Mostrando entradas con la etiqueta SANTA ISABEL DE HUNGRÍA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta SANTA ISABEL DE HUNGRÍA. Mostrar todas las entradas

domingo, 17 de noviembre de 2019

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, 17 DE NOVIEMBRE



Santa Isabel de Hungría
Viuda
 (1207- 1231)


"Que el Señor nos conceda como 
a su buena Isabel,  el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida  y nuestros bienes a ayudar a los 
más necesitados."


SU VIDA

Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia,  el matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: "Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?". Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".

Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa.  Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces  a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.

El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.  Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.

Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís,  y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.

Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: "Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?"

Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: "¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?". Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.

Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.

El pueblo la llamaba "la mamacita buena".

Uno sacerdotes de aquella época escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada". Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.

El mismo emperador Federico II afirmó: "La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura".

Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.

El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.

Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.

Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.

Santa Isabel de Hungría es patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.

Una Historia

No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes. El margrave Luis quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.

-- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena.

Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:

-- ¿Qué llevas en la falda?

-- Nada..., son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.

Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.

ORACIÓN

Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones 
de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo.  
Amén.

viernes, 17 de noviembre de 2017

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, REINA Y SERVIDORA DE LOS POBRES Y ENFERMOS, 17 NOVIEMBRE


Hoy 17 noviembre celebramos a Santa Isabel de Hungría, la que "murió para la tierra"



 (ACI).- Cada 17 de noviembre la Iglesia celebra a Santa Isabel de Hungría, una joven madre que aprovechó su condición de nobleza para ayudar a Cristo en los más pobres. Al morir, se apareció y dijo que iba para la gloria y que había muerto para la tierra.

Hija del rey de Hungría, nació en 1207 y fue dada en matrimonio a Luis Landgrave de Turingia. Por ello, desde muy temprana edad sus padres la enviaron al castillo de Wartburg para que se educase en la corte de Turingia con el que sería su esposo. Allí tuvo que soportar incomprensiones por su bondad.

Su prometido, cada vez que pasaba por la ciudad, le compraba algo a la Santa y se lo entregaba muy respetuosamente.  Más adelante el joven heredó la “dignidad” de Landgrave y se casó con Santa Isabel. Dios les concedió tres hijos.

Luis no ponía impedimento para las obras de caridad de la Santa, pero por las noches, cuando se ella se levantaba a orar, su esposo le agarraba la mano con miedo a que tantos sacrificios le hagan daño y le suplicaba que volviera a descansar.

Por un tiempo, el hambre se hizo sentir en esas tierras y Santa Isabel se gastó su dinero ayudando a los pobres y el grano que estaba reservado para su casa. Esto le valió grandes críticas. Como el castillo quedaba sobre una colina, construyó un hospital al pie del monte para dar de comer a los inválidos con sus propias manos, y pagaba la educación de los niños pobres, especialmente de los huérfanos.

Luis murió en una de las cruzadas, víctima de la peste, y Santa Isabel sufrió mucho. Luego su cuñado se apoderó del gobierno y ella tuvo que mudarse. Más adelante, cuando sus hijos tenían todo lo necesario, tomaría el hábito de la tercera orden de San Francisco.

Su sacerdote confesor la sometió a grandes sacrificios como el despedir a sus criados que más quería. Hilaba o cargaba lana, ayudaba a los enfermos, vivía austeramente y trabajaba sin descanso. Partió a la Casa del Padre al anochecer al 17 de noviembre de 1231.

Se dice que el mismo día de su muerte, un hermano lego se había destrozado un brazo en un accidente y sufría en cama con los dolores. En eso se le apareció Santa Isabel con vestidos radiantes y el hermano le preguntó el porqué estaba tan hermosamente vestida. A lo que ella respondió: “es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo ya que ha quedado curado”.

Dos días después del entierro llegó un monje cistercense al sepulcro de Santa Isabel y se arrodilló para pedirle a la Santa que intercediera para curarse  de un terrible dolor de corazón. De un momento a otro quedó completamente curado de su enfermedad.

lunes, 17 de noviembre de 2014

ORACIÓN A SANTA ISABEL DE HUNGRÍA PARA NECESIDADES URGENTES


Oración a Santa Isabel de Hungría 
para necesidades urgentes.

Oh milagrosa santa Isabel, modelo de virtud,
Hija de reyes, y destinada a reinar,
Que desde niña quisiste seguir
Los caminos del verdadero y el amor,
De la penitencia, de ayuno, la oración
Y el completo servicio al prójimo,
Protégenos en nuestra difícil peregrinación.

Casada a muy pronto edad,
Tú fuiste ejemplo de fidelidad y cariño,
A tu esposo e hijos amaste,
Sin por ello abandonar tu pasión y amor por Cristo,
Ni tú abnegada dedicación a todo al que lo precisara.

Amada santa Isabel, hoy acudo a ti con inmensa incertidumbre
Para solicitar me concedas alivio en esta angustiosa situación,
En mis agobios económicos,,
Pues no puedo hacer frente a altas necesidades, deudas y pagos
Que ahora tanta intranquilidad me producen,
Por la inmensa caridad que en tu vida tuviste,
Por la inmensa caridad que en tu vida tuviste,
Por la fe y esperanza que prodigaste,
Santa Isabel te suplico dame tu auxilio para salir de esta ruina,.
Intercede por mí ante Dios Misericordioso
Y pídele me socorra en esta acuciante necesidad.

(Pedir lo que tanto necesita)

Dulce Isabel, gloriosa santa de los desamparados,
Tu que te desviviste por los más débiles e indefensos,
No desoigas mis urgentes demandas,
Y haz, te ruego, que sean atendidas favorablemente.

Santa Isabel de Hungría, santa, santa,
Ruega por todos los que necesitamos,
Enséñanos a buscar los bienes que pasan
Y condúcenos por la humildad a la Gloria.

Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen

Rezar tres Credos, tres Padrenuestro y tres Glorias.
Repetir la oración y los rezos durante tres días continuos

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, VIUDA, 17 DE NOVIEMBRE


Isabel de Hungría, Santa
Viuda, 17 de noviembre de 1231 


Por: | Fuente: Archidi?is de Madrid




Viuda
17 de noviembre

A los cuatro años había sido prometida en matrimonio, se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad, el I de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si miramos más allá, descubrimos en esta santa las auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.

Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del emperador de Alemania, la había prometido por esposa a Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenia 11 años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad humana, entre la diadema real y la aureola de santidad. La joven duquesa, con su austeridad característica, despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo, tres palabras que expresaron de modo concreto el programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.

Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?”.

A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17 una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres semanas había perdido a su esposo, muerto en una cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil. Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades reprimidas de sus cuñados que no soportaban su generosidad para con los pobres. Privada también de sus hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total obediencia a las directrices de un rígido e intransigente confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte, en 1231.

jueves, 17 de noviembre de 2011

SANTA ISABEL DE HUNGRIA , 17 DE NOVIEMBRE


Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Isabel de Hungría, Santa
Viuda, 17 de noviembre de 1231
Isabel de Hungría, Santa
Viuda
Noviembre 17



A los cuatro años había sido prometida en matrimonio, se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad, el I de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si miramos más allá, descubrimos en esta santa las auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.

Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del emperador de Alemania, la había prometido por esposa a Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenia 11 años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad humana, entre la diadema real y la aureola de santidad. La joven duquesa, con su austeridad característica, despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo, tres palabras que expresaron de modo concreto el programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.

Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?”.

A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17 una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres semanas había perdido a su esposo, muerto en una cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil. Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades reprimidas de sus cuñados que no soportaban su generosidad para con los pobres. Privada también de sus hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total obediencia a las directrices de un rígido e intransigente confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte, en 1231.

ORACIÓN A SANTA ISABEL DE HUNGRIA - POR LA PACIENCIA Y TEMPLANZA


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...