que implica volvernos con Dios como un niño de 2 años que se abandona completamente en las manos de sus padres. Afirma: «siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios. Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre» (Camino, San Josemaría Escrivá, 864).

Si sientes que estás atravesando por un árido desierto o una tormenta torrencial, recuerda que «a veces Dios permite desiertos para enseñarnos, para formarnos y hacernos crecer. Y es en esos desiertos más oscuros dónde terminamos entendiendo más de Él. Dónde terminamos sintiendo su calma, aún en medio de cualquier tempestad. Búscalo, espera y cree. Él está».

jueves, 18 de octubre de 2018

UNA CLAVE PARA LA FELICIDAD: DEJAR QUE SE HAGA LA VOLUNTAD DE DIOS


Una clave para la felicidad: dejar que se haga la voluntad de Dios
Hemos de buscar, encontrar y realizar la voluntad de Dios de nuestra vida


Por: Qriswell Quero de Pérez | Fuente: PildorasdeFe.net 




Aún en las cosas que consideremos simples o pequeñas, tareas que podemos hacer en el hogar, en el trabajo, en los distintos caminos que transitemos o en los lugares que nos encontremos, siempre es importante pedir a Dios que su voluntad se haga en nosotros

La voluntad de Dios: clave para la felicidad
Jesús nos ofrece una de las claves más importante de nuestra vida para lograr la felicidad: ¡hacer la voluntad de Dios! Esto no es sencillo, por nuestra condición humana siempre queremos darnos riendas sueltas en todo y seguir nuestros propios deseos.

Para Jesús, los más cercanos a Él, son aquellos que realizan en sus vidas la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es que todos nos respetemos, nos ayudemos, nos amemos, nos valoremos y que no nos hagamos daño. Esto es un camino importante para la felicidad

Es importante proteger la familia, uno de los pilares fundamentales de la sociedad. Pero por encima de los vínculos familiares, tantas veces resquebrajados por intereses superficiales, hemos de buscar, encontrar y realizar la voluntad de Dios de nuestra vida.

Que se haga su voluntad
Una de las cosas que más nos preocupan en la vida cristiana, es saber cuándo responderá Dios a nuestras peticiones. ¿Cuándo responderá el señor? No lo sabemos, no lo sabremos, pero lo que sí sé es que prefiero que su voluntad se cumpla en mi vida y no la mía.

Cierra tus ojos allí donde estás, deja que Dios te abrace fuertemente, deja que Él te haga sentir lo importante que eres en su rebaño.

Oración de confianza
Padre celestial, gracias por amarme y por bendecirme cada día en mi proyecto hacia la felicidad.

Para Ti sólo tengo palabras de agradecimiento. Te entrego los pensamientos y acciones de este día, te suplico que me llenes de fuerzas para salir adelante.

Gracias, Dios mío, porque en medio de las dificultades, estoy seguro que extiendes tu mano para salvarme.

Tú actúas en mi vida en el momento que Tú consideras que es mejor para mi bienestar y sabes qué es lo que necesito.

martes, 16 de octubre de 2018

QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA


Quien a Dios tiene nada le falta
Quien no tiene a Dios, aun teniendo todo, carece de todo


Por: P. Pedro Barrajón, LC | Fuente: La-oracion.com 




Es éste el penúltimo verso de la famosa oración-poesía de Santa Teresa que comienza por las palabras “Nada te turbe”. Este verso nos da, en su sencillez, claves importantes para la vida de oración y la vida espiritual. Comencemos por el “nada le falta”. No faltar nada en la vida es tener todo aquello lo necesario para ser feliz, para realizar la propia vocación y misión, para vivir en plenitud. Pero en relación a la sensación de plenitud, la experiencia humana está llena de paradojas. Muchas personas a las que no le faltaría nada en apariencia para poder ser felices porque tienen todo lo que humanamente parecería necesario para ser felices (dinero, poder, placeres, etc.), cuando se excava un poco dentro de ellas, aparecen como vacías, insulsas, llenas de angustias y de inquietudes. Todas sus “posesiones” del tipo que sean parecen vaciarlas.

¿Qué es lo que necesitamos para ser felices?
En lugar de la plenitud que se esperaría, con frecuencia encontramos desazón, inquietud, vacío, aburrimiento, incluso desesperación. Por ello nos viene espontánea la pregunta como seres humanos: “¿Qué es lo que necesitamos para ser felices? ¿Qué es lo que anhela nuestro corazón? ¿Qué es lo que realmente nos hace falta?”. No es fácil dar una respuesta, pero lo que sí sabemos es que sí, necesitamos cosas materiales, pero podemos tener todo y ser infelices. Necesitamos cierto aprecio de los demás, pero esto tampoco es suficiente. Necesitamos el amor de las creaturas. Pero las creaturas solas no llenan un corazón que es infinito en su capacidad.

Aquí tuvo una gran intuición San Agustín, cuando al comienzo de su famoso libro Las Confesiones esculpió de modo lapidario esta expresión: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Nuestro corazón adquiere medida de lo infinito. Lo que es finito no le satisface por completo. Sí, le llena, lo entretiene, pero no lo satisface totalmente porque su fondo profundo va mucho más allá de él mismo: “El hombre supera infinitamente al hombre” (Pascal).

Sólo en Dios podemos descansar. Por eso quien “tiene” a Dios, tiene todo. Quien no tiene a Dios, aun teniendo todo, carece de todo. En el fondo quien no tiene a Dios es un pobre hombre o mujer aunque tenga muchas riquezas materiales. Y de nuevo nos surge otra pregunta: “¿Cómo es posible “tener” a Dios?” A Dios no se le puede “poseer” porque Él nos supera. Esto es cierto. Pero Él en su bondad ha querido hacerse pequeño, hacerse a nuestra medida, hacerse uno de nosotros, abajarse hasta nuestra nada. En realidad poseer a Dios es más bien ser poseído por Él, ser elevado por Él hasta sus alturas. Para que lo “poseamos”, Él viene hasta mí hecho uno como yo para que yo pueda en cierto sentido mirarle a los ojos y descubrir su belleza sin par.

En la oración, de modo simple pero admirable, saciamos nuestra sed de Amor, nuestra sed de infinito, nuestra sed de Dios. Sólo en la oración se aplaca ese deseo de plenitud radical que viene de Dios y que va hacia Dios. Sólo ahí encontramos “lo que nos falta”, o mejor dicho, “Aquel a quien nuestro corazón anhela”. Cuando una persona querida se aleja de nosotros, le escribimos diciendo: “te echo de menos”. Alejados de Dios, nuestro corazón lo echa de menos, a Él que, sólo, puede satisfacer los deseos íntimos de ser amado y de amar. En la oración ese “echar de menos” la presencia del Amado desaparece –en la medida en que esto es posible en esta vida-, porque Él está ahí, cercano a nosotros, hablándonos en la intimidad de corazón a Corazón, llenando de Amor las alforjas vacías, pobres y deshilachadas de nuestra existencia terrena.
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