Mostrando entradas con la etiqueta SAN JOSE - MEDITACIONES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta SAN JOSE - MEDITACIONES. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de diciembre de 2021

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSÉ, HOMBRE DEL SILENCIO

 



Catequesis del Papa Francisco sobre San José, hombre de silencio

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

El Papa Francisco en el Vaticano. Foto: Vatican Media




El Papa Francisco continuó en la Audiencia General de este miércoles 15 de diciembre con su serie de catequesis sobre San José y reflexionó en la importancia de cultivar el silencio para dejar espacio a la Presencia de Jesús, “Palabra hecha carne”.

“Aprendamos de San José a cultivar espacios de silencio, en el que pueda emerger otra Palabra, es decir, Jesús, la Palabra: la del Espíritu Santo que habita en nosotros. No es fácil reconocer esta Voz, que muy a menudo se confunde junto a los miles de voces de preocupaciones, tentaciones, deseos, esperanzas que habitan en nosotros; pero sin este entrenamiento que viene precisamente de la práctica del silencio, puede enfermarse también nuestro hablar. Sin la práctica del silencio se enferma nuestro hablar”, advirtió el Santo Padre.

A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos nuestro camino de reflexión sobre San José. Después de haber ilustrado el ambiente en el que vivió, su papel en la historia de la salvación y su ser justo y esposo de María, hoy quisiera considerar otro aspecto importante de su figura: el silencio. Y muchas veces se necesita el silencio.

El silencio es importante, a mi me impacta un pasaje del libro de la Sabiduría que ha sido leído pensando en la Navidad: cuando la noche está en el más profundo silencio, allí tu Palabra descendió a la tierra. En el momento de más silencio, Dios se manifestó. Es importante pensar en el silencio en esta época en la que, parece que, no tiene valor.

Los Evangelios no relatan ninguna palabra de José de Nazaret. Nada. Nunca ha hablado. Eso no significa que él fuera taciturno, no, hay un motivo más profundo. Con su silencio, José confirma lo que escribe San Agustín: «Cuando el Verbo de Dios crece, es decir el hombre hecho hombre, las palabras del hombre disminuyen»1. En la medida en que Jesús crece, la vida espiritual crece, las palabras disminuyen. Esto que podemos llamar ‘el hablar como loros’, disminuye un poco.

El mismo Juan Bautista, que es «voz que clama en el desierto: preparen del camino del Señor”» (Mt 3,1), dice sobre el Verbo: «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30). Esto significa que Él debe hablar y yo estar callado. José con su silencio nos invita a dejar espacio a la Presencia de la Palabra hecha carne, a Jesús.

El silencio de José no es mutismo, no es taciturno; es un silencio lleno de escucha, un silencio trabajador, un silencio que hace emerger su gran interioridad. «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo – comenta San Juan de la Cruz – una palabra habló el Padre, que fue su Hijo y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma».2

Jesús creció en esta “escuela”, en la casa de Nazaret, con el ejemplo cotidiano de María y José. Y no sorprende el hecho de que Él mismo busque espacios de silencio en sus jornadas (cfr Mt 14,23) e invitará a sus discípulos a hacer tal experiencia: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31).

Qué bonito sería si cada uno de nosotros, en el ejemplo de San José, lograra recuperar esta dimensión contemplativa de la vida abierta de par en par precisamente por el silencio. Pero todos nosotros sabemos por experiencia que no es fácil: el silencio nos asusta un poco, porque nos pide entrar dentro de nosotros mismos y encontrar la parte más verdadera de nosotros. Y muchas personas tienen miedo del silencio, deben hablar, hablar o escuchar radio, televisión, pero no pueden aceptar el silencio, tienen miedo.

El filósofo Pascal observaba que «toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse tranquilos en una habitación».3

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos de San José a cultivar espacios de silencio, en el que pueda emerger otra Palabra, es decir, Jesús, la Palabra: la del Espíritu Santo que habita en nosotros. No es fácil reconocer esta Voz, que muy a menudo se confunde junto a los miles de voces de preocupaciones, tentaciones, deseos, esperanzas que habitan en nosotros; pero sin este entrenamiento que viene precisamente de la práctica del silencio, puede enfermarse también nuestro hablar. Sin la práctica del silencio se enferma nuestro hablar.

Esto, en lugar de hacer que brille la verdad, se puede convertir en un arma peligrosa, el hablar. De hecho, nuestras palabras se pueden convertir en adulación, vanagloria, mentira, maledicencia, calumnia. Es un dato de experiencia que, como nos recuerda el Libro del Eclesiástico, «muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua» (28,18). Jesús lo dijo claramente: quien habla mal del hermano y de la hermana, quien calumnia al prójimo, es homicida (cfr Mt 5,21-22), asesina con la lengua. Nosotros no creemos en esto, pero es la verdad, pensemos un poco las veces que nosotros hemos asesinado con la lengua, nos avergonzaremos, pero nos hará mucho bien, mucho bien.

La sabiduría bíblica afirma que «muerte y vida estarán en poder de la lengua, el que la ama comerá su fruto» (Pr 18,21). Y el apóstol Santiago, en su Carta, desarrolla este antiguo tema del poder, positivo y negativo, de la palabra con ejemplos deslumbrantes: «Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. [...] también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. [...] Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hecho a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición» (3,2-10).

Este es el motivo por el cual debemos aprender de José a cultivar el silencio: ese espacio de interioridad en nuestras jornadas en las que damos la posibilidad al Espíritu de regenerarnos, de consolarnos, de corregirnos. No digo el caer en un mutismo, no, silencio. Muchas veces, cada uno de nosotros mire en el interior, muchas veces estamos haciendo un trabajo y cuando terminamos inmediatamente a buscar el celular para hacer algo más, siempre estamos así… y esto no ayuda, esto nos hace deslizar en la superficialidad.

La profundidad del corazón crece con el silencio. Silencio que no es mutismo como he dicho, pero que da espacio a la sabiduría, a la reflexión y al Espíritu Santo. No tengamos miedo a los momentos de silencio, no tengamos miedo, nos hará mucho bien.

Y el beneficio del corazón que tendremos sanará también nuestra lengua, nuestras palabras y sobre todo nuestras elecciones. De hecho, José ha unido la acción al silencio. Él no ha hablado, pero ha hecho, y nos ha mostrado así lo que un día Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Silencio. Palabras fecundas cuando hablemos. Nosotros tenemos recuerdo de esa canción ‘palabras, palabras, palabras’, y nada de sustancial. Silencio, hablar lo justo, morderse un poco la lengua, que hace bien algunas veces en lugar de decir estupideces.




Concluimos con una oración:

San José, hombre de silencio, tú que en el Evangelio no has pronunciado ninguna palabra, enséñanos a ayunar de las palabras vanas, a redescubrir el valor de las palabras que edifican, animan, consuelan, sostienen. Hazte cercano a aquellos que sufren a causa de las palabras que hieren, como las calumnias y las maledicencias, y ayúdanos a unir siempre los hechos a las palabras. Amén.


---


1 Sermón 288, 5: PL 38, 1307.


2 Dichos de luz y amor, BAC, Madrid, 417, n. 99.


3 Pensamientos, 139. 

viernes, 19 de marzo de 2021

HOY 19 DE MARZO CELEBRAMOS A SAN JOSÉ



 Celebramos a San José


Celebramos hoy a san José, el hombre que más cerca estuvo de Jesucristo, y de la Virgen María haciendo las veces de padre en la tierra del Hijo de Dios hecho hombre. Hoy nos habla el evangelio del anuncio que hace Dios a san José para que admita como esposa a María y se haga cargo de su hijo como si fuese hijo propio.

Tuvo que ser tremendo para san José el darse cuenta de que María iba a ser madre. Quizá fuese cuando María volvió de visitar a su prima Isabel. Quizá se enteró por las habladurías de la gente y hasta quizá fue cuando alguien le felicitó por ello.

Resulta que entre los judíos existían unas leyes, para nosotros extrañas, leyes casi sólo tenidas por la costumbre, sobre el momento del matrimonio: una cosa era el contrato y otra la cohabitación. Entre estos dos momentos solían pasar unos cuantos meses. Parece ser que José y María habían hecho el contrato. Por eso se dice en la Anunciación que María estaba desposada con José. Pero parece que aún no cohabitaban pues hoy al final del evangelio dice que “José se llevó a María a su casa”. También por ello pudo estar María tres meses con su prima Isabel.

El caso es que durante esos meses se llamaban esposos, pero era mal visto que pudieran ya esperar un hijo, aunque en realidad era aceptado. De tal manera que, si alguno tenía una relación carnal con otra persona, se consideraba ya un adulterio. San José sabía que él no había tenido parte en esa paternidad; pero también sabía de la santidad de María.

Por eso tuvo que ser grande su angustia. ¿Qué hacer? La podía acusar como adúltera; pero san José era “bueno”, como dice el evangelio. Algunas veces se traduce como “justo”; pero esta palabra puede tener dos sentidos. Si se trata de una justicia, como la señalada por las leyes de los judíos, debía acusarla; pero Jesús nos enseñó otra clase de justicia, que llamamos santidad. Por ella uno debe tender a hacer el bien. Por eso san José pensó sacrificarse él mismo y prefirió dejarla y marcharse lejos, abandonado en las manos de Dios.

Alguno pensará que por qué no hablaron y por qué María no explicó todo como le había dicho el ángel. Esto es muy difícil explicarlo y mucho más difícil creerlo, si no hay una intervención de Dios. Por eso Dios intervino y le anunció a José todo lo que había sucedido. El evangelio habla de un “sueño”. Es una forma bíblica para expresar que hubo una manifestación extraordinaria de Dios. De alguna manera fue un ángel o mensajero de Dios.

No sólo le explica lo que ha sucedido con María, sino que le da a José un encargo muy especial: el poner el nombre al niño. En lenguaje bíblico quería decir que fuese responsable del niño como si fuese su padre. Poner el nombre era aceptar que se responsabilizaba de la educación y crianza de aquel niño. El nombre que debía ponerle era “Jesús”, que significa salvador. Pero no salvador del poder de los enemigos externos, sino salvador de los pecados, para darnos su gracia.

Hoy san José nos da un ejemplo magnífico de entrega en las manos de Dios. Se fía de Dios. Y cuando uno se fía de Dios, pueden venir muchas dificultades, que serán purificadoras; pero al final brilla la luz. No fue todo fácil en la vida de san José para hacer de padre de Jesús: el tener que dejar su tranquilidad de Nazaret para el nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, el volver a comenzar el trabajo, la oscuridad de la fe para comprender a Jesús al quedarse en el templo y en la vida ordinaria.

Pero san José es el hombre que más cerca ha estado de Jesús y eso le reportaría un sin fin de gracias. Hoy san José sigue estando junto a Jesús en el cielo y, como decía santa Teresa, no puede haber cosa que desee y que le niegue Jesús. Por eso debemos invocarle con mucha fe para nosotros mismos, para la unión en las familias, para el bien de la Iglesia y para que todos podamos tener, como él, una santa muerte en los brazos de Jesús y de María. 

Pongamos nuestros trabajos en las manos de Dios, como san José, y un día podremos gozar para siempre de su compañía en el cielo.


(P. Silverio Velasco)

lunes, 15 de marzo de 2021

SAN JOSÉ, HOMBRE JUSTO ELEGIDO POR DIOS




 San José, hombre justo elegido por Dios


Modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte.

A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima Virgen María.

Nuestro Señor fue llamado “hijo de José” (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Santísima Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influyó José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

San José es llamado el “santo del silencio” No conocemos palabras expresadas por él, sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue “santo” desde antes de los desposorios. Un “escogido” de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

Las principales fuentes de información sobre la vida de san José son los primeros capítulos de los evangelios de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

San Mateo (1:16) llama a san José el hijo de Jacob; según san Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), san José vivía en Nazaret. Según Mateo 13:55 y Marcos 6:3, san José era un “tekton”. La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.

Si el matrimonio de san José con la Santísima Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aún es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba sólo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.

Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y san José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero… ejemplo para todos nosotros.

La literatura apócrifa, (especialmente el “Evangelio de Santiago”, el “Pseudo Mateo” y el “Evangelio de la Natividad de la Virgen María”, “La Historia de San José el Carpintero”, y la “Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.



(Fuente: “Primeros cristianos”)

miércoles, 24 de febrero de 2021

HISTORIA DE LA DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ









HISTORIA DE LA DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSE



Fray Juan de Fanno, un escritor italiano nos cuenta que navegaban dos Padres de la Orden de San Francisco para Flandes, y anegóse la nave en que iban trescientas personas.

Los dos se abrazaron a una tabla y anduvieron tres días con sus noches sobre las ondas del mar, encomendándose al glorioso San José, de quien eran muy particularmente devotos. Al tercer día se apareció en medio de ellos, sobre la misma tabla, en figura de un hermosísimo mancebo, saludóles afablemente, confortó sus ánimos decaídos y alentó las fuerzas de sus cansados miembros, y sanos y salvos salieron a salvamento.

Los buenos frailes, como se vieron en tierra, hincadas sus rodillas, dieron gracias a Dios por tan gran beneficio, y al mancebo que les acompañó le suplicaron encarecidamente les dijese su nombre: declarosle ser San José, y descubrióles los siete grandes dolores y siete gozos que recibió en los siete misterios, de que se tiene tan gran devoción, prometiendo ayudar y favorecer en todas sus necesidades a cualquiera que en memoria de estos siete misterios dijese cada día siete Padrenuestros y siete Avemarías, y esta devoción usan muchos en Italia, principalmente los Padres Capuchinos».

De aquí nació la piadosa devoción de los Siete Domingos, en que se recuerdan esos siete dolores y gozos de San José.

Los Siete Domingos pueden hacerse en todo tiempo, si bien el más apropiado es el anterior a la fiesta de San José, del 19 de marzo.

Los Siete Domingos consisten principalmente en la meditación de los siete dolores y gozos de San José y el rezo de un Padrenuestro y un Avemaría. Son el rosario de San José. En la historia que hemos narrado antes, sólo se pidió a los dos Padres capuchinos salvados del naufragio que rezasen siete Padrenuestros y siete Avemarías.

Atendiendo ahora a las recomendaciones del Vaticano II, en vez de una simple oración, parece ser lo más propio, tengamos presente el texto del Evangelio correspondiente a cada dolor y gozo, y añadamos a cada uno de ellos un Padrenuestro, tal como los ponemos a continuación (y según se han venido ya rezando). Pueden rezarse de dos formas, o haciendo las siete lecturas tal como las ponemos a continuación, o también la lectura de un solo dolor y gozo cada domingo, un Padrenuestro y después la breve oración.


viernes, 12 de febrero de 2021

8 CLAVES PARA SER OBEDIENTES COMO SAN JOSÉ EN LA VIDA COTIDIANA

 



 Sacerdote ofrece 8 claves para ser obedientes como San José en la vida cotidiana

POR CYNTHIA PÉREZ | ACI Prensa



En el marco del Año de San José convocado por el Papa Francisco, el P. Ronal Pulido Martínez, docente y formador del Seminario Intermisional San Luis Beltrán (Colombia) y evangelizador en dos canales de YouTube, explicó cómo fue la obediencia de San José y ofreció consejos para imitar esta virtud en la vida diaria.

El P. Pulido basó su reflexión en el tercer punto de la Carta Apostólica Patris corde (Corazón de padre) titulada “Padre en la obediencia”. 

El Papa Francisco escribió Patris corde por los 150 años de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal, y también convocó el Año de San José del 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021.


Las ocho claves para ser obedientes como San José son:


1. Ejercitar la escucha de nuestra conciencia 

El P. Pulido dijo a ACI Prensa que así “como lo hizo con la Santísima Virgen María y con San José”, a todos “en su momento Dios le revela cuál es su voluntad”, y explicó que la forma en que lo comunica es a través de la conciencia que nos ha regalado. Sin embargo, a veces las personas “nos hacemos los de la vista gorda” y “nos cuesta aceptar y acoger la voluntad de Dios”.

“Dios todos los días nos está hablando a través de la conciencia, pero si no hacemos ese ejercicio de escucharla, la conciencia pasa desapercibida y nos perdemos la oportunidad de escuchar la voluntad de Dios y poderla obedecer”, dijo, y explicó cómo ejercitar la conciencia.

Lo primero que hay que hacer es interesarse por conocer qué es la conciencia: “Es el Sagrario donde Dios habla al hombre”, dijo. 

Luego, hay que llevar catequesis y hacer oración, pues “cuando hacemos silencio y meditamos, la conciencia se empieza a escuchar. Cuando empiezas a orar cierras la puerta del bullicio del mundo y te abres a ese lugar íntimo donde” Dios habla al corazón. Finalmente se debe seguir la “sugerencia del Espíritu Santo dentro de nosotros”, agregó.


2. Reconocer que Dios nos revela su voluntad en lo sencillo

El P. Pulido dijo que es importante tener una mayor “actitud de fe” para aprender a escuchar y ver a Dios en las cosas sencillas de la vida como lo hizo San José. Explicó que si bien el santo habría “podido exigir algo más contundente para creer”, como la aparición de un ángel al igual que a la Virgen María o la aparición majestuosa de Dios en el Monte Sinaí, él creyó en algo “sencillo y ordinario” como son los sueños.

Explicó que “una forma muy natural de Dios de revelarse a los israelitas” era a través de los sueños, aunque hoy en día eso ya “no es lo común”. En el libro del Eclesiástico se nos dice: “Tengan cuidado con los sueños, porque muchos se han perdido, pero sean atentos porque algunos sueños pueden venir de Dios”, dijo.

“Dios nos habla en las cosas sencillas o comunes, no tenemos que esperar que ocurra algo grande”. Por ejemplo, Dios nos habla en “un consejo que nos hizo un amigo, un plan que yo tenía y se desbarata; es decir, cosas sencillas que parecieran accidentes, pero no lo son”, dijo.

“Parecía un accidente que cuando Jesús iba a nacer [José y María] tienen que hacer este viaje tan sencillo a causa de un censo”, pero esto era parte fundamental del plan de Dios, dijo. Alentó a “tener más fe” para poder reconocer su voluntad en el acontecer diario y saber “discernir” lo que viene de Dios; es decir, elegir lo que no va en contra de mis valores o de Dios.


3. Ser prontos y disponibles al obedecer 

“El Papa Francisco nos enseña cómo San José en cuatro momentos concretos escucha la voluntad de Dios a través de los sueños. En el primer sueño Dios le revela que no tema en tomar a María como esposa, porque el Niño que lleva en su vientre es obra del Espíritu Santo”, dijo.

“Después, en otro sueño, Dios también lo guía para que huyan a Egipto y así puedan estar libres del peligro de muerte para el Niño”, dijo. Luego, le comunica a José que ya es tiempo de volver a Nazaret y lo guía para que regrese “porque allí estarán más seguros”.

En ese sentido, aseguró que “San José nos invita a la prontitud. En los cuatro momentos San José fue disponible a obedecer la voluntad de Dios. Debemos ser como San José, prontos a la voluntad de Dios y saber escuchar esa voluntad de Dios en las cosas sencillas de la vida”.


4. Recordar que al obedecer dejamos que Jesús crezca

El P. Pulido también recordó que San José es un “gran ejemplo en la obediencia para todos nosotros los cristianos, por su prontitud para obedecer su misión de ser padre adoptivo de Jesús”. Como propone el Papa Francisco, San José va a ser un padre ejemplar “siendo pronto en la obediencia”, agregó.

“Todos nosotros estamos llamados a imitar esas virtudes de San José, porque también hemos sido llamados a ser padres de Jesús. Cada vez que celebramos la Navidad, Jesús se nos da, nace en nuestros hogares, en nuestros corazones, pero no nace grande” y “ese es el misterio de Dios Niño que llega a nuestras vidas”, dijo.

En ese sentido, “la misión de todo cristiano es cuidar y hacer crecer a ese Niño. Como dice San Juan el Bautista: ‘Conviene que Él crezca y que nosotros vayamos disminuyendo’. Con esa  virtud de la obediencia garantizamos que Jesús, ese tesoro que llevamos en vasijas de barro, estará a salvo”.


5. Ser íntegros: obedecer a Dios y a las leyes civiles

El P. Pulido señaló que “la obediencia de San José es una obediencia íntegra, porque abarca la totalidad de la existencia: no solo intenta ser obediente con Dios sino que es obediente también con las autoridades civiles”.

Explicó que “San José acoge el censo que se ha decretado para toda la comarca” y que “al obedecer a las autoridades civiles, San José hace también la voluntad de Dios, incluso hace que las profecías se cumplan”, como el nacimiento de Jesús en Belén o el volver a Nazaret.

“San José nos ofrece un ejemplo de que la obediencia debe ser integral en todos los aspectos de mi vida, no solo en los aspectos de fe, sino en todos los aspectos civiles, incluso en la amistad de la vida cotidiana, pues la obediencia debe estar a tal punto arraigada en nuestro corazón que nos resulte fácil obedecer todo lo que se nos proponga en la vida cotidiana”.

“El plan de salvación está enfocado en la obediencia”, dijo. “Una definición sencilla de santidad es obedecer la voluntad de Dios”. La obediencia es la virtud reina dentro de las virtudes cristianas “que Dios quiere en los cristianos”, dijo, y recomendó leer la vida de los santos que cultivan la obediencia.


6. Recordar que al obedecer somos precursores de la fe

El P. Pulido dijo a ACI Prensa que “San José es propuesto por el Papa Francisco como aquel que educó a Jesús en la obediencia”. 

Por ejemplo, dijo que “podemos llegar a escuchar de labios de Jesús en el Huerto de Getsemaní: ‘Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya’, porque Jesús aprendió de su Padre San José a obedecer. Escuchamos de los labios de Jesús palabras como: ‘Mi alimento es hacer la voluntad del Padre’; es decir, obedecer. Todo eso lo aprendió en casa, también lo aprendió de la Virgen”.

“Así que cuando somos obedientes no solo estamos agradando a Dios, sino que estamos educando a los que vienen detrás de nosotros. Somos precursores de la fe para nuestros hijos y para nuestros amigos cuando somos personas obedientes”, señaló.


7. Recordar siempre que al obedecer volvemos al Paraíso

El P. Pulido dijo que es importante y nos puede ayudar mucho a desarrollar la virtud de la obediencia el “recordar constantemente que cuando obedecemos volvemos al Paraíso”.

Fuimos expulsados del Paraíso “porque nuestros primeros padres desobedecieron”, “pero cuando un hijo de Dios obedece, entonces volvemos al Paraíso, estamos volviendo a ese estado original en el que Dios nos ha creado”, dijo.

Explicó que “los santos han usado frases cortas que le han dado fuerza a su vida. A veces una jaculatoria, a veces un pensamiento sencillo” que repetimos constantemente. Por ejemplo, recordó que cuando San Pablo Miki y los mártires de Japón estaban muriendo ellos repetían la jaculatoria: “Jesús, María”. 

Para el P. Pulido, recordar que al obedecer vamos al paraíso “sería un pensamiento sencillo para alimentar todo los días y que nos ayudaría mucho a obedecer”. Asimismo, dijo que cualquier persona también puede crear una jaculatoria y sugirió la siguiente: “Padre hazme obediente como tu Hijo”.


8. ¿Cómo desarrollar la virtud de la obediencia en la familia?

Finalmente, el P. Pulido recomendó a las familias dos claves concretas para que puedan desarrollar la virtud de la obediencia desde sus roles de esposos e hijos.

Cuando Dios, a través del ángel, le dice a José: “Tómala por esposa, porque [el Hijo que lleva en su vientre] es obra del Espíritu Santo”, San José “movido por el amor que tiene a su esposa obedece a Dios inmediatamente”, dijo. El amor lo mueve a no denunciarla, ni repudiarla, “pese a que todo apuntaba a que María le había engañado”, agregó.

De igual modo, “el amor que está fuerte en la pareja lleva a obedecer fácilmente a Dios y al otro”, dijo. “La relación de pareja implica obedecer a la pareja. En muchas ocasiones se trata del consejo o sugerencia que la esposa le hace el esposo. Entonces, ¿qué es lo que va a lograr que entre esposos obedezcan a Dios y puedan vivir la obediencia en el hogar? Que el amor este fuerte”. 

“Yo invitaría a las parejas a fortalecer el amor para que obedecer sea muy fácil. Obedecemos muy fácil a quien amamos mucho, pero nos cuesta obedecer a la persona que no le tenemos demasiado afecto. Entonces, cultivar el amor esponsal facilitaría mucho el obedecer”, señaló.

En el caso de los hijos, el P. Pulido dijo que es usual que les cueste mucho obedecer, por ello, dijo que “la invitación que nos hace San José es ser prontos. A veces pensamos mucho para obedecer y el pensar y esperar mucho dificulta la obediencia. Como quien tiene que  lanzarse a la piscina para aprender a nadar, si lo piensa mucho va a terminar por llenarse de miedo y no hacerlo”.  

“Entonces, yo creo que para los hijos la prontitud al obedecer es la clave. Los papás saben bien lo que están pidiendo y cuando somos más prontos y decididos a obedecer, se nos va a ser más fácil [desarrollar esta virtud] que cuando damos muchos rodeos y vueltas para obedecer”, concluyó.

miércoles, 3 de febrero de 2021

JOSÉ ERA EL PADRE DE JESÚS



José era el padre de Jesús.

Un hombre a quien Dios llamó padre

Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno.


Por: Javier Castellanos | Fuente: http://lcblog.catholic.net



Lo llamaban el carpintero. Y, ciertamente, era un hombre trabajador. Mantenía a su familia con el sudor de su frente. Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno. José era el padre de Jesús.

Cristo, siendo Dios, sabía desde siempre de quién era Hijo. Pero también era plenamente hombre y seguramente tuvo que aprender sobre su Padre con el ejemplo de un papá de carne y hueso. Más aún: el Hijo de Dios era bien consciente de la persona que escogía para su infancia en la tierra: y habrá elegido la imagen más cercana a la paternidad divina.

Años más tarde, todo Israel escucharía el mensaje de ese Jesús de Nazaret. Hablaba a la gente de un Padre en los cielos. Nutría a los pobres con la esperanza en el Padre providente: poderoso y tierno a la vez, grande pero atento a los pequeños, justo y misericordioso… ¿De dónde le venían estas palabras? ¿Quién le había enseñado así? ¿No era acaso el hijo de José? (Cf. Lc 4, 22)

San José era un hombre de autoridad: la sangre de tantos reyes corría por sus venas. Pero el poder que ejercía no era como el de quien gobierna para sí mismo. Incluso antes de casarse, José tiene su centro de atención en los demás: decide repudiar en secreto a María, para no llevarla al escándalo ni a un castigo según la ley de Moisés. Su autoridad es un servicio, es darse sin reservas, es hacer un regalo de lo que le pertenece. Lo podemos imaginar trabajando horas extra para comprarle un vestido nuevo a María. Y al volver, cansado de una jornada larga y pesada, después de desgastarse bajo el sol, no niega sus preciosas horas de descanso. Ahí lo vemos al caer la tarde explicando a Jesús algún texto de Moisés o de los Profetas… Y más que su sueldo o su tiempo, todo su proyecto de vida se había convertido en su esposa y su hijo, pues no pasó a la historia como un rico mercader, o un líder de masas; simple y sencillamente lo conocemos como el esposo de María y el padre “adoptivo” de Jesús. Nada menos que Jesús y María; su grandeza era su familia.

El poder del servicio se convirtió en poder de defensa cuando fue necesario. Jesús nació en un establo no lejos del campo; alguien tenía que estar vigilando para que no se acercaran bestias salvajes. Si el rey David fue valiente para matar un león mientras cuidaba las ovejas en esos mismos campos de Belén, ¡qué no haría José, descendiente de David, por custodiar a su familia! Después, inesperadamente, tuvo que partir con María y Jesús lejos de Judea y de Herodes. ¡Cuánta atención y esfuerzo para no dejar rastros de la huida! ¡Cuántas noches sin dormir en medio del desierto para asegurarse que no había ladrones o que no los seguían los soldados para matar al Niño! Precisamente ese Niño que sería el Salvador de Israel… ¡Qué gran responsabilidad era asegurarse de que Jesús creciera sano y fuerte!


 ¿Cómo ejerce José esta custodia?

Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)

San José, además, era un hombre con un gran liderazgo. Curiosamente, era el más “pequeño” en la casa, pues Jesús era Dios y María no tenía ninguna mancha de pecado… ¿Qué había en él, que había cautivado a María desde el primer momento? ¿Qué tenía él, un pobre pecador, que el Rey de reyes le obedecía con tanta mansedumbre?

Tal vez él no se daba cuenta, pero María y Jesús se fijaban en algo que relucía en cada gesto de José: era un hombre justo, que vivía en constante unión con Dios. María se habrá impresionado ante la respuesta de José después de los sueños: la recibió en su casa inmediatamente, y en Belén lo dejó todo en un día para huir a Egipto. Y después, cuando ya tenían una vida tranquila en aquel país, de repente venderlo todo y regresar a Nazaret. José era todo un patriarca, y sin embargo no había podido instalarse en una ciudad por mucho tiempo. Siguiendo la voz de Dios lo había abandonado todo en pos de una promesa, como Abraham. Hacía allá guiaba a su familia. Y no una, sino tres veces: vender la casa, dejar el trabajo, comenzar una vida de nuevo. Siempre atento a la voz del Señor, siempre dispuesto a cumplir su Voluntad… Muchos años después, Jesús dirá a la multitud: “el que escucha la palabra de Dios y la cumple, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50) No mencionó la palabra “padre”; esa estaba reservada para su verdadero Padre, pero también esa palabra la había ganado ya San José después de una vida de docilidad al Padre del cielo.


¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?

Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio… José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)

Jesús en su misión se convirtió también en padre. Al paralítico que bajan del techo lo llama “hijo” (Mt 9,2), y lo mismo a la mujer que tocó su manto: “Hija, tu fe te ha salvado.” (Mc 5, 34) No fueron hijos según la carne, como tampoco lo fue Cristo respecto a José, pero ambos hicieron brillar la faceta más bella de la paternidad. Pues ser padre es dar lo mejor de sí y dar la propia vida todos los días. 

miércoles, 13 de enero de 2021

INDULGENCIA PLENARIA POR SAN JOSÉ - AÑO DE SAN JOSÉ 2020 - 2021




 

Indulgencia Plenaria por San José


El Papa Francisco nos ha hecho un gran regalo al proclamar el “Año de San José”, para poner de relieve el papel fundamental que el santo de la humildad, la mansedumbre y el silencio, ha tenido en el plan salvífico de Dios.

Y además de este tiempo para exaltar la figura del padre adoptivo de Jesús y esposo de la Santísima Virgen, el Santo Padre, a través de las instituciones eclesiásticas correspondientes (Penitenciaría Apostólica) ha concedido la Indulgencia Plenaria durante todo el año (8 de diciembre de 2020 hasta el 8 de diciembre del 2021) que los fieles podrán aplicar cada día para algún difunto o para sí mismos.

 

¿Cuáles son las condiciones para acceder a esta Indulgencia Plenaria?

Por un lado están las condiciones habituales para estos casos y que son:

 

- Ir a Misa, realizar la confesión sacramental con un sacerdote y comulgar.

- Rezar el Padre Nuestro y el Credo.

- Rezar por las intenciones del Sumo Pontífice.

 

Pero como en este tiempo de pandemia y emergencia sanitaria, no todas las personas están en condiciones de asistir a los templos, confesarse y comulgar, el Papa Francisco ha establecido otras condiciones a través de las cuales se puede acceder a la Indulgencia Plenaria por el Año de San José. Puede obtenerse por alguna de estas acciones piadosas:

1. Meditar treinta minutos la oración del Padre Nuestro o participar de un retiro espiritual o una jornada con meditaciones sobre San José.

2. Sobre el ejemplo de San José, realizar una obra de misericordia corporal o espiritual para otra persona.

3. Rezar el Rosario en la familia o entre los novios.

4. Confiar cotidianamente tus actividades a la protección de San José e invocarlo para que quienes están en la búsqueda de empleo consigan uno digno.

5. Recitar las letanías de San José u otras oraciones al santo, por la Iglesia perseguida y alivio de todos los cristianos que padezcan alguna forma de persecución.

6. Rezar cualquier oración a San José legítimamente aprobada por la Iglesia o realizar un acto de piedad en honor a San José.

En el actual contexto de la emergencia sanitaria por la pandemia, el don de la indulgencia plenaria se extiende de forma particular a los ancianos, a los enfermos, a los agonizantes y a todos los que por motivos legítimos están imposibilitados de salir de su casa, con el alma libre de pecado mortal y el propósito de cumplir, cuando les sea posible las condiciones generales o habituales para la obtención de indulgencias plenarias. 

El tiempo durante el cual se puede obtener esta gracia es todo el Año de San José, y muy especialmente en determinadas fechas especiales: del 19 de marzo al 1 de mayo; el día de la fiesta de San José (19 de marzo); más todos los días 19 y todos los días miércoles, que son dedicados al santo.


A continuación se transcriben dos oraciones para rezar a san José.




Oración del papa León XIII

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación y después de invocar el auxilio de tu santísima Esposa, solicitamos también, confiados, tu patrocinio. Por aquella caridad, que con la Inmaculada Virgen María Madre de Dios te hizo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benignos los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo y con tu poder y auxilio socorras nuestra necesidades. Protege, providentísimo custodio de la Sagrada Familia, la escogida descendencia de Jesucristo. Aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción, asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas, y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las acechanzas de sus enemigos y de toda adversidad; y a cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad. Amén.




Oración por los refugiados

Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su Madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados. Concédenos también a nosotros experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino como refugiados hacia lugares más seguros. Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, el valor en la prueba. Da a quienes los acogen un poco de la ternura de este padre justo y sabio, que amó a Jesús como un verdadero hijo y sostuvo a María a lo largo del camino. Él, que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos, pueda proveer de lo necesario a quienes la vida les ha quitado todo y darles la dignidad de un trabajo y la serenidad de un hogar. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, que san José salvó al huir a Egipto, y por la intercesión de la Virgen María a quien amó como esposo fiel según tu voluntad. Amén.


sábado, 12 de diciembre de 2020

15 FORMAS DE OBTENER UNA INDULGENCIA PLENARIA EN EL AÑO DE SAN JOSÉ

 



15 formas de obtener una indulgencia plenaria en el Año de San José
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Unsplash / Michael O Sullivan.





El Papa Francisco decretó un Año dedicado a San José desde el 8 de diciembre de 2020 hasta el 8 de diciembre de 2021, periodo en el que los católicos tendrán la oportunidad de obtener una indulgencia plenaria especial, 

Durante este año especial hay muchas formas nuevas en que los católicos pueden recibir una indulgencia plenaria, que remite todo castigo temporal causado por el pecado, entre las que está el encomendar su trabajo diario a la protección de San José Obrero o rezar el Santo Rosario con sus familias.

Estas acciones deben ir acompañadas de las tres condiciones habituales para obtener cualquier indulgencia plenaria, que son la Confesión Sacramental, la Comunión Eucarística y la oración por las intenciones del Papa. En caso existan impedimentos de fuerza mayor, la persona debe tener la intención de cumplirlas lo antes posible y debe desapegarse totalmente del pecado.

Según el decreto emitido por la Penitenciaría Apostólica, existen 15 formas de recibir una indulgencia en el Año de San José:

1)            Participa en un retiro espiritual durante al menos un día que incluya una meditación sobre San José.

2)            Pide en oración la intercesión de San José para que los desempleados puedan encontrar un trabajo digno.

3)            Recita las Letanías de San José por los cristianos perseguidos. Los católicos bizantinos tienen la opción de recitar un Akathist para San José. 

4)            Encomienda el trabajo y las actividades diarias a la protección de San José Obrero.

5)            Sigue el ejemplo de San José y realiza una obra de misericordia corporal como dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los presos y los enfermos y enterrar a los difuntos. 

6)            Realiza una de las obras espirituales de misericordia, como consolar al triste, dar buen consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, perdonar al que nos ofende y rezar por los vivos y los difuntos. 

7)            Reza el Rosario con tu familia para que “todas las familias cristianas se sientan estimuladas a recrear el mismo ambiente de íntima comunión, amor y oración que había en la Sagrada Familia”. 

8)            Las parejas comprometidas también pueden recibir una indulgencia al rezar el Rosario juntos. 

9)            Medita al menos 30 minutos al rezar el Padre Nuestro, pues San José “nos invita a redescubrir nuestra relación filial con el Padre, a renovar la fidelidad a la oración, a escuchar y corresponder con profundo discernimiento a la voluntad de Dios”.

10)         Reza una oración aprobada a San José el domingo de San José, que es el domingo después de Navidad en la tradición católica bizantina. 

11)         Celebra la fiesta de San José el 19 de marzo realizando un acto de piedad en honor a San José.

12)         Reza una oración aprobada a San José el día 19 de cualquier mes. 

13)         Honra a San José realizando un acto de piedad o rezando una oración aprobada cualquier miércoles, el día tradicionalmente dedicado a San José.

14)         Reza a San José en la Fiesta de la Sagrada Familia celebrada el 27 de diciembre. 


15)         Celebra la fiesta de San José Obrero el 1 de mayo realizando un acto de piedad u ofreciendo tu oración.

“Todos los fieles tendrán así la posibilidad de comprometerse, mediante la oración y las buenas obras, en obtener con ayuda de San José, cabeza de la celestial Familia de Nazaret, el consuelo y alivio en las graves tribulaciones humanas y sociales que hoy afligen al mundo contemporáneo”. 

Los ancianos, los enfermos y los moribundos que no pueden salir de sus hogares debido a la pandemia del COVID-19 también tienen un permiso especial para recibir una indulgencia plenaria al “ofrecer con confianza en Dios los dolores y las incomodidades” de sus vidas con una oración a San José, esperanza de los enfermos y patrón de una muerte feliz. 

La Penitenciaría Apostólica permite cualquier oración a San José aprobada por la Iglesia, en particular, la oración “A ti, oh bendito José” compuesta por el Papa León XIII, que compartimos a continuación:

A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa solicitamos también confiados tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades”.

“Protege, Providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas: y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora, defiende a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, ya cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad. 

Amén.


Traducido y adaptado por Cynthia Pérez. Publicado originalmente en CNA.

jueves, 19 de marzo de 2020

¡FELIZ DÍA DE SAN JOSÉ!


¡FELIZ DÍA DE SAN JOSÉ!
19 de marzo



Con gran alegría celebramos hoy la festividad de San José, patrono universal de la Iglesia, patrono de la buena muerte y patrono de los seminarios.

En el Plan Reconciliador de Dios, San José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José, el santo custodio de la Sagrada Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima Virgen María.

San Bernardino de Siena dijo de San José: "Si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen María, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a San José, después de ella, una especial gratitud y reverencia".

Sepamos conocerlo en profundidad para reflejarnos en el espejo de virtud de este hombre justo y silencioso, ejemplo de padre, de esposo, de trabajador, modelo de mansedumbre y de humilde sumisión al plan del Creador. Pidamos hoy a San José que nos ayude a parecernos a él.


(Pequeñas Semillitas)

LIBRO: CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ


Libro: Consagración a San José
San José seguía las mociones del Espíritu Santo hasta en sus sueños.


Por: María Teresa González Maciel | Fuente: Catholic.net




La realidad mundial grita, dibuja el rostro de la humanidad, a través de los niños que son eliminados antes de nacer, los asesinatos, las familias destruidas que causan tanto dolor a los esposos e hijos, la legalización de uniones que van contra la naturaleza, la pérdida de identidad espiritual, cultural e incluso individual, en la que se pone en duda la esencia propia del ser hombre, o mujer.

En su libro "Consagración a San José. Las maravillas de Nuestro Padre Espiritual". El Padre Donald Calloway habla de la necesidad de tener a este Santo, como modelo de virtudes. Afirma que José vivió a fondo su amor a Jesús y María. Nadie como él y María formaron a Jesús en las virtudes. Él es modelo de esposo, padre y protector del matrimonio y la familia.

A Jesús como buen hijo le alegra que su madre y su padre de la tierra sean honrados e imitados.

San José seguía las mociones del Espíritu Santo hasta en sus sueños. Es ejemplo de padre providente, protector, servidor, formador. Llevó a Jesús y a María en su corazón, vivió y murió para ellos. Seguir su ejemplo es vivir un camino de virtudes sujetos a la voluntad de Dios.

El primer matrimonio en él Antiguo Testamento fue el de Adán y Eva, ellos dieron entrada al pecado original, esta herencia, producto de la desobediencia a Dios, trajo muerte y destrucción.

El primer matrimonio del Nuevo Testamento, que marca a la humanidad es el de Jesús y María. Fuente de santidad que se extiende sobre la tierra.

La salvación inicia en esta virginal y santa unión. Jesús es cabeza de la Iglesia y José es cabeza de esta cabeza, a nivel terrenal, padre adoptivo del Salvador. Patriarca de la Iglesia Universal y padre espiritual de todos los creyentes.

Amar y venerar a San José no es ofensa contra Dios. Jesús como buen Hijo se alegra de que sus papás sean amados. Imitar al padre espiritual es camino seguro para ir al cielo. En su libro, el P Calloway menciona que es necesario el atuendo de virtudes y santidad de San José para entrar al Banquete Celestial.

Formar parte en la transformación de este mundo requiere trabajo personal, esfuerzo, oración, atención a las inspiraciones del Espíritu Santo, Sacramentos y la ayuda de San José como modelo y padre espiritual.

SAN JOSÉ, EL SANTO DE LA SIMPLICIDAD, DEL SENTIDO COMÚN, DE LA SENCILLEZ Y DEL SILENCIO


San José, el santo de la simplicidad, del sentido común, de la sencillez y del silencio
Celebremos el encuentro cariñoso, afectuoso y generoso de este hombre, que Dios llamó a vivir de una manera sencilla.


Por: P. Idar Hidalgo | Fuente: Catholic.net




José, como padre del recién nacido, le circuncida al octavo día y le impone el nombre de Jesús, que era un derecho inherente a la misión del padre.

José es quien transmite a Cristo su ascendencia y genealogía y con ello la descendencia de Abraham y la de David junto a las promesas del reino mesiánico y eterno. (cf Rm 1,3; 2 Tm 2,8; Ap 22,16).

Hablar o escribir sobre San José suele ser algo paradójico, ya que por un lado resulta ser algo muy simple, y por la misma simplicidad muchas veces se nos complica.

Pero San José es el santo de la simplicidad, el santo del sentido común, el santo de la sencillez, el santo del silencio. Y se podría seguir enumerando los calificativos de su santidad y todos sus atributos, y no se trata de hacer eso en esta pequeña meditación, sino que reflexionemos sobre la fiesta de San José y celebremos el encuentro cariñoso, afectuoso y generoso, de este hombre que Dios llamó a vivir de una manera sencilla y su respuesta total a la realización del proyecto de salvación de Dios.

Para hablar de San José, es necesario hablar del silencio, pues es el santo del silencio, porque desde ahí supo contemplar el misterio del plan de Dios y porque solo en el silencio se encuentra lo que se ama. Solo en el silencio amoroso es desde donde se puede contemplar el misterio más trascendente de la redención, de un Dios que por amor se ha hecho hombre como nosotros.

Bien podemos decir que San José es el santo modelo de la fe, porque supo esperar contra toda desesperanza, por la fe aceptó a María y por la fe aceptó ser padre en esta tierra de Jesús hecho niño.

Llama la atención que no escribió nada, no se tiene referencia que haya dicho algo, simplemente obedeció con gran docilidad. Siempre a la escucha de la voz de Dios, siempre dispuesto a obedecer a Dios, a pesar de que, más de una vez, las cosas que se le mandaban no eran fáciles de aceptar.

La simplicidad de vida, el sentido común vivido con amor, haciendo ordinarias las cosas más extraordinarias… y viviendo extraordinariamente lo ordinario, porque todo lo vivió en referencia al Padre.

Hoy que hemos avanzado en el conocimiento de las ciencias naturales o en las ciencias humanas, parece que hemos perdido el sentido común también en la vida espiritual y nos cuestionamos cómo hemos de vivir el Evangelio, como se puede tener certeza de que estoy obrando bien, y llegamos a reducir la vida del Evangelio con portarse bien… y nos olvidamos que lo importante es amar y como consecuencia del amor está el portarse bien.

Sentido común en la vida espiritual es vivir con docilidad la Voluntad del Padre, es vivir con corazón agradecido por las bendiciones que de Dios hemos recibido, es ser concientes de la misión personal que se nos ha encomendado y ser fieles a ese llamamiento.

Ser cristiano con sentido común, es vivir la fe sin buscar protagonismos, vivir nuestra esperanza con la confianza de las promesas que se nos han hecho y vivir cada instante de vida en el amor, sabedores que solo el amor hace eterno el instante.

Ser cristiano con sentido común, es vivir la simplicidad de vida con la madurez del realismo, que se traduce en esa conciencia de que se es capaz de amar y de ser amado. Para hacer de cada acción, de cada instante, el punto de llegada y el punto de partida de la realización de la promesa.

San José es Patrono de la Iglesia Universal porque a él se le encomendó el cuidado de Jesús hecho hombre y el cuidado de la Virgen María, y es patrono de todos los bautizados porque cuida desde el cielo por cada uno de nosotros que le hemos sido confiados.

Si bien es cierto que a Cristo se llega por María, por San José nos acercamos a contemplar el misterio de la Iglesia que a él se le ha encomendado.

Es la presencia de San José en la Iglesia de Dios, destacada por San Mateo, como varón justo, Esposo verdadero de María y Padre singular y virginal de Jesús.

Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870; aunque la fiesta fue suprimida más tarde. Actualmente le recordamos y celebramos el 19 de marzo.


Oración

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valor, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas.

Vuestra altísima dignidad de Padre adoptivo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo.

Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcanzadme la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA, 19 DE MARZO


San José. Esposo de la Virgen María. 
Patrono de la Iglesia Universal
19 de marzo



San José es Modelo de Padre y Esposo, Patrono de la Iglesia universal, Padres, Carpinteros, Trabajadores, Abogados y del Buen morir.

San José fue un hombre justo y fiel, tal como nos lo narra el Evangelio de Mateo (1,19). Dios lo escogió para ser el cuidador y protector la sagrada familia: su esposa María y a Jesús, el Hijo del Dios vivo. Su linaje conecta a Jesús, el Rey Mesiánico, con los descendientes del Rey David. San José es también llamado el Santo del silencio.

Martirologio romano: Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María: hombre justo, que era descendiente de David, sirvió como padre al Hijo de Dios, Jesucristo, que quiso llamarse hijo de José y que estuvo sumiso como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial devoción como patrono, puesto por el Señor en la custodia de su familia.



Biografía de San José.
La celebración de San José tiene raíces bíblicas muy profundas. José es el último de los patriarcas que recibe visiones del Señor a través de una de las formas más humildes: a través de los sueños.

San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, tuvo la misión de guiar a la Sagrada Familia en su huida a Egipto a través del desierto y también de regreso. Pío IX lo declaró patrono de la Iglesia universal y Juan XXIII más tarde, incluyó su nombre en el Canon Romano.

El nombre de José es de origen hebreo y significa "Dios me ayuda", y eso si que se demostró ampliamente en la historia de Salvación. Sin duda, fue el fiel ejemplo de lo que debe ser un padre putativo



San José: Custodio de la Sagrada Familia.
San José fue el esposo de María, el jefe de la sagrada familia en la que nació Jesús, el Hijo del altísimo, por obra y gracia del Espíritu Santo, y que dirigió la vida de ellos a través de las revelaciones que los ángeles del Señor le daban en sus sueños. San José llegó a convertirse en una especie de paternidad divina.

Ciertamente los Evangelios no nos cuentan mucho acerca de la vida de San José, pero no por eso quiere decir que estuvo ausente en la vida de Jesús y de María.

Cuenta la tradición que San José estaba siempre al lado de Jesús y de María con mucha fe, en la que siempre actuó con obediencia, aceptando la voluntad de los planes de Dios.

San José preparó la cuna en aquel pobre establo en la que nació Jesús, puso a salvo a su familia en Egipto cuando fue necesario, se preocupó y salió en busca de Jesús cuando desapareció y lo hallaron en el templo a sus doce años, estaba junto a él en su trabajo como carpintero, y junto con María le ayudó a crecer en sabiduría, edad y gracia.

Probablemente, justo antes de que el Hijo del hombre comenzara su vida pública, San José muere en paz un 19 de marzo según la tradición.

Se dice que San José murió santamente en los brazos de Jesús. No es casualidad de que, durante siglos, se le venera a San José como el santo patrono de la buena muerte.


San José: un padre trabajador.
San José era descendiente de la casa de David y de sangre real, de un rostro y de vida noble. La vida lo llevó a hacer de artesano del país, terminando por trabajar específicamente de carpintero.

Herramientas de trabajo para agricultores y pastores, muebles humildes y objetos hogareños como tazas, copas para los hogares pobres en la Galilea, seguramente fueron algunas de las cosas que habrán salido de su taller, frutos de la capacidad de unas manos ásperas y trabajadoras y de un gran corazón que ardía en preocupación por garantizar el sustento de su familia.

En el siglo IV, San Agustín, San Ambrosio y San Jerónimo hablan ya mucho de su virginidad, de su paternidad espiritual sobre Cristo y de su verdadero matrimonio con María, presentando a San José como modelo de virtudes cristianas.


Dice San Agustín:

"María pertenece a José y José a María, de modo que su matrimonio fue verdadero matrimonio, porque se han entregado el uno al otro.

Pero ¿en qué sentido se han entregado? Ellos se han entregado mutuamente su virginidad y el derecho de conservársela el uno al otro.

María tenía el derecho de conservar la virginidad de José y José tenía el derecho de custodiar la virginidad de María.

Ninguno de los dos puede disponer y toda la fidelidad de este matrimonio consiste en conservar la virginidad".

La Boda de San José con la Virgen María.
Una antigua tradición muy hermosa cuenta que hubo un concurso entre los aspirantes a la mano de la joven María.

Esa carrera fue ganada por San José. Todos los aspirantes colocaron un cayado en un círculo, y repentinamente, el cayado que había colocado San José, comenzó a florecer milagrosamente.

Por eso, en la iconografía popular, San José es representado muchas veces con un cayado floreado.

San José no sólo es el patrono de los padres de familia como modelo sublime de la supervisión y de la providencia sino que también es el Patrón de la Iglesia universal, con solemnidad el 19 de marzo.

También, a San José se le festeja en la litúrgica el 1ro de mayo como el patrón de los artesanos y los trabajadores. Por tradición, es el protector no solo de los carpinteros y ebanistas, sino también de los sin techo.


Oración a San José.
Glorioso Patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi auxilio en estos momentos de angustia y dificultad.

Toma bajo tu protección las situaciones tan serias y difíciles que te encomiendo, a fin de que tengan una feliz solución.

Mi bien amado Padre, toda mi confianza está puesta en Ti.

Que no se diga que te he invocado en vano y puesto que Tú puedes todo ante Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder.

Amén.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...